#Cine en Achtung! | Por Alberto Bellido
Sam Peckinpah fue un director que, sin pertenecer ni estar adscrito al género de terror, sí que orientó su trayectoria, (mediante una serie de grandes películas), hacia la violencia cinematográfica convirtiéndola en una forma de expresión marcadamente poética. Fue además un personaje polémico donde los haya, debido a su adicción al alcohol y la cocaína, así como a los continuos enfrentamientos con los productores de sus películas. Dichos choques dialécticos se originaban cuando éstos no coincidían con él respecto al planteamiento de las producciones. Fue uno de los realizadores procedentes de la televisión, (como John Frankenheimer y Peter Bogdanovic), quien hizo posible que la industria de Hollywood, muy tocada durante la década de los sesenta, mantuviera el tipo frente a la feroz competencia de la pequeña pantalla. Sam Peckinpah destacó, sobre todo, por la reformulación del western clásico y su conversión hacia el que pasó a denominarse “western crepuscular”. Dos de sus rasgos más característicos fueron el lirismo del que dotó a su cine y la profundidad psicológica de la que revistió a sus personajes.
Sam Peckinpah nació en Fresno, California, en 1925 y, ya desde muy joven, se dio a conocer por su carácter violento e irascible. Tras cursar sus estudios básicos y secundarios, se alistó en los marines y fue enviado a China, al final de la Segunda Guerra Mundial, para desarmar a los japoneses allí destacados. Pensó en estudiar la carrera de Derecho, pero su novia de aquella época, estudiante de teatro, resultó decisiva para que Peckinpah se inclinará por ser actor teatral y poeta. En 1954, ya en el mundo de la televisión, concretamente en la Cadena CBS, ejerció como guionista y actor secundario en la conocida película de ciencia ficción La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel. En 1962, rodó Duelo en la alta sierra, producción muy apreciada por los críticos y galardonada en diversos festivales. En la misma, dos cowboys ya maduros, (encarnados por los veteranos actores Joel McCrea y Randolph Scott), se enfrentan. Esta película fue a contracorriente del western clásico que solía presentar a sus protagonistas como jóvenes temerarios. Su siguiente película fue otro western titulado Mayor Dundee, (1965), que destapó la caja de los truenos. Los enfrentamientos de Peckinpah con la productora Columbia Pictures se convirtieron en legendarios, pues los dueños del estudio consideraban que la película que pretendía rodar Peckinpah era demasiado larga y complicada, por lo que cometió la torpeza de meter la tijera y hacer numerosos cortes y remontajes. El director, enfurecido, declaró que la película, que describe las andanzas de un oficial Nordista al mando de un ejército en la persecución de los indomables apaches, era incomprensible con todos aquellos cambios.
Sam Peckinpah cayó, durante unos años, en el ostracismo debido a la fama de conflictivo con la que le etiquetaron en Hollywood. No obstante, en 1969, llegó su película más célebre, la obra maestra Grupo salvaje, que supuso la cima del subgénero del que fue fundador, el “western crepuscular”. La gran innovación que introdujo estas película fue el uso de la cámara lenta en las escenas de violencia. Así, memorables resultan las secuencias inicial y final de la película con sus cruentos e indiscriminados tiroteos, (incluyendo a los niños observando cómo luchan unos insectos y que será el preludio metafórico de la masacre que más tarde se producirá en la ciudad). Se ha llegado a decir que la cámara lenta resultaba en este caso tan poética que no llegaba a ser hiriente, como sí que ocurre con otras muchas películas posteriores. Sin embargo, muchos críticos la consideraron como la película más violenta jamás rodada. Y, pese a ser un declarado alcohólico Peckinpah se permitió un guiño tan sarcástico como la marcha de los ciudadanos, (una especie de “Liga de la decencia”), contra el alcohol que envilece a los hombres y los transforma en ovejas descarriadas del rebaño de Dios. El argumento de la cinta? un grupo de forajidos perseguidos por unos cazarecompensas contratados por los poderosos empresarios del ferrocarril. Dicho grupo de forajidos son masacrados, a la vez que ellos también masacran a un ejército mexicano revolucionario, a las órdenes del lunático y difícilmente sobrio General Mapache.
Después de Grupo salvaje, Peckinpah realizó, para desengrasar y rebajar el tono, una película menos trascendente y con menor repercusión, al tiempo que más nostálgica, como fue La balada de Cable Hogue; de 1960, que seguía cumpliendo fielmente con las directrices marcadas por el “Western crepuscular”. Esta era una película más amable con toques cómicos, pero no exenta de amargura.
En 1961, Peckinpah realizó otro film que volvió a despertar una encendida polémica y no apta para almas sensibles. Perros de paja, producida en el Reino Unido y protagonizada por Dustin Hoffman y Susan George. El director se había ganado, para los críticos estadounidenses, el apelativo de “Bloody Sam”, (Sam, el sanguinario). La cinta describe la llegada de un profesor de matemáticas y su mujer desde Norteamérica, al pueblo de ésta, en Inglaterra, y el creciente enfrentamiento que sostiene con sus habitantes. Sin duda, la escena que levantó mayor controversia fue la de la violación de la mujer. Diversos grupos feministas tacharon de misógina a la película y la actriz Susan George, en un principio, se negó a grabar la mencionada secuencia, aunque al final acabó cediendo.
A partir de entonces, Peckinpah alternó producciones más violentas con otras más ligeras en las que la violencia quedaba convenientemente diluida. Junior Bonner, de 1961, protagonizada por Steve McQueen, sobre un campeón de rodeo, de caballos salvajes, pasó desapercibida, aunque ponía el acento, especialmente, sobre los perdedores y la llamada “lírica de la desolación”. La violencia volvió a acrecentarse con su siguiente proyecto: La huida, de 1962, también con Steve McQueen, que resultó ser su particular versión de Bonnie and Clyde. Estos parámetros violentos se mantuvieron con otras películas destacadas de su filmografía como Pat Garret y Billy the kid, de 1963, aproximación lírica al mito de Billy “El niño”, con Quiero la cabeza de Alfredo García, de 1964, otro Western crepuscular y a la vez surrealista, y con la controvertida La cruz de hierro, de 1967, a la que Orson Welles consideró la mejor película antibélicista que había visto. No todos la consideraron igual y la película fue muy criticada por humanizar a los nazis.
Las últimas películas de Peckinpah no tuvieron prácticamente repercusión, pero no esta de más recordarlas. Los aristócratas del crimen, de 1965, Convoy, de 1968 y Clave: Omega, de1983 coincidieron con un empeoramiento drástico de su estado de salud que, finalmente, le condujo a la muerte en 1984.
Sam Peckinpah fue un director que supo combinar, como nadie lo ha hecho hasta ahora, la violencia desprejuiciada con un lirismo desbocado. Y sus películas, sin ser estrictamente de terror, guardan múltiples concomitancias con éstas. Sucede, por ejemplo, esto en un sentido inverso con algunas películas de John Carpenter, como Asalto al Distrito trece, y las dos entregas futuristas con Kurt Rusell como protagonista: 1997: Rescate en Nueva York y 2013: Rescate en Los Ángeles, que siendo películas ligadas al fantástico, adoptan fielmente los esquemas argumentales del western.
La influencia y la huella de Sam Peckinpah en el cine sigue viva veinticinco años después de su muerte y desaparición, con series como Espartaco. Sangre y arena, producida por Sam Raimi, y películas como la última producción dirigida por el británico Neil Marshall, el Peplum, es decir, película de romanos, Centurión.
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