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Por Diego E. Barros

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Santiago P. S. de 52 años, casado y con dos hijos. Lo habrán leído en los periódicos estos días. Santiago P. S. de 52 años decidió cortar por lo sano, coger el dinero de la entidad en la que trabajaba hasta la semana pasada y correr. Dicen que se ha llevado algo más de un millón de euros. Moneda arriba, moneda abajo. Con estas cosas vaya usted a saber, nadie quiere reconocerse en el papel de gilipollas y en este caso tratamos con catalanes del Caixa Bank, tercera entidad del país, aunque esto últimamente tampoco quiere decir nada como ha ejemplificado Bankia, que quiso ser nuestro banco y ha terminado por conseguirlo a marchas forzadas. Ahora nadie sabe dónde está Santiago que para el camino se llevó también un coche de lujo. Dicen que en Sudamérica, que ha llamado a casa y que ha dicho que está bien y que mejor si eso no le busquen. Algún medio espabilado ya ha jugado a titular fácil y en un alarde de imaginación ha bautizado a Santiago como «el Dioni gallego». Siempre he sentido simpatía por los atracadores de bancos. Me parece una profesión a reivindicar en estos días. Obviamente, cuando realizan un trabajo limpio y sin más molestias que para las aseguradoras bancarias como es el caso de Santiago. Supongo que es cosa del cine. Muchos años revisionando Bonnie and Clyde Atraco perfecto hasta la extenuación, con la secreta esperanza de que en una de esas, al final ganasen los buenos. Hoy todo se ha vuelto más complicado. Sobre todo desde que los atracadores de bancos los dirigen en sus ratos libres, llevan trajes a medida y cuando se cansan de la oficina, en lugar de pillar el dinero y salir por patas como en los viejos tiempos, lo llaman indemnización. Le ha pasado a Rodrigo Rato, que un día jugó a ser Dios y ahora, como Santiago, ha desaparecido y nadie sabe donde está. Yo, que soy gallego y de pueblo, me imagino como estarán siendo las cosas en Vilagarcía y A Estrada ―allí también tenía negocios Santiago. La gente, cuando no tiene nada que hacer o dónde trabajar le da por hablar y hacerlo mal del vecino es deporte nacional en según qué sitios. Me imagino el calvario de la familia, la vergüenza ante los corrillos y las miradas que a duras penas pueden esconder una oscura envidia ante la vidorra que se estará pegando Santiago en Brasil. Es una cosa de los pobres y como decía mi abuela, el pobre es siempre pobre y tanto para pedir como para robar, debe hacerlo a escondidas por el qué dirán. No pasa igual en los parqués del Barrio de Salamanca donde los niños bien forraban sus carpetas con la foto del desaparecido Rato y ahora aguardan su vuelta porque al fin y al cabo, alguien tiene que arreglar esto y la costumbre es que sean los mismos que lo jodieron. Mientras, nosotros interpretamos el papel de la aseguradora que pone de su bolsillo el dinero esfumado. Hasta 12.000 millones de euros, ha dicho De Guindos que ascenderá la cuenta que, en breve, enviará a cada domicilio. Pero todo tiene su lado positivo. Tan bien va a quedar Bankia después de todo que nos la van a quitar de las manos. Y si no al tiempo.

@diegoebarros

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