Internacional en Achtung! | Por Joaquín Calvente
De nada han servido los dos rescates ni la quita de la deuda. Grecia agoniza y, lo que es peor, contagia al resto de economías europeas. Y ese es el verdadero problema para la Unión. Es posible sostener un país en quiebra como Grecia, las inversiones de los bancos en el país heleno son asumibles para la Unión, pero no el rescate de un país del tamaño de España o Italia. Y es por eso que, cuando la inestabilidad política en Atenas agrava la situación económica de España e Italia, disparando la prima de riesgo más allá de los 450 puntos y complicando su financiación, aumentan las voces que apoyan una salida ‘ordenada’ de Atenas.
Una amputación para evitar la sepsis
Así lo ha dejado entrever Wolfgang Schaüble, ministro de Finanzas alemán: “No podemos obligar a nadie. Europa no se va a hundir tan rápidamente”. Luc Coene, gobernador del Banco de Bélgica, expone la posible salida de Grecia como un “divorcio amigable”.
Nadie podía imaginarse un escenario como éste y por ello se ha intentado evitar a toda costa el rescate económico, las medidas de austeridad, e incluso la imposición de gobiernos tecnócratas. Las posibles consecuencias de la salida del Euro son una incógnita. No estaba previsto en los tratados pero ahora es un escenario posible. No así para Angela Merkel, la canciller alemana, que en su primer encuentro con el presidente francés François Hollande, ha recordado que el euro “no solo es un proyecto monetario, sino político” que ha convertido en “irreversible” la Unión Europea.
Rebelión contra las directrices europeas
En las últimas elecciones celebradas en los países europeos, los partidos antieuropeistas, generalmente de extrema derecha, han visto incrementado su apoyo popular. Son partidos de protesta y de identidad, que luchan contra la globalización de los mercados y los poderes supraestatales, y que ahora cuentan con fuerte representación en las cámaras de sus respectivos países. Y en el Parlamento Europeo tienen su propio grupo político: los euroescépticos. En Grecia, el nacionalsocialista Amanecer Dorado, de Nikolaos Michaloliakos; en Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen; en los Países Bajos, el Partido para la Libertad de Geert Wilders; en Austria el partido homónimo de Heinz-Christian Strache; en Noruega, el Partido del Progreso de Siv Jensen; en Suecia, Demócratas Suecos, de Jimmie Åkesson… en sus programas políticos llevan contenidos comunes como la salida del Euro, el restablecimiento de cierto control fronterizo en la zona Schengen, e incluso la expulsión de inmigrantes.
La unión monetaria era un paso más hacia la unión fraguada en aquella Comunidad Económica Europea, pero no ha sido suficiente para crear ese sentimiento común de pertenecer a una misma comunidad. Los países del sur, ahogados económicamente creen que los del norte son sus verdugos, y los del norte sostienen que los países del sur son unos derrochadores a los que hay que imponer un control. Por ello no sorprenden las palabras de Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, para el que “por primera vez en la historia de la Unión Europea su desintegración es un guión real”. Tal vez, lo que verdaderamente nos una a los europeos sea una razón meramente geográfica.
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