Por Marcos Rodríguez Velo
“Estoy a un solo paso de convertirme en un vigilante para proteger y traer justicia a la gente que amo. He pensado muchas veces sobre ello.”
– Alice Glass
Siguiendo la línea de sus dos anteriores trabajos, Crystal Castles vuelven a situarse al borde de un precipicio de desilusión. (III) es un album robusto, 12 canciones de un sonido evolucionado, dejando atrás los tiempos de los ritmos 8-bit y los gritos de Alice Glass. Aquí estamos ante el retrato de un grupo que ha madurado, moviéndose hacia nuevos territorios y dejándose influir notablemente por uno de los nuevos géneros de moda, el witch house. Siendo así, podríamos pensar que Crystal Castles han dejado de ser la vanguardia en lo que a exploración de nuevas formas musicales se refiere, aunque visto desde otra perspectiva puede que estén dando los primeros pasos hacia la popularización de un género del que ellos serán la cabeza visible. Pero todo esto son sólo hipótesis que el tiempo se encargará de aclarar.
La música de Crystal Castles posee una estructura base sólida, pero el exterior parece ofrecer siempre un estado ruinoso. Con (III), el dúo intenta empujar los límites estructurales hasta puntos insospechados hace un par de años. Lo que separa a este nuevo disco de sus trabajos previos puede resumirse en la frase que encabeza este artículo. Sin embargo, por muy desorientados o nihilistas que Alice y Ethan pretendan ser, (III) es con total seguridad su álbum más cohesivo, en el que abordan varios temas: religión (Wrath of God), hegemonía (Plague) o género (Transgender). Así que ahora, tras un segundo disco, (II), que discurría en equilibrio entre el synth-pop y una estridente rabia digital, el dúo ha vuelto a un estilo convulso y desordenado que deja a un lado el ruído 8-bit que caracterizaba su homónimo debut. Ahora su sonido se parece más a la estática de una radio que entra y sale de la frecuencia difuminándose en el aire. El cambio se explica por el cambio de todos los teclados y pedales usados previamente por unos diferentes, con el objetivo de conseguir una nueva paleta de sonidos, tal y como explicaba Ethan en una entrevista. (III) es mucho menos inquieto y se siente más hermético y cerrado.
En cuanto a las canciones, el disco empieza con Plague, que nos da una idea de por dónde transcurrirá el resto. Las transiciones entre los tres primeros temas (Plague, Kerosene y Wrath of God) son un poco forzadas, ya que se aprecia la inexistencia de un hilo conductor que sirva de guía en los instantes iniciales. Falta algo de consistencia, haciendo de este (III) uno de esos discos en los que se pueden escuchar las canciones por separado, en vez de seguir el orden preestablecido. Kerosene es la que más destaca entre estas tres canciones mencionadas con su mezcla de voces y ritmos desiguales.
A medida que avanzamos, el disco se vuelve más homogéneo, aunque sin que esto llegue a convertirse en algo malo. (III) está lleno de sonidos rave, distópicos y, por decirlo de algún modo, trastornados. Affection se aleja un poco de los ritmos de producciones anteriores de Crystal Castles y se acerca en algunos momentos a sonidos dubstep, mientras Violent Youth destaca por lo contrario, por sonar a canciones antiguas, como Untrust Us. El álbum tiene momentos altos y bajos, como Sad Eyes, pero realmente no tiene ninguna canción que destaque, ni para bien ni para mal, puesto que, como mencioné antes, (III) brilla por su uniformidad. Como cierre, la elección ha sido la tranquila Child I Will Hurt You, una canción que suena triunfal y oscura a partes iguales.
Es curioso ver el cambio, más de evolución que de revolución, que ha sufrido la música de Crystal Castles. Es como si su mensaje hubiese pasado de ser “que os jodan” a un más desolado “estamos jodidos”. Este nuevo trabajo es más calmado, aunque con ciertos puntos de optimismo. Distópico pero anestésico. Excéntrico y alejado de los sonidos 8-bit que tanto ayudaron a difundir. Podría considerarse el disco más compacto del dúo hasta la fecha. La voz de Alice sigue siendo críptica e imposible de discernir, como un discurso silenciado. Son unos Crystal Castles más opresivos y desesperados. Lo que está claro es que cada disco del dúo canadiense está repleto de muchas cosas, con una gran excepción: el título, como transmitiendo la sensación de que cada uno de sus lanzamientos no es más que un capítulo de una obra mucho más grande.
música cine libros series discos entrevistas | Achtung! Revista | reportajes cultura viajes tendencias arte opinión
> Si te gusta el disco «(III) » de Crystal Castles cómpralo a través de Achtung!
y estarás ayudando a que Achtung! siga siendo una realidad