Sabéis de cuando volvemos a ver esa sitcom que tanto nos gustaba de los años noventa/principios de los dos mil y que, tras unos quince o veinte años sin rencontrarse con escena alguna, uno se sorprende de que muchos de los chistes hoy no harían gracia, al ser considerados de mal gusto o por cuestiones que bordean lo discriminatorio hacía algún colectivo en concreto; y de todos modos, uno se mantiene con ganas de terminar todas sus temporadas. Pues, algo así me he enfrentado durante el visionado de esta obra dirigida y escrita por Javier Ballesteros.
Cucaracha con paisaje de fondo es una trágico-comedia capaz de gustar a todos los públicos, incluyendo a aquellas personas que remarcan que sólo les interesa el humor inteligente y el absurdo, esto es: No hay duda de que hay frases del guion y situaciones que denotan ingenio y creatividad, muestra de que el autor de la misma, se vale de su bagaje cultural y popular para dar con las fórmulas más eficaces de cara a mantener al público dentro de lo que va pasando en escena.
El elenco es ideal para semejante empresa, al realizar una labor que emana carisma y un buen timing. Asimismo, la puesta en escena nos adentra en un estadio tan surrealista como siniestro, en el que da la sensación de que todo puede pasar. Los juegos cromáticos del vestuario de los intérpretes junto al diseño de iluminación a cargo de Juan Seade, van “balanceando” a los que hemos integrado al público a dónde estos profesionales quieren. De tal forma que, se deja en claro de que hay un monólogo del cual hay que prestar atención como si fuese algo solemne o irónico; de que se está dentro de la cabeza perturbada de uno de los personajes; de que uno no tendría por qué “sentirse mal” por haberse reído por ese “chascarrillo negro” (aunque ello también lleve consigo, por ejemplo, deshumanizar en cierta medida al personaje de Cristina); de que quizás no haya el mismo descaro de los productos audiovisuales de masas de los años noventa y principios de los dos mil, se da una imagen estereotipada de las mujeres que están en el balneario en que se suceden los hechos; etc.…
Teniendo presente lo anterior, uno no debe “alarmarse” ni atacar hasta la “cancelación” a esta obra ni a los profesionales implicados. Ya que se debe contextualizar en qué condiciones se nos presenta este montaje, más no significa que uno se ha de dejar “anestesiar” por el magnetismo del mismo. Les hablo de esos momentos en el que uno pone a prueba su grado de madurez como espectador y persona ante un trabajo de inquietantes móviles, pero que de un modo alguno busca, intencionalmente, difundir y “blanquear” unos valores que están a debate en el foro público. De lo contrario, estaríamos a unos pocos pasos de censurar y la coaccionar a aquellos individuos que no se rigen por los principios que compartimos con las personas que “militan” en nuestras causas.
A dónde quiero llegar, es que esta obra de Mujer en Obras, se desenvuelve en un terreno en el que se ha acentuado la tensión entre los que tratan de acelerar cambios radicales en los imaginarios individuales y colectivos sobre lo que se ha denominado como un ser “humano normativo”, con los que reconocen que las cosas no deberían seguir siendo iguales como hasta ahora, pero tampoco hay que poner en entredicho un supuesta “libertad de expresión” y “modos vidas”, sea lo que sea que se profese. He allí que uno, en tanto espectador, adquiere la potestad y responsabilidad de posicionarse en relación a qué lectura sacar de Cucaracha con paisaje de fondo.
Curiosamente, el contenido de esta obra lo he percibido como que también está dentro de ese ambiente de tensión, puesto que sus personajes se desarrollan mientras lidian con una serie de dilemas sobre qué hacer con sus vidas y cómo llevar a cabo sus proyectos de vida. Claro que todo es llevado a una dimensión de lo más disparatada, pero al mismo tiempo, de ello se recoge que esta obra la habitan personas que o bien por su nihilismo y cinismo o por su entrega incondicional a valores tradiciones que han perdido territorio en su vigencia, no saben relacionarse con los otros a menos que encuentren aliados u “obstáculos”.
Antes de detenerme, innecesariamente, en cómo se manifiesta esto en cada uno de los personajes, si que me gustaría subrayar que la gran “crisis de valores” que estamos nos está conduciendo, para lo bueno y lo malo, a una situación en la se ha desvelado que seguir según qué cosas, sea por acto de fe o por un pasar el tiempo que nos queda de vida de la manera más “llevadera” posible, nada se solucionará de forma “mágica” ni rápida. Sí que se puede ser más o menos “espabilado”, pero ello no garantiza que se esquivarán los contextos en los que nuestra integridad podría terminar en entredicho.
Desde luego que, Cucaracha con paisaje de fondo nos introduce en una serie de temas que dan para alargarse. Por eso pienso que, aunque yo hubiese materializado las cosas de otra manera con esta buena idea cómo la han planteado estos profesionales, ha merecido la pena conocerla y dejarse llevar un rato.