Los días 25 y 26 de marzo se representó en el Teatro Central (Sevilla), Cuerpo de Baile, de la mano de Pablo Messiez. Es una de esas piezas que sea lo que sea que uno haya ido a buscar, es imposible no quedarse saciado, tras haber presenciado un trabajo hermoso y sólido
Tuve la oportunidad de intercambiar unas palabras con la persona que me acompañó a ver Cuerpo de Baile. En dicha conversación nosotros debatimos sobre hasta qué punto una investigación escénica no ha de descuidar, uno de los principales cometidos de las artes escénicas: el remover algo en el espectador. Todos asumimos que ejercer estas disciplinas suponen un acto comunicativo, en el que no basta con que llegue de forma clara y precisa un mensaje determinado; siendo que como todo arte, se transciende su funcionalidad para recorrer terrenos que en nuestro cotidiano no hay acceso.
En esta línea, el empezar a montar una pieza de artes escénicas es similar a partir de un lienzo en blanco, por más que uno se esté aventurando a montar una versión contemporánea de una Tragedia Griega, u otros grandes clásicos del teatro universal. Entonces, uno no tendría porqué acudir a pretextos para desplegar sobre un escenario un modo de contar una historia o idea. Es un hecho que los profesionales de lo escénico, están dotados de las herramientas suficientes para descodificar a la realidad de la cual se hace alusión, ya que se tiene a disposición un “escenario vacío” en el que hay mucho margen a ir incorporando a los intérpretes y el atrezzo que uno considere conveniente para semejante empresa.
Ahora bien, no vale cualquier combinación u orden de los elementos que se ponga en juego, pues, se ha de ser consciente que por más que la línea de investigación por la que uno apuesta sea fecunda en sus posibilidades, ello no la exima de que si uno sólo se centra en sus apetencias personales, dejando a los espectadores como meros instrumentos para justificar que uno está representando una pieza de artes escénicas, entonces el acto comunicativo habrá sido ineficaz.
Lo anterior me conduce a decir, que Cuerpo de Baile es un trabajo que se balancea entre los límites que antes he expuesto. Puesto que intentar resolver preguntas que atienden al cómo adaptar una disciplina escénica (tales como lo son la música, la danza y el teatro), a un formato al cual no está diseñada (como bien consta en la sinopsis de este espectáculo); entraríamos en una dinámica en la que el acto de comunicar es susceptible de quedar en un segundo plano, para poder afrontar este desafío. Sin embargo, si no hay riesgo, difícilmente, no se dará lugar a la innovación; no habrá un espacio seguro para que todo el equipo de profesionales involucrados con el montaje en cuestión se expresen durante el disfrute de su “turno de palabra”. Estas y más cosas, nos desvelan que este trabajo más que haber llegado a la clave de “mover” a las disciplinas escénicas de un formato a otro a su antojo y quedando airoso, lo que ha hecho es demostrarnos que quizás no todo no se ha hecho, como se suele afirmar.
¿Y si la mirada del público está tan aclimatada a que cuando se toque música se haga en el formato de un concierto convencional, que piezas como Cuerpo de Baile las percibimos de primeras, como algo que se queda en el intento de innovar? ¿Y si nosotros los espectadores no estuviésemos familiarizados con las respectivas idiosincrasias de los formatos escénicos antes citados, quizás no hubiésemos podido entender las implicaciones de lo que representó en escena? Al final, pasa lo de siempre. Es decir: si a nosotros los espectadores no se nos contextualiza a la largo de la pieza (incluyendo la sinopsis); entonces muchas de las cosas que se llevaron a cabo en escena, hubieran carecido de sentido o hubiesen quedado en el campo del ridículo o el capricho.
Por si les queda alguna duda, Cuerpo de baile me parece un trabajo con el potencial suficiente como para tener una referencia a la cual acogerse, en el ejercicio aparentemente quimérico, de conseguir saltar de un formato escénico a otro en cuestión de minutos. Es más, me sorprendería que Pablo Messiez se hubiese quedado conforme con lo alcanzado con esta pieza. Lo cual no entra en contradicción, con asumir que esta pieza le ha quedado redonda, sólida y muy hermosa.
Es que cada intervención de sus intérpretes no parecía que se estuviese respondiendo a los mandatos de un guion, porque se estaba aplicando una suerte de “normas” que configuraban ese mundo bizarro, que hacía posible el desarrollo de Cuerpo de baile. Mundo que si no es percibido desde la mediatización de poner en contraste a nuestro cotidiano, insisto, hubiese sido algo fuera de lugar. Si llevamos a un extremo lo anterior ¿Es posible explorar despojándose del todo, de aquello que le dio sentido y significado en su origen?
Mientras tantos, el ambiente íntimo que se nos preparó a través de la iluminación, y la impecable ejecución de cada uno de los intérpretes, hicieron posible que Cuerpo de baile sea un trabajo que se pueda disfrutar sea cual sea lo que estuviese buscando cada uno de los espectadores. De esta manera, personas más o menos versadas en las artes escénicas, se habrán ido a sus casas con el recuerdo de haber presenciado una pieza que en sus propósitos nos deja en puntos suspensivos (tómese en cuenta lo antes mencionado), pero quedándose más enamorado de las artes escénicas.