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Los próximos 25 y 26 de marzo se representará en el Teatro Central (Sevilla), Cuerpo de Baile, de la mano de Pablo Messiez. Un trabajo multidisciplinar en el que estarán involucrados profesionales de la talla de: Lucas Condró, Claudia Faci, Poliana Lima y José Juan Rodríguez.

 

La primera vez que vi un trabajo en el que Pablo Messiez estaba de algún modo involucrado, fue en Género Imposible de la cantante catalana Sílvia Pérez Cruz, en el Teatro Central hace unos pocos meses. En el cual quedé absolutamente sorprendido, porque no me esperaba una puesta escena igual. Es más, intuía que la puesta en escena no iba a ser convencional, pero de ninguna forma, me hubiese imaginado que asistiría a tal espectáculo en el que la música, la iluminación y atrezzo, se apoyarían para ser codependientes.

Las personas con la que coincidí aquél día de diciembre del año pasado, no esperaban que yo no había oído hablar de este dramaturgo y actor argentino afincado en España. Y ello en parte es hermoso, como a la vez, un signo de que las personas involucradas con las artes escénicas, siempre nos reconocemos más en un campo determinado (danza, teatro, magia, música, etc…). De esta manera, volví a desvelar que mis conocimientos y familiaridad, van más hacia la danza contemporánea, sin que ello signifique que el teatro contemporáneo, me resulte algo desdeñable ¡Todo lo contrario! Desde hace mucho tiempo, llevo defendiendo la necesidad de que se consumen más colaboraciones, diálogos entre las personas que hacen posible la conservación de estas disciplinas. Es más, suelo echar en falta que más bailarines asistan a más espectáculos de teatro, como que gente del teatro, asistan a más piezas de danza.

Soy consciente que estas disciplinas llevan siglos desarrollándose por sus propios caminos, pero creo que esta edad contemporánea en la que estamos, es de los pocos momentos en la historia de la cultura occidental, en el que es más fácil confundir si ciertas piezas son de teatro o de danza contemporánea. Abriendo la posibilidad de que preguntas como ¿Qué diferencia hay entre la danza-teatro y el teatro físico? ¿Si un bailarín en una pieza dice un texto, ello desdibuja que sea una obra de danza (asimismo, lo plantearían en el caso del teatro)?… No es que sea tan necesario dar con una respuesta, pero si afrontarlas para ampliar conocimiento, dando pie a reformularlas como signo de que estamos muy cerca de una nueva era, en la que hablamos de artes escénicas contemporáneas, y lo de danza o teatro, se quede para la promoción de la programación de ciertos teatros o festivales.

No creo que yo sea el primero en plantear lo anterior, pero si defiendo que se trate este tema con mayor diligencia. Mientras tanto, surgen piezas como Cuerpo de Baile, que afortunadamente tendrán una parada en el Teatro Central. He allí que les derive con un texto de Pablo Messiez, que nos ilustrará a la perfección el qué nos podemos encontrar en dicha pieza:

Messiez sube la apuesta y declara:

Teatro, música, danza, son nombres que separan disciplinas, que en realidad se sirven de un mismo dispositivo: la escena.

Si las tres necesitan del público para tener sentido, si las tres necesitan del espacio para existir, ¿quién quiere separarlas, además del mercado que se alimenta de etiquetar para poder vender?

¿Qué pasaría si volviéramos al origen y las pensáramos como lo mismo?

Hacer una obra de danza, como si fuera música. Un concierto como si fuera teatro. Hacer teatro como si fuera danza.

Pensar la escena como escena, sin descuidar ninguna de sus potencias.

Y dejar que cada disciplina tome de las otras aquello que le falta.

En comparación con la danza y la música, creo que la escena teatral, debido a lo que Bresson llamaba “la terrible costumbre del teatro”, ha ido atenuando su calidad de presente.

Merce Cunningham decía que él no representaba, si no que presentaba. Y no se refería a no repetir. Si no a mantener una cualidad viva en la relación con la acción.

En la música, por otra parte, basta con ver el fervor con que el público de un concierto se sabe parte de la cosa, para comprobar que el presente sigue siendo su materia principal.

En teatro, en cambio… el hábito generado por el consumo habitual de ficciones audiovisuales ha ido imponiendo calladamente sus lógicas, que nada tienen que ver con el presente ni con la escena, sino con lo que ya está resuelto y empaquetado para ver desde el sofá de casa.

Sin embargo, y hablando de sofás, si bien en el confinamiento vimos que podíamos tener acceso a la ficción y al entretenimiento a través de los medios audiovisuales, quienes amamos la escena seguíamos echándola de menos. Entonces volvimos a saber que es el rito del espacio compartido y no otra cosa, lo que hace que el teatro (o la danza o los conciertos) nos hagan falta.

Esta obra nace de un deseo: el de poder pensar la escena desde, con y para el cuerpo.

Vamos a compartir la celebración de la escena, el espacio del tiempo.

Y sí, vamos a bailar.

 

 

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