Por: Rose Stone – Juan Antonio Gámez | Fotos: Juan Antonio Gámez
Vigésimo segunda edición del Mes de Danza, que durante once días permite disfrutar del Premio Nacional de Danza Daniel Abreu, Ciclo de Danza en Espacios Singulares, Creaciones en Proceso, María Muñoz con el Niño de Elche y un larguísimo etcétera.“Imprescindible público, ¡tome asiento! Observe, vea, atrévase a pensar, a crear desde una mirada propia y única… Estamos convencidos de que lo disfrutará“
En la jornada inaugural Tamara Cubas presenta Multitud, una obra coral donde la uruguaya nos acerca al universo humano hablando del individuo, su pertenencia a diversos grupos a lo largo del tiempo, las interacciones físicas, refuerzos, dependencias psíquicas, relaciones, apoyos, rechazos para la integración, disolución o expulsión.
50 bailarines, la mayoría de la Escuela Superior de Arte Dramático, valoran su participación como una experiencia redentora entre tantos compañeros, para un numeroso público de 900 personas, estableciendo un sentimiento de vínculo y pertenencia al grupo.
Inicialmente el cuerpo de baile camina transversalmente por la Plaza de S. Francisco con múltiples cruces, repentinas paradas de algún miembro que se deja caer de espaldas y son recogidos por sus compañeros amortiguando el batacazo.
Esos movimientos semejantes a una bandada de estorninos crean en el público una sensación hipnótica, hasta que repentinamente salimos del trance con una brutal vuelta de tuerca generada por una espiral de violencia… silencio absoluto en todo el espacio y un nudo en la garganta del espectador.
Individuo frente a grupo, la masa como germen para el rechazo o la aceptación, la violencia como manifestación contra el individuo, la disipación de responsabilidad tras la agresión después de asumir y ejecutar acciones violentas. Incluso con el beneplácito de personas que anteriormente fueron víctimas de ataques. Forman una fila frente al auditorio y liberan un gigantesco grito de dolor, odio, desesperación.
En seguida se dispersan a rastras como insectos por toda la plaza y construyen un camino de cuerpos tumbados boca abajo por donde van caminando a gatas, algunas de estas baldosas humanas se quedan en la travesía, otras permanecen expectantes viendo cómo la mayoría de la masa llega al destino.
La obra se plantea de manera abierta, con reacciones de los bailarines y evoluciones a las distintas interacciones. Además el público recibe una sensación diferente en función de su propia idiosincrasia. Desde la heterogeneidad se consigue un objetivo común, pues no somos más que una sucesión de estados discontinuos con respecto al código de los signos cotidianos.
Al día siguiente Raquel Madrid estrena en el Teatro de la Maestranza Hay cuerpos que se olvidan, celebrando el décimo aniversario con su compañía Dos Proposiciones. A Raquel Madrid le interesa indagar en las conmemoraciones: fin de año, bodas, cumpleaños… esta vez junto al dramaturgo José F. Ortuño disecciona la muerte y los rituales que la rodea.
Vestida de negro riguroso junto a un altar con velas, flores, la urna conteniendo cenizas y una trompeta, Hay cuerpos que se olvidan cuenta la necesidad de parar y reflexionar.
“Cuando se toca fondo, ya sólo se puede ir hacia arriba”
A partir de este argumento y siguiendo las fases del duelo: negación, negociación, depresión, ira y aceptación, nos imbuimos en una obra polifacética donde Raquel Madrid baila, canta, y declama con una solvencia absoluta.
Sola en el escenario, desde los primeros instantes se apropia por completo de todo el espacio, perfectamente arropada por la música de Sleepy James y en otras ocasiones el ruido de paladas al revestir con cemento un nicho.
Durante el abatimiento se esconde debajo de la alfombra para ocultar rápidamente los problemas que no queremos solucionar, tras la aceptación se enfrenta a sus miedos y sentencia: las huellas las borra la marea, por eso debemos pisar fuerte cuando caminamos.