Por Jacobo Vázquez
Surgidos de las cenizas del combo de jazz-punk Insecto en el lejano 1999, Dead Capo presentan Sale, su segundo álbum tras Díscolo. A pesar de que ya han pasado 12 años desde aquel prometedor debut, durante todo este tiempo no han dejado de actuar y añadir muescas a su directo paseándose por los mejores festivales de jazz, e incluso de rock, de España.
Siguiendo la estela del “fake-jazz” de John Lurie y sus Lounge Lizards, este atípico conjunto de jazz navega con determinación por un océano de referencias y estilos sin naufragar en ninguno. En un género tan puro en origen, reacio a los cambios, y que ha permanecido prácticamente invariable durante décadas, Dead Capo se transforman en unos auténticos alquimistas del jazz mediante la combinación de música surf, espíritu punk, rock y bandas sonoras con un descaro que asustaría a los puristas, pero que logra acercar el género a los que todavía permanecen impermeables a su influjo. Y es que sus temas aúnan el brillo del jazz clásico con un frenesí más propio de bandas de otros géneros como el rock, pero siempre cobijados bajo las rigurosas ejecuciones y el virtuosismo técnico propios del estilo.
Los ecos de grandes compositores de bandas sonoras, como Nino Rota, Lalo Schiffrin y, principalmente, Henry Mancini, se manifiestan a lo largo del álbum, pero sobre todo en las primeras canciones. Una buena muestra de ello es Blade Runner, su reinterpretación del tema de los títulos de crédito del film de ciencia ficción, y donde el contrabajo y el saxo aceleran el paso transformando el original de Vangelis en un vigoroso ejercicio de surf-jazz. O Polvoriento, donde saxo y guitarra se baten en un intenso duelo con aroma a jazz fronterizo y sabor a western de John Huston.
En el tramo final del disco Dead Capo dulcifican su cara salvaje, levantan el pie del acelerador y recuperan el tradicional tempo jazzístico. Pero a su manera, claro. Los grandes referentes del jazz como Charlie Mingus o Thelonious Monk salen a la luz no sólo en el fondo, sino también en la forma. Evidente en la relectura del Well You Needn’t de este último o en Monkatis, título que no esconde el homenaje al gran maestro neoyorquino.
Sale es, en definitiva, un disco que bebe de centenares de influencias, sin dejarse dominar por ninguna, y que resulta perfecto como puerta de entrada a un género injustamente olvidado por el gran público.
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