Ya tenemos un bagaje musical y extramusical para saber que la edad nada tiene que ver con la capacidad y eficacia sobre el escenario. Hemos visto músicos jóvenes muy quemados en el escenario, de los que tiran de tecnología, y que sin ella no son absolutamente nada. También hemos visto a veteranos echando por tierra su profesionalidad y el respeto y aplauso del público, como ocurrió con Jethro Tull recientemente, en la que esperamos que fuera su última visita a la capital de Andalucía. En contraste a esto, Deep Purple dio todo un espectáculo de Rock del de antes, del eterno. ¿Habrá sido este el acontecimiento musical del año en Sevilla? A su debido tiempo lo sabremos. En cuanto a expectación y asombro lo fue.
Desde que se formaron en 1967 con el nombre de Roundabout la formación ha ido cambiando de estilo y formación: de la Psicodelia tamaño XL al Rock sin atenuantes en un desfile de cambios de músicos que han permitido dejar la monotonía a un lado, pero conservando a la vez los momentos crudos que todos esperamos. ¿Podríamos considerar a Deep Purple una banda al uso? Veamos:
Esta es ya la novena encarnación de los Purple. De la primera queda Ian Paice (batería). De la segunda Ian Gillan (voz), Roger Glover (al bajo). Don Airey se unió 2002, contando ya con una experiencia en barbaridad y media de grupos a los teclados. El último fichaje es el menos veterano, Simon McBride, sustituyendo recientemente a Steve Morse. En resumidas cuentas, con esta incorporación ya van nueve formaciones y las que vengan, porque los Purple van camino de convertirse en un colectivo más que una banda… O una banda en su novena encarnación (Mk IX). Sea como sea, que sea.
Pues bien, la velada del sábado se había hecho esperar algo más de medio siglo. Deep Purple en Sevilla, pidiendo guerra. De ahí la intro por los altavoces de “Mars” de Holst. La expectación (o ilusión, más bien) intacta desde hace meses. El recital fue una lucha sin esfuerzo que ganaron desde el primer tema, ni más ni menos que “Highway Star”, con una Plaza de España engalanada de unos nunca excesivos juegos de luces y proyecciones varias.
¿Destacamos a algún músico en particular? Pues a todos. Ian Gillan dio más de lo esperado. Incombustible la batería de Paice, ensombrecedora la guitarra de McBride (contra mucho pronóstico prejuicioso). Glover al bajo, imponente. La modesta presencia de Don Airey a los teclados contrastó con su dominio total del instrumento. Más que dando un concierto, estaban pasándolo y haciéndolo pasar lo mejor posible con contundencia y confianza más que probada tema a tema. Podría decirse que “Smoke on the Water” al que siguieron en bis “Hush” y “Black Knight” fue el segmento (la recta final) más trepidante. La duración del set, más que correcta, muy equilibrado, centrado en Machine Head (1972).
Espectacular en energía, en destreza y en entusiasmo. De eso se trata el Rock, de crear y reproducir tempos impíos y provocar que la audiencia se mueva y cante. Que fue una noche memorable quedó demostrado; la música estaba desprovista de vacuidades y todos los instantes tuvieron su valor. El público, unas siete mil almas rockeras, fue más que cívico. La organización, sin mella.
Ahí quedaron los Purple en su primera visita a Sevilla, echándole un pulso al tiempo y ganándolo gracias a este. Esperemos que vuelvan pronto, antes de que pasen otros cincuenta y pico años más.
Esta fue la quinta cita Icónica. El domingo nos dieron descanso. El lunes Patti Smith. ¿Otro encuentro de los memorables de verdad? Es mucho más que probable.