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Ya en Amor en Guerra Piermario Salerno nos mostró su extraordinario repertorio como actor de teatro físico-gestual (incluyendo algunos recursos de pantomima), estando sobre el escenario con una sencilla silla de madera. Esta vez, este profesional italiano asentado en Sevilla, amplió el citado formato para adecuarse a la representación de fantástico trabajo que precisaba muchísimos cambios de registros interpretativos; un diseño de iluminación que respondiese a los cambios de escenas sin que él se saliese de escena (salvo en una ocasión, para un cambio de vestuario); un exhaustivo estudio “arquitectónico” a la hora de cómo disponer los siete colchones en cada momento, de tal modo que se nos sugiriese, a nosotros los espectadores, el estatus por los que transitaba su personaje a lo largo de toda obra, al mismo tiempo, darnos pie a imaginarnos cosas que se les hacía alusión con mayor o menor sutileza, entre otras cosas; etc.…

Para ello contó con la equilibrada aportación de Julián Canelo, quien fue quien estuvo a cargo de las proyecciones audiovisuales  que envolvieron y complementaban el contenido de la obra, no siendo en ningún momento, algo decorativo que evitaba la sensación de vacío. Siendo que dotaban de distintos volúmenes y profundidad a la puesta en escena de la obra. En esta línea, la mayor parte del peso de Demasiada Libertad Sexual os Convertirá en Terroristas lo llevaba la interpretación de Piermario Salerno, y este tipo de “apoyos” garantizaban que nosotros los espectadores, hiciéramos lo que realmente queríamos hacer, que es seguir la obra.

Piermario Salerno se enfrentó al desafío de sintetizar los numerosos testimonios que fue recogiendo de una investigación sobre la realidad de la vida sexual que se propicia en las apps de citas (haciendo mayor incidencia en las frecuentadas por  un sector de los varones gais). A través de de pasar un cuestionario y demás medios con los que él quiso visibilizar algo lleva operando desde hace mucho, pero que quizás es desconocido por quienes no hayan tenido la oportunidad de contrastar testimonios al respecto.

Foto: Julián Canelo

Foto: Julián Canelo

 

Lo cual también dio lugar, al cómo se van terciando encuentros fugaces entre personas que van a ciertos espacios en los que parece que el ya estar allí, supone estar abierto a lo que fuere que tenga que ver con tener sexo con el primero que “caiga en gracia”. Ahora bien, el que en ocasiones Piermario Salerno hacía uso de cierto tono socarrón en los contenidos del guion, el respeto nunca lo dejó de lado. Síntoma de la preocupación y reflexiones que le habrá suscitado el tema en cuestión, durante el desarrollo de este montaje.

No es para menos, dado que este profesional nos representó situaciones surrealistas, en las que la decadencia del trato hacia el otro y hacía uno mismo, es lo que predomina. O dicho de otra manera: si bien es cierto que en los últimos años en el mundo occidental, nos hemos ido desarraigando de varias dinámicas conservadoras que no nos permitían ser consecuentes de forma sana con nuestros deseos. Ello no quita que todavía estamos dentro de un proceso de transición, para que nuestro crecimiento a nivel cualitativo se termine de consumar. Más que nada, porque no basta con que se esté visibilizando la gran pluralidad de ser sexual de cada individuo; sino a lo que habría que apuntar el foco, es a la carencia de responsabilidad afectiva que se está desarrollando en nuestro trato hacía los otros que “entren en el juego”, y en consecuencia, con nosotros mismos.

Foto: Julián Canelo

Foto: Julián Canelo

 

La clave está en reflexionar a fondo sobre las implicaciones que hay detrás de combatir el “sentimiento de separidad” que se tiene con respecto al mundo (piénsese en cómo lo define Erich Fromm en El arte de Amar); el estrés  propio de nuestra vida moderna; el cómo nuestras relaciones más estrechas, se han ido deteriorando hasta niveles de que el modelo tradicional de familia está en crisis, o el de esas amistades que duran toda la vida… A dónde quiero llegar, es que estamos enmarcados dentro de un paradigma en el que la idea de sujeto, de Verdad, o el de Estado/Nación de la Modernidad se han quedado trasnochados, si queremos responder a las contradicciones que nos rodean hoy en día.

He allí el carácter inductivo de esta pieza, en donde Piermario Salerno nos invita a hacernos las preguntas que más se corresponden con nuestra realidad actual, en vez de decirnos “qué es lo que tenemos que hacer”. Ello denota que él sentía la necesidad de compartir, pero llevándolo  al terreno del teatro contemporáneo en el que su lenguaje extra cotidiano posibilita que el uso de actos performáticos, se erijan como recursos muy potentes para irrumpir en las sensibilidades de los integrantes del público.  Seamos francos, por más que un discurso sea expuesto con vehemencia y su pertinente argumentación, eso no le libra de ser percibido como palabras, y nada más. En vez de haber cobrado su sentido, después de haber sido cotejado tras ser puesto en práctica.

Foto: Julián Canelo

Foto: Julián Canelo

 

Esta pieza “pone rostros” a quienes exteriorizan una actitud de “demandante” de afecto, aquellos que son considerados como seres incómodos de lidiar. Siguiendo esta lógica, parece mejor mantenerles a raya, no preguntarles qué es lo que les pasa, y mucho menos, darles la oportunidad de reconducir alguno de sus “vicios” (por llamarlo de alguna manera). No vaya a ser que se compruebe o no,  de que las mismas pueden tener en uno persona allegada con quien contar.  Siendo que al final, esa persona “no es responsabilidad de uno: todos somos adultos ¿no?. Además, disponemos de innumerables individuos  con los que relacionarnos: no pasará nada si le dejamos de darle respuesta a sus iniciativas o insinuaciones ¿Acaso éste no puede “alimentarse” de otra persona que esté dispuesta a semejante intercambio? ¿Por qué tengo que ser yo quien haga un esfuerzo por alguien que en realidad no me importa nada, salvo para “echar un rato”?”

Lo que sucede es que se presenta como más grave  (tampoco es que no lo sea) si hablamos de cómo hay personas que están instrumentalizando sus cuerpos para saciar sus ansiedades, de una forma en la que no confrontan sus propios conflictos. Así se sigue la inercia de que es mejor dejarse guiar por los miedos, mientras no se reconoce que uno carece de herramientas para gestionarlos, mientras la casi ausencia de empatía, honradez y de memoria, es lo que “está más en boga”.

 

 

 

 

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