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Internacionaen Achtung! | Por Javier Muniain

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Ya dijo la escritora ucraniana-brasileña Clarice Lispector, Libertad es poco. Lo que deseo todavía no tiene nombre. El aforismo, de tintes profundamente existenciales, cobró un reclamo de emancipación social a las brasileñas el pasado 8 de marzo, día internacional de la mujer. Brasil se ha convertido en los últimos años en ejemplo de la lucha de las mujeres.

Para empezar,  ya podemos hablar de una era Dilma Rousseff  quien inauguró un simbólico avance hacia una democracia plena en el país: La llegada de una mujer a la butaca presidencial. Entre la mirada desconfiada de algunos y atónita de otros, Dilma comanda el Brasil post-Lula con mano de hierro y corazón de madre. Sus hercúleos esfuerzos en limpiar la corrupción de Brasilia le han forzado a dimitir nada menos que a 7 ministros pillados con las manos sucias. Asimismo, los reemplaza casi siempre con nuevas figuras femeninas, escogidas a dedo, como su compañera de cárcel en los años de plomo de la dictadura militar, Eleonora Menicucci de Oliveira.

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Por primera vez en la historia de la ONU, la voz femenina inaugura el debate general. Es la voz de la democracia. - Así empezó su discurso de apertura en la 66º cumbre de la ONU en Nueva York, en septiembre del 2011.

La política es el último bastión de la hegemonía masculina y ya se encuentra bajo asedio femenino. Mas allá de la presidenta e sus ministras, hay que destacar la incipiente tradición de alcadesas en São Paulo (Luiza Erundina en 1989 y Marta Suplicy en 2001). Por no hablar del reciente nombramiento de Maria das Graças Foster al puesto directivo de Petrobras, la principal empresa pública-estatal del país.

De la política a las artes

Es en el ámbito artístico donde las brasileñas muestran su fuerza. La pintora Tarsila do Amaral es la autora del lienzo más emblemático y mejor pujado del país (O Abapuru, por 1 millón y medio de dólares). A la cinta le siguen la artista performática Lygia Clark y la artista plàstáca contemporánea Adriana Varejão. En literatura destacan las estrellas-guía de Clarice Lispector, Lygia Fagundes Telles y Lya Luft. Lina Bo Bardi es la arquitecta por detrás de obras galardonadas internacionalmente, tales como el MASP y SESC Pompéia, ambas en São Paulo. La inmortal voz de Elis Regina ha hecho escuela en la MPB, con una docena de discípulas. Fernanda Montenegro es la primera actriz brasileña indicada a un premio Oscar, por Central do Brasil (1999). Y, por último, la modelo Gisele Bündchen se mantiene desde hace años a la cumbre de las top-models.

Ya si fuera poco, no sólo crean sino que también inspiran. ¿Quién no recuerda los versos macilentos de Garota de Ipanema (Chica de Ipanema, en español)? La canción está hecha a medida para la musa de carne y hueso de Tom Jobim, la carioca Heloísa Pinheiro.

El estigma sexual

Desde luego a las brasileñas no les faltan adjetivos calificativos. No obstante, les cuesta superar el estigma de objetos sexuales, fomentado dentro y fuera de sus fronteras. El denigrante mercado de la belleza todavía machaca en todo el mundo la imagen de mujeres huecas e hipersexualizadas y aquí no sería distinto.

Desde luego son expresivas noticas como éstas: la alarma sanitaria puesta por las prótesis defectuosas de silicona, en el segundo país en cantidad de cirugías estéticas y el incremento del consumo interno catapultado por el colectivo, en la tercera nación líder en uso de cosméticos. La sociedad continuamente debate los límites de la explotación de la imagen femenina, tanto en los medios de comunicación como en las expresiones culturales, pero encontrar un consenso es casi imposible.

Y aunque se celebre el incremento económico para las mujeres, todavía van por detrás de los hombres. Las equiparaciones salarial y de jornada laboral son asignaturas pendientes, con mejoras demasiado paulatinas.

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Tres revistas brasileñas, de reciente circulación, discuten la imagen y el papel social del género femenino, salvando sus contextos editoriales: La mujer que quieres ser de mayor, Fernanda Montenegro (Revista TPM); Cuerpo Nuevo - Siliconas, aparatos, tratamientos y dietas para el 2012 (Revista Elle) y ¿Nos hemos pasado los límites? (Revista Veja), respectivamente. Divulgación.

Desgraciadamente, tanta emancipación no siempre inspira simpatía entre los hombres. Las víctimas de abusos sexuales y de violencia doméstica – así entendida la violencia de género en Brasil – están, desde el 2006, amparadas por la ley Maria da Penha. SIn lugar a dudas es un mecanismo de protección fundamental, pero las estadísticas prueban que aún queda un largo camino por allanar para el fin del machismo en Brasil.

Así, de vuelta al aforismo de Clarice – y con un necesario giro -, efectivamente la libertad es poco. Lo que quieren las mujeres tiene muchos nombres. A la par que las demás congéneres en las naciones desarrolladas, las brasileñas están en plena escalada por sus derechos amén ser parte activa en el engranaje social.

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