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María Velasco, autora y directora de Primera sangre recibió por su texto el Premio Nacional de Literatura Dramática, pero es la poesía escénica la que envuelve su esencia.

 

El caso que expone la obra es real, es uno de tantos que, tiempo atrás, no tenían filtro a la hora de captar la atención escandalizada del público con tal de vender la noticia.

 

El descampado, ese lugar magnético que gusta a todos los infantes. Es un lugar mágico donde no hay orden y sí un concierto de libertad, donde puedes hacer lo que no puedes en casa. Donde puedes tomar tus primeras decisiones sobre los límites. La madre de Ronaldo nos decía en un anuncio comercial “las manchas nos enseñan a vivir”. Toda suerte de primeras ideas imaginativas, entre lo prohibido o lo no establecido como qué se puede o no hacer hasta que te riñen. Las miradas cómplices, las cejas levantadas, la adrenalina del atrevimiento cuando no sabes si estará bien o no meterse en ese túnel, rebozarse en la tierra, amaestrar insectos a los que en realidad torturas…

La menarquía es la primera violencia sexual en las niñas. Y por mucho que se normalice y se explique hay algo entorno a la idea de que te baje tu primera regla que te suelta al mundo sin arnés. Una vez ya puedes quedarte embarazada aparece la idea de la violación, de los abusos, del cuestionamiento sobre tu papel en la sociedad. Los niños siguen siendo infantiles mientras tú ya no te alejas de un adulto, no por miedo a perderte, sino a algo peor.

 

Foto: Luz Soria

 

Los medios han hecho de cada caso de violencia sexual contra niñas un espectáculo donde la sangre es parte de una película de terror, y tú lidias con ella cada mes. Qué niña no ha bromeado toda manchada de sangre con parecer sacada de una de esas películas: Carrie, El Resplandor, la niña del Exorcista. Esa sí que no tenía que temer a nadie.

Los adultos no hablan según de qué cosas delante de los niños, con lo que en las asambleas improvisadas en ese descampado escuchamos los razonamientos a los que estas tres niñas llegan sobre los temas de los adultos y lo hacen tres actrices que son esos discursos y que no necesitan más que su texto. No se cortan, no inhiben, ni necesitan corrección política. Sus miedos son lanzados fuera en forma de ocurrencias que les tientan a esconder la mano. Dentro no puede quedarse. María Cerezuela interpreta esa contención con mucha ternura y luminosidad y todas hemos conocido a una niña como la que interpreta Valèria Sorolla, perturbadora y desafiante, con una ira adolescente precoz que busca vencer su miedo con el consuelo de las caras aterrorizadas del corro de niñas pueriles que la escuchan.

 

Foto: Luz Soria

 

El adulto es el padre de una de las niñas. En una bellísima interpretación de Francisco Reyes, con el que empatizas porque da la impresión de ser una excelente persona fuera de las tablas, ves el contraste. Bajo la luna bebe, llora y se enfurece. No puede hablar de ello. Le cuesta expresarse y agoniza intentándolo mientras se siente seguro de su dolor sobre el mismo columpio pero a la hora de los mayores.

Fluye esta obra. Tiene una dirección de fotografía magnífica, un sonido impecable. La penumbra reconforta y sabes de lo que habla. Te hace revivir sensaciones, abarca a muchas generaciones que hemos pasado por los sucesos sin filtro bombardeando en el televisor a la hora de comer. Hasta que alguien lo apaga. Lo más placentero, y no va de eso la obra, fue ver bailar a Javiera Paz. Se dicen muchas cosas, se sugieren otras, se exponen hechos y se escenifican valores y conflictos sociales, de nuestra sociedad, la que conocemos. Al salir, no obstante, como si el balanceo de la niña fantasma fuera lo que ha quedado impregnado ligando las sensaciones removidas, me dieron ganas de apaciguar con silencio inquietudes. Como cuando no hace falta decir nada pero lo escupes con silencio.

 

Foto: Luz Soria

 

 

TEXTO Y DIRECCIÓN María Velasco

AYUDANTE DE DIRECCIÓN Ruth Rubio

REPARTO Valèria Sorolla, María Cerezuela, Francisco Reyes, Javiera Paz y Vidda Priego

COREOGRAFÍA Y MOVIMIENTO Joaquín Abella

ESPACIO ESCÉNICO Blanca Añón

ESPACIO SONORO Peter Memmer

AUDIOVISUALES Miguel Ángel Altet

ILUMINACIÓN Marc Gonzalo

VESTUARIO María Velasco & cía

PRODUCCIÓN Centro Dramático Nacional, Teatre Nacional de Catalunya, María Velasco & Ana Carrera

DISTRIBUCIÓN Lucia De Franchi

 

 

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