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Por Marcos Nebreda  

El mito literario romántico y aterrador sobre el que se ha construido todo un imaginario colectivo continua de plena actualidad más de un siglo después. Drácula, la novela salida de la pluma de Bram Stoker en 1897, revitalizó la leyenda del vampiro y le dio un aire sofisticado. Otras expresiones culturales, especialmente el séptimo arte, consiguieron hacer el resto hasta humanizar y popularizar el personaje. Drácula, el monstruo que no se  refleja en los espejos y que nunca entra en tu casa si no es invitado, el icono mil veces modelado y metamorfoseado, se instala hasta octubre en la Fundación Luís Seoane de A Coruña en una muestra múltiple que coincide con el centenario de la muerte de su creador, Bram Stoker.

“Queríamos reflejar la modernidad del mito”, señala Jesús Egido, comisario de esta exposición que define a Drácula como un auténtico “personaje pop”. Su extrema influencia en la actualidad la explica Egido bajo el modo de “contagio”. Ese toque romántico y sexual, relacionado con los contagios sanguíneos confiere al vampiro un halo de actualidad. Sin embargo, la leyenda se remonta a las culturas china, griega o egipcia que contaban ya con la figura del vampiro como hoy la conocemos. Los miedos atávicos, la peste, la superstición y la violencia facilitaron la propagación del mito en la Edad Media para renacer con fuerza en el siglo XVIII. En ello tuvo mucho que ver el tratado del monje benedictino Augustin Calmet, un inventario de casos vampíricos en Europa del Este. “En el siglo de las Luces nadie ponía en duda el vampirismo”, plantea el comisario Jesús Egido.

De esa tradición folklórica también se empapó Bram Stoker, el padre de Drácula, que ha estado siempre a la sombra de su obra, “la novela más hermosa jamás escrita” como la calificó su colega Óscar Wilde. La influencia del vampiro fue tal que “Drácula se comió a Bram Stoker” y ninguna de sus obras pudo llegar a su nivel. Tardó siete años en escribir esta novela epistolar donde el propio protagonista no se expresa ni se manifiesta. “Drácula es como Dios, lo que sabemos de él es a través de los otros”, sostiene Egido.  Stoker estaba absorbido por Henry Irving, uno de los actores más importantes de  su  época y con el que  mantendría  una colaboración profesional  y personal  hasta la muerte. Incluso se cree que su tiranía fue una fuente de inspiración para componer el personaje de Drácula. Pero además, el padre de la criatura, amigo personal de celebridades como Mark Twain, Walt Whitman, Stevenson o Kipling, usó como documentación obras sobre supersticiones, historia  y  descripción   de   los   Cárpatos, Hungría y  zonas  como Moldavia o Transilvania, también presentes en la muestra.

Más allá de la literatura

Hasta 1922 la representación gráfica de Drácula era una incógnita. Fue Murnau el que atrevió a darle forma con Nosferatu, el film con el que el vampiro se estrenó en la gran pantalla. Representativa de la escuela expresionista alemana y extraordinariamente tenebrosa, su director optó por dar a la película el nombre de Nosferatu para evitar pagar derechos de autor de la novela de Stoker. La viuda de éste trató de destruir todas las copias pero afortunadamente no lo logró. Nosferatu abrió una senda que continuaron los los dráculas  de  Terence Fisher o Tod Browning. Éste último encarnado por el inconfundible Bela Lugosi, tal vez el rostro más identificado con Drácula que contribuyó a humanizar al vampiro sin olvidar a otros como Christopher Lee. Múltiples visiones de un personaje que también admite múchasposibilidades de ser representado. El comisario de la muestra se queda con las versiones de la productora inglesa Hammer en los 50 y 60 sobre el Drácula “más shakesperiano”.

La muestra dedica también una amplia sección a las manifestaciones más populares de la obra de Bram Stoker y del vampirismo en general  realizadas en otros soportes, como  el  cine  o  la  televisión o el cómic.  En este caso destaca la aportación de dibujantes españoles en revistas como Creepy y Vampirella como el barcelonés Fernando Fernández,  Ana Juan o Luis Scafati. Aunque la novela de Stoker no tuvo una especial relevancia editorial en nuestro país sí se recogen una selección de las ediciones españolas de Drácula, desde la editada en Barcelona en 1962 dentro de la colección Lay a la publicada por Bruguera en 1973.

Uno de los grandes genios españoles guardó en su obra un lugar especial para la temática vampírica y fantástica. Se trata de Goya, de cuya producción se exhibe una selección de los Caprichos, los Desastres de la Guerra y los Disparates cedidos por la Calcografía Nacional. En estos grabados se representan murciélagos, vampiros como metáfora política y social o como motivo sobrenatural. Una imagen recurrente en Goya que también usó en su serie El sueño de la razón produce monstruos. Estos dibujos sirvieron incluso para ilustrar tratados vampíricos.

Un claro ejemplo de hasta donde llegó la influencia vampírica arrastrada por siglos de leyendas, supersticiones y miedos. Esos mismos que tomaron forma y se materializaron en una criatura demoníaca con cierto aire elegante, colmillos afilados, aliento fétido, inmortal y polifórmico. Un icono popular, sanguinolento y sofisticado de nombre sonoro; Drácula.

  @marcosnebreda

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