#Literatura en Achtung! | Por Javier Vayá
«Deberían poner carteles de ‘Se busca a los secuestradores de países, a los violadores de la tierra, a los traficantes de miedo'»
El último libro del escritor uruguayo Eduardo Galeano, titulado Los Hijos de los días está estructurado como una suerte de almanaque compuesto por 366 historias, una para cada día del año. Fiel al estilo comenzado con la maravillosa trilogía Memoria del fuego, Galeano consigue hacer de la brevedad un arte, nadie como él es capaz de decir tanto con tan pocas palabras, de lidiar con sus letras contra la dificultad de lo sencillo.
Porque Galeano dice más que escribe, dice con la voz de los que no tienen voz, da la palabra a los que jamás fueron oídos. Galeano cuenta lo que la historia no quiso contarnos y se pasea hábilmente entre la crítica y la ironía sin perder con ello una voz autoral propia tan poética y magnética como contundente. A Galeano se le lee, se le escucha, de manera amena y rápida pero el eco de lo dicho, de lo contado, persiste en la memoria y el corazón del que sabe y quiere escuchar la voz de Los Nadies.
En textos de poco más de tres párrafos cada uno, el escritor nos invita a conocer historias reales, pequeños ensayos en realidad, que denuncian la hipocresía de un mundo construido por y para los poderosos. Poderosos de distinto pelaje capaces de construir mentiras como el episodio de Adán y Eva que no figura en ninguna parte de La Biblia, capaces de conseguir que la Organización Mundial de la Salud considerara hasta 1990 la homosexualidad como una enfermedad mental o que Nelson Mandela constara hasta el año 2008 como uno de los terroristas más peligrosos para EEUU.
Pero Eduardo Galeano también sabe que existe la esperanza, aunque sea en forma de “fogatas chiquitas” como la revolución árabe, el 15M en España o el plante del pueblo islandés al Fondo Monetario Internacional.
En los hijos de los días se dan la mano personajes históricos como Einstein, Aristóteles, Winston Churchill, Machado o Jesse James con personajes desconocidos, desaparecidos por la dictadura, campesinos, indígenas, etc. Todos ellos son testigos del paso del tiempo, de una memoria que Eduardo Galeano se empeña en perdurar, denunciando las terribles y ocultadas infamias de unos y las pequeñas heroicidades también calladas de otros.
Al fin y al cabo lo que Eduardo Galeano nos cuenta no es más que la historia de la humanidad, una historia que es necesario conocer para poder tener la esperanza de que algún día podamos ser capaces de poner del revés este mundo. Algo a lo que Galeano nos invita como sano ejercicio contra la manipulación y tiranía de unos pocos contra otros muchos. Un mundo que quizá sería mejor si la obra de Eduardo Galeano fuese de lectura obligada en las escuelas.
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