Seleccionar página

Mario Bermúdez será un intérprete y un coreógrafo fantástico, pero lo que pondría por delante de todo ello, es lo trabajador que es. De verdad, nadie te monta una cosa como El Bosque de la nada, ni en “dos tardes”. Es decir: A lo largo de la trayectoria de esta compañía andaluza, Mario Bermúdez se ha encomendado a desarrollar un lenguaje propio, una forma de diseñar la dramaturgia de sus piezas…, de tal manera de que lo que se representa en su cabeza y en su cuerpo, no sea una “fantasía”, sino un horizonte al cual apuntar toda su empresa para ejecutarlo sobre un escenario.

 

Quienes conozcan el repertorio de Marcat Dance habrán identificado en El Bosque pequeños “destellos” de sus piezas anteriores. Sea en gestos de los intérpretes, en esa forma tan tribal que tienen de hermanarse entre sí en los momentos grupales, etc.… El caso es que esta pieza la he percibido como una síntesis de lo que han hecho hasta ahora los integrantes de Marcat Dance, en el sentido de que El Bosque  se emancipa de lo anterior. Por ejemplo: En piezas como Garip y Adama, estos profesionales no sólo nos están dando muestras de sus exploraciones corporales e interpretativas; sino que además, que el papel que le dan a la música facilita a que su danza no se quede en “movimientos provenientes de otro planeta”, con la finalidad de que sus espectáculos sean auténticas experiencias inmersivas, que dicho sea de paso, cualquier persona puede entrar.

Ello, entre otras cosas, es consecuencia del trabajo en equipo que hicieron los integrantes de Marcat Dance con el músico José Pablo Polo. Así, entre todos, consiguieron que la música en vivo de El bosque sea unos de los pilares que le sostenía. O dicho de otro modo: Si hubiera habido otro ambiente sonoro, es probable que esta pieza se hubiera quedado en una sucesión más o menos interesante de coreografías muy bien ejecutadas. Sí es que la música, es lo que hace visible a los paisajes que están habitando los roles que interpretan Catherine Coury, Marilisa Gallichio y Mario Bermúdez. En el sentido de que ellos nos hacen palpar, visionar y oler los lugares por los que transita esta pieza, sin salir ni un minuto de la Sala B del Teatro Central: Ya sabéis, una de las cosas que hacen únicas a las artes escénicas.

Foto: Bianca de Vilar

Foto: Bianca de Vilar

 

En esta línea, nos encontramos con paisajes en los que estos profesionales habitaban como si de un bosque de videojuego se tratase, como si de repente lloviese torrencialmente, estar en una especie de bosque cibernético…, o por qué no decirlo, como si los bosques de nuestro planeta fueran sitios tan desconocidos por, nosotros los seres humanos, que algunos hemos precisado ver esta pieza para caer en la cuenta de ello. He allí que me decante por decir que los integrantes de Marcat Dance le sacaron partido a sus experiencias de haber montado y bailado Alanda y Azahar, con las que constituyeron en el espacio un marco en el que había seres que estaban totalmente fundidos en su hábitat natural, y enciman eran necesarios para que éste conserve su ecosistema.

El Bosque es un trabajo que nos demuestra lo lejos que se puede llegar si uno tiene el tiempo y el espacio necesario para crear, como también, de un equipo de profesionales totalmente entregado desde la responsabilidad y el amor a lo que se está haciendo. Muchos creadores de este país no cuentan con lo que los integrantes de Marcat Dance disponen en su campo base, Vilches (provincia de Jaén), lo cual va en detrimento de la calidad artística y de modos de vidas de muchos de los mismos. Dicho eso, no hay que desmerecer lo alcanzado en esta creación que ha obtenido, ni más ni menos, que cinco nominaciones a los Premios Max del 2023.

Foto: Bianca de Vilar

Foto: Bianca de Vilar

 

Lo que se puede recoger de la existencia y lo que irradia esta compañía es por sí solo un objeto de estudio, y una joya que hemos cuidar con orgullo y cariño, porque ellos están haciendo lo que está en sus manos (basta acercarse a las dos ediciones que llevan hasta ahora del Festival Danza Contemporánea Vildanza, para cerciorarnos del peso de lo que estoy hablando). Lo que me lleva a animar a Mario Bermúdez como coreógrafo y a su equipo, a no conformarse con que El Bosque sea una absoluta delicia de pieza, porque todavía no han tocado techo. Defiendo que a ellos les queda mucho trabajo por hacer, para que de ningún modo, ni en un “despiste”…, se terminen auto encasillando en una línea de trabajo pre determinada, sino que continúen avanzando en su proceso de sofisticación y diversificación. Por si queda alguna duda, entiendo que El Bosque se proyecta en la buena dirección.

 

 

 

 

 

Comparte este contenido