Ha vuelto con fuerza el ciclo Ahora Danza! en el CICUS. Lo cual es una total alegría, siendo que es de esas citas imprescindibles en Sevilla, para ver piezas de danza contemporánea de intérpretes emergentes, o bien de gente consolidada que nos vienen con nuevas propuestas, que están dando de qué hablar.
Tal y como fue anunciado en las distintas redes sociales del CICUS (Centro de Iniciativas culturales de la Universidad de Sevilla) y de Ahora Danza! Ha habido espectáculos de danza contemporánea los pasados 6 y 13 de mayo, y lamentablemente, no nos fue posible asistir a lo programado el día 6 (CÍA. Rosa Cerdo con Hovering). Ya que se habilitó un aforo muy limitado, y la demanda fue superior. De todas formas, ello no nos desmovilizó para cubrir las tres piezas que han cerrado la edición de este ciclo del 2021. Edición que ha sido especial, porque se representaron piezas que han estado circulando dentro de las seleccionadas por la Red Acieloabierto, que ha tenido al ciclo Ahora Danza! como acogido extraordinario, cumpliendo con todas las condiciones de cualquier socio de dicha red.
Sin más dilaciones me centraré en lo que considero más reseñable, de lo representado en el patio interior del CICUS, en aquella agradable tarde de primavera sevillana.
Judith Mata con Paja-Ra: Esta es una de esas piezas en las que uno le vuelve a la cabeza, eso que tanto se reivindica por los profesionales de las artes escénicas: cuando uno está en escena no actúa durante una hora o lo que fuere, está dando muestras de los resultados obtenidos, tras un largo el recorrido profesional. O dicho de otra manera, Paja-ra es un trabajo de madurez, un trabajo que rara vez se vería coreografiado por un bailarín porco experimentado (que conste que lo digo todo el cariño), porque en cada uno de los movimiento que nos emitió esta bailarina, había una pátina: movimientos que se han estado instaurando en su cuerpo, desde su primera clase de iniciación a la danza.
Judith Mata se atrevió a hacer una profunda investigación articular, sobre las posibilidades que hay en los gestos de su rostro, etc.…, el hecho es que vimos a una intérprete “trazando” en el espacio los recorridos que ella misma se diseñó, de un laberinto que sólo nos fue identificable, porque no paraba de generar espacios en el interior de su cuerpo. En las clases de danza contemporánea que he asistido, de la bailarina y profesora Inmaculada Jiménez, ella nos decía que bailar (entre otras cosas) consiste en crear espacios dentro de nosotros, y lo que le llega al público, no es más que una consecuencia de lo que se desencadena en ese proceso (cosa que se ve muy claramente, cuando estudiamos la mecánica que hay detrás de grand plié).
Y como si lo anterior fuese poco, esta intérprete nos expone una pieza en la que pasa de un estado corporal y emocional a otro (cosa que está plasmada en la sinopsis de esta pieza, como seis “cuerpos paisajes”: Granado, águila, disparos, cierva, sirena y fuente), configurando una relación con el espacio magistral. Obvio que el trabajo corporal que he hecho alusión, le lleva a una fuerte proyección de cada una de sus segmentos, generando una suerte de oposición de fuerzas que le daban sujeción y equilibrio, y demás cosas por el estilo. Pero a ello se suma, que no soy capaz de resolver a la duda de si ella se sabe fundir con el espacio en que le toque representar Paja-ra, o bien, ella lo “deforma” con la irrupción de cada uno de sus movimientos, como si estuviese lloviendo en un lago, y hasta que pasa un buen rato de la precipitación en cuestión, las aguas no recobran su calma inicial. Desde luego, el que se representen piezas como esta, sacralizan cualquier tarima donde se hacen artes escénicas.
No bautizados con Lo invisible: Este es un montaje hecho con mucha inteligencia y mimo, en el sentido que ambos intérpretes supieron sacar el máximo partido de trabajar el uno con el otro. Dado que nos expusieron un amplísimo repertorio de sus investigaciones corporales, esto es: claro que nos ofrecieron momentos muy vistosos, hubo alguna que otra acrobacia en sus portés, etc…, pero lo que me resultó más interesante de Lo invisible, es que nos ofrecieron la apertura de una línea de investigación, que de seguirse indagando en esta dirección, tienen con que cubrir una carrera profesional entera.
Lo cual lo enlazo, con que piense que esta pieza se podría llevar mucho más lejos, hasta incluso componer un trabajo de una hora. Siento que hemos visto un working progress, más que nada, porque tengo la intuición de que No bautizados con esta pieza, apenas nos está introduciendo a lo que podría ser una brillante trayectoria profesional en danza. Desde luego me he quedado con ganas de conocer más sobre lo que han hecho, o lo que están por hacer.
Dicho lo anterior, no puedo contenerme a la hora de señalar que nos ofrecieron un recital entero, de cómo se puede ver en una pieza de danza contemporánea, donde los cuerpos de sus intérpretes se despersonifican a ratos. Llevándonos a nosotros los espectadores, a presenciar un extraordinario juego de imágenes, que hay que hacer el esfuerzo para darles un significado semántico (si uno quiere encaje un movimiento con el otro, con lo presentado en la sinopsis de la pieza en cuestión). Y por más que soy aficionado de descifrar lo que hay detrás de las piezas que cubro cada semana en los teatros de Sevilla, el caso es que hay veces en que la manera más efectiva de disfrutar una pieza, es dejar entre paréntesis que hay un contenido concreto que se está representado mediante esta noble disciplina.
No pongo en duda que lo que se vio en el patio del CICUS, ha sido fiel a lo expuesto en su correspondiente sinopsis, pero es que nos han dado momento tan hermosos, momentos tan poéticos, momentos tan emocionantes, etc…, que sólo quería ver y disfrutar, de que ante mí había una obra de danza contemporánea, capaz de gustar a todos los públicos, mientras se derrochaba calidad en escena.
Unaiuna con Gossebumbs: Es una pieza en la que ejecución de sus movimientos fue riguroso, y muy depurado. Lo cual de un modo u otro, daba credibilidad a una puesta en escena y temática, tan arriesgadas, esto es: les hablo de una obra sumamente bizarra que bebe de una cultura pop underground, que desde luego, me da mucha curiosidad a qué tan lejos no pueden llevar este registro que enriquece a la danza contemporánea. Por tanto, había momentos que a pesar del total control que tenían sus intérpretes de lo que hacían en cada instante, uno no sabía exactamente qué estaba pasando, o sí esa pregunta era la correcta a la hora de encarar una pieza tan inclasificable.
De lo que no me queda duda, es que el mero hecho de ser representada, ya suponía una celebración a bailar por el hecho de bailar. No quiero decir que Gossebumps fuese algo que no tuviese contenido o profundidad, sino que en realidad, ésta se desmarcó desde el primer momento de una tradición escénica de danza y teatro, para emprender su propia aventura asumiendo todas las consecuencias. Por tanto, calificativos tradicionales como “bello”, “feo”, “sublime”…, quedan fuera de su órbita.
De cualquier modo, es de esas piezas que te dejan pensando días sobre si uno ha podido seguir lenguaje, o si a uno le gustó, más allá de intentar cuadrar todo a las preferencias propias. Y por más que uno ya tenga un criterio más o menos formado a la hora de percibir cualquier manifestación artística, el caso es que hay que ser justo con lo que se ve, es decir: calificarla desde sus propias categorías, sino uno terminaría exigiendo cosas a los intérpretes, como si ellos fuesen “empleados” de uno mismo. Y nada de eso, las artes escénicas suponen un diálogo, no un servicio. Seguiré pensando…