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Coincidiendo con las actividades del Día Internacional de la Música, se inaugura El disco de mi vida, exposición fotográfica de Alfredo Arias y los testimonios recogidos por Luis Miguel Flores. Mala Rodríguez, Rocío Márquez, Miguel Ríos, Marc Ros, Niño de Elche o Servando Carballar aparecen junto a sus álbumes de cabecera: Digable Planets, Lole y Manuel, Elvis Presley, The Who, Antonio Mairena y Kraftwerk.

Alfredo Arias y Luis Miguel Flores. Foto: daltonic color obsesión

Alfredo Arias y Luis Miguel Flores. Foto: daltonic color obsesión

 

El objetivo de Alfredo Arias ha inmortalizado a celebridades del cine, televisión, literatura … y las figuras más relevantes del panorama musical nacional e internacional. Sus fotos aparecen en las principales cabeceras de prensa, revistas y medios especializados, junto con las principales marcas de moda, automoción, bebidas o tecnológicas.

Luis Miguel Flores lleva tres décadas como periodista musical y redactor jefe en las más importantes revistas, cadenas de radio y televisión. En este tiempo ha entrevistado a Mariah Carey, Lenny Kravitz, Blur, Pet Shop Boys, Robert Palmer, Miguel Bosé, Barry White, Gwen Stefani, Dover o Julieta Venegas.

La Mala Rodríguez. Foto: Alfredo Arias

La Mala Rodríguez. Foto: Alfredo Arias

 

Mala Rodríguez
Disco: Digable Planets “Reachin’ (A New Refutation of Time and Space)” (1993)

Tengo el recuerdo de haber escuchado estas canciones rollo 1995. Fueron de las primeras de hip hop que me volaron la cabeza: había una chica y me encantaba su estilo: ese rollo pausado, una onda nueva. Metían muchos elementos jazzeros, y a mí me encantaba el jazz. Fue un descubrimiento total, y de hecho yo lo que quería era ser ella, quería rapear como Ladybug Mecca y la cogí como mi referente. Poco después de escucharlos di mi primer concierto y todo salió mal, empecé a gritar y me quedé afónica. Pero ella me dio pie a saber cómo se podían hacer las cosas. Es de los primeros discos de rap que simbolizaron algo genuino para mí, que marcaron mi camino. A Ladybug la he “acosado” por redes hasta que me ha seguido. Y de vez en cuando nos mandamos mensajes. Me encanta saber que sigue tan hermosa como siempre y que sigue haciendo cosas. Es muy bonito. Pero nunca he podido ver a Digable Planets en directo.

Antes de llegar Internet una casi no podía elegir sus influencias. Yo escuchaba básicamente la música que ponía mi tío en casa: mucho jazz, rock progresivo, copla y flamenco. Un mejunje “tó guapo”. Además de lo que cogíamos en la radio en Cádiz: música Rai de Argelia y música de Marruecos. También empecé a escuchar r’n’b de En Vogue o Mc Lyte, y eso me volvió loca. De ahí pasé al hip hop. Ahí descubrí mi lenguaje. Tenía amigas que tocaban flamenco e incluso un amigo del instituto que hacía death metal. Me parecían cosas interesantes pero no me acababan de llegar. El hip hop te hacía escribir y encontrar tu estilo: me parecía muy libre y yo quería contar algo profundo.

 

Servando Carballar - Aviador DRO. Foto: Alfredo Arias

Servando Carballar – Aviador DRO. Foto: Alfredo Arias

 

Servando Carballar (Aviador DRO)
Disco: Kraftwerk “The Man-Machine” (1978)

En 1978 teníamos un grupo punky que se llamaba Los Drugos. Nuestros grupos favoritos eran The Stranglers, los Pistols, los Undertones, los primeros Ultravox… Un día leí en las revistas que iba a salir el primer disco de Blondie, que nos gustaban mucho a Arturo Lanz (luego en Aviador Dro y Esplendor Geométrico) y a mí. Entonces fui a la tienda a comprarme el LP de Blondie y justo al lado estaba el “Man Machine” de Kraftwerk. Yo no sabía quiénes eran ni nada, pero me llamó mucho la atención la imagen del grupo y me lo compré por la portada y por los títulos de las canciones (“Spacelab”, “Metrópolis”…) porque era muy aficionado a la ciencia ficción.

Cuando lo empecé a escuchar no entendía nada. Me sonaba un poco a Giorgio Moroder, por los secuenciadores. Pero era otra cosa. Lo escuché tres veces seguidas porque no conseguía que mi mente penetrase en la propuesta… pero me fascinaba de alguna manera. De repente se me revelaron las neuronas y me lo aclararon. Empecé a sumar 2 + 2: el expresionismo alemán, el futurismo… y al final es el disco que más ha influido en toda la carrera de Aviador Dro. Desbarató todo lo que conocía hasta ese instante y lo reemplazó. De manera que dijimos “esto es lo que queremos hacer”. Empezamos a escuchar rock alemán (Neu!, Faust, La Dusseldorf…) y en el anuncio que pusimos para buscar a la gente que luego formaría con nosotros Aviador Dro y los Obreros Especializados, especificamos que queríamos hacer rock alemán tipo Kraftwerk.

 

Rocío Márquez. Foto: Alfredo Arias

Rocío Márquez. Foto: Alfredo Arias

 

Rocío Márquez
Disco: Lole y Manuel “Nuevo día” (1975)

La primera vez que escuché “Nuevo día” fue en casa. Tenía 7 u 8 años. Yo ya andaba por las peñas, metida en entornos en los que podía escuchar flamenco tradicional. Lo tenía puesto mi madre (era uno de sus favoritos) y fue un flechazo. En gran medida, parte del por qué me enamoré del flamenco es por este disco. Y sobre todo, fue un momento en el que vislumbré toda la amplitud que podía tener. Viéndolo con en perspectiva, también marcó mucho mi visión del arte y del flamenco: esa libertad con la que ellos entendieron la raíz.

Hay una parte en la poética que sostiene que me parece totalmente conmovedora; y hace una revisión importante, integrando todos los códigos tradicionales en nuevas composiciones para volver a las temáticas de siempre desde una nueva perspectiva, haciéndolo a la vez con una belleza estética impresionante. Esa renovación del flamenco para mantenerlo vivo y otorgarle la libertad de ser hijo de su tiempo… en eso fueron unos valientes. Quizá lo que más me llega de este disco es ese darse permiso. Lole y Manuel eran muy auténticos, y esa autenticidad es lo que más flamenco me parece. “Nuevo día” fue un punto de inflexión 4 años antes de “La leyenda del tiempo” (1979) de Camarón, pero yo incluso me iría antes, a Smash. De hecho dudé entre Lole y Manuel y Smash, pero “Nuevo día” me conecta más a nivel emocional con mi infancia.

Ganar la Lámpara Minera en 2008, con 22 años, fue un punto de inflexión. Se abrieron puertas, trabajé con músicos a los que admiraba, el escenario empezó a ser escuela. Por miedo a decepcionar, empecé a repetirme. Yo soy más inquieta: el cuerpo me pide ir buscando; pero reprimí ese impulso de tal manera que llegué a no sentir nada. Paré y me di margen. Afortunadamente empecé a permitirme. Llegaban artistas que me llevaban a registros que no había explorado. Empecé a tener una visión nueva. Uno de mis salvavidas fue “Nuevo día”: equilibra perfectamente tradición, raíz, lo auténtico… con la necesidad que tienes de transmitir lo que deseas en el momento. Algo tan natural como ser permeable, incorporar lo nuevo, que a veces no nos permitimos por los prejuicios. En ese momento, “Nuevo día” fue un impulso.

Nunca he visto juntos en directo a Lole y Manuel. A él le he podido ver muy de cerca, en una fiesta. A Lole he tenido la suerte de oírla cantar en varias ocasiones y de compartir el escenario con ella. Con ella he tenido conversaciones profundas, y he aprendido esa visión más espiritual de la vida que enlaza tanto con cómo me llega su sonido. Me doy cuenta de que parte de lo que busco cuando la escucho es eso: esto viene de otro lado, no viene de aquí. Obviamente ella es un canal y lo que le llega es algo mucho más grande.

 

Marc Ros - Sidonie. Foto: Alfredo Arias

Marc Ros – Sidonie. Foto: Alfredo Arias

 

Marc Ros (Sidonie)
Disco: The Who “Sell Out” (1967)

Lo descubrí en 1994/1995. Tenía 20 y muy pocos. En esa misma época descubrí “The Piper at the Gates of Dawn” de Pink Floyd, el “Sgt. Peppers…” de los Beatles, “Their Satanic Majesties Request” de Rolling Stones u “Ogden’s Nut Gone Flake” de Small Faces. Cualquiera de ellos podría haber sido el elegido. Pero me quedo con este porque me llamo la atención desde la portada hasta su conexión con el pop-art.

Fue una época de descubrir una serie de discos de 1967: creo que en ningún año de la historia del rock han salido discos tan buenos. Concebidos como si fueran un todo, una novela o una película. Te invitan a tumbarte en el sofá, ponerte los cascos y que te cuenten una historia. Que cada canción esté perfectamente secuenciada, bien pensada para que haya una trama, es algo que me apasiona. Es algo que he perseguido toda mi vida en la música.

The Who es buen puente entre la generación de los grupos de garaje y la psicodelia más fina de los Beatles y del underground. Aparte, conciben este disco como un programa de radio con sus jingles, lo que me parece muy original. Generan un vínculo con el pop art y resumen a la perfección el espíritu del Swinging London. Cada vez que escucho el disco me dejo llevar por su magia y me emociona igual que la primera vez.

 

María Rodés. Foto: Alfredo Arias

María Rodés. Foto: Alfredo Arias

 

Maria Rodés
Disco: Lhasa “La llorona” (1997)

Debí escuchar “La llorona” por primera vez en 2010, más o menos. Me sorprendió mucho la producción del disco: es muy natural, muy orgánica; tiene sonido de agua, de viento. Eso me atrapó desde un inicio. Yo ya estaba haciendo música, y de hecho descubrí a Lhasa de Sela gracias a Maru Di Pace, que fue la productora de mi disco “Sueño triangular” (2012). Me atrajo también porque era algo parecido a lo que yo venía haciendo: grabar sonidos naturales. Hubo una conexión y una afinidad desde el principio: sentí una sensibilidad parecida en Lhasa, y además me ha ayudado a definir cierta estética en algunos de mis discos, es una referencia a nivel de producción. Quizá especialmente en el último, “Lilith”, que está inspirado por las brujas y es mi disco más folclórico. De hecho hay mucha influencia del mundo mexicano en canciones como La extraña o Con los pies desnudos. La instrumentación de “La llorona” fue muy inspiradora para “Lilith”, toda su atmósfera tiene algo muy mágico. De hecho, ambas son figuras un poco paralelas en lo mitológico.

Lo veo como un disco que tiene mucha fantasía, en el que el folclore está tratado de una forma muy personal. Me cuesta, pero me gusta, encontrar artistas que tengan un sello tan identitario, con tanta personalidad. Además este disco transpira esa fusión, esa mezcla de identidades de la propia Lhasa. Está mirando a esa cultura mexicana tan mágica desde la óptica de una mujer estadounidense y a la vez francófona.

A día de hoy ya casi no escucho “La llorona”. No conecto con él de la misma forma. Me sigue acompañando pero no con la misma intensidad. El enamoramiento más pasional ya pasó, ahora es un amor más tranquilo. En realidad, no escuché mucha música durante el confinamiento, pero sí compuse mucha música, y con ella hice mi pequeño refugio frente a una realidad que me superaba en todos los sentidos encerrada en un piso de 35 metros cuadrados. De hecho compuse mi próximo disco al completo.

 

La exposición El disco de mi vida puede verse hasta el 31 de agosto en el Fórum de Fnac Callao.

 

 

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