Larvae Apogee es de esas piezas que hacen darse cuenta al espectador que ha de adaptarse al ritmo de lo que le rodea. Y justo allí corresponde que éste dé de su parte para que el encuentro entre los profesionales en juego y el conjunto del público, se consuma por entero.
Da igual si uno está más o menos acostumbrado a la “atropellada” vida de las grandes ciudades nosotros, los espectadores, hemos de ser generosos a la hora de escuchar lo que se está planteando en todas de sus dimensiones, de lo contrario, la versatilidad de las artes escénicas contemporáneas se vería constreñida y, en parte, desaprovechada. Conduciéndonos a una estancia de “producción en cadena” de creaciones que, aunque no tienen por qué estar mal montadas, estarían regidas bajo cánones que bordearían lo arbitrario. En este sentido, la programación que nos ha ofrecido a día de hoy el equipo de 8×5 Project, es muy ilustrativa.
Ahora bien, corresponde analizar cuáles son las lógicas que sustentan al trabajo en juego, desde qué lugar parte para dirigirse a su horizonte… Más aún, si estamos hablando de una pieza que, básicamente, expone el modo de operar de su “Naturaleza” y sus “habitantes”. Por tanto, si uno decide ponerse exigente con lo que se está viendo, debe preguntarse si se ha llegado lejos o se ha quedado en la fase de “investigación”; si estamos ante un work in progress o una pieza que está en medio de una gira; si los profesionales implicados han sido ambiciosos para con lo que han querido transmitir o bien están “tirando de rentas” para salir de un “aprieto”; etc.…
En esta creación Itxa Sai y Cristián González no se han conformado con hacer una interpretación de la fase larvaria de algunos animales, como vehículo para reflexionar sobre el tema de la identidad en esta edad contemporánea (tal y como se nos indica en la sinopsis de Larvae Apogee), sino en realidad, ello fue una de las “paradas” que atravesaron durante un camino que priorizó su búsqueda de un tipo de movimiento y la construcción de un marco conceptual que la fundamentase, de tal manera de que no sea “una pieza más”. Dando pie, a desvelar cuál fue el “mapa” que trazaron de forma compartida, para luego recorrer lo “cartografiado” durante la representación de Larvae Apogee.
Lo cual denota un alto grado de compromiso y responsabilidad para con la profesión a la que se deben. Piénsese que la mayor parte de credibilidad que se le puede conceder a una creación de estas características, descansa en si es consecuente o no con sus premisas. Ya las “graduaciones” con las que se desenvuelva a lo largo de su composición y representación, es propia de la interpretación de cada uno de los profesionales en juego. Incluyendo, en casos como este en el que hay partes en el que se valen de improvisaciones pautadas y otras “cerradas”, siendo que el imaginario Larvae Apogee sugería que se han de “desatar” en escena a aquellas criaturas que ellos llevan “invocando” desde el primer día que se pusieron a trabajar en este proyecto y, en otros momentos, exhibirlas en la “fase evolutiva” que han alcanzado a lo largo del desarrollo del mismo
Así nosotros, los espectadores, quedamos durante la representación en un “limbo”, en el que las leyes del espacio-tiempo se vieron momentáneamente en suspensión: Hasta nos habíamos acostumbrado a la irrupción del olor a la tierra y abono que habían desplegado en el espacio del fondo de la galería Modus Operandi. Indicios de que Itxa Sai y Cristian González consiguieron una de las cosas a las que todo profesional de lo escénico debería apuntar, que es generar una sensación de extrañamiento y desorientación en sus espectadores una vez que “retornan” al cotidiano.
En fin, estas han sido una serie de cosas que me impulsan a levantarme a aplaudir a estos dos profesionales, ojalá se encuentren en el camino más programadores que sepan valorar el enorme potencial que hay en personas que hace mucho dejaron de ser “promesas”.