Una nueva edición del Festival Huellas llenó de danza contemporánea a la plaza Santo Domingo de Aracena (Huelva). Proyectos como este, impulsan a que los habitantes de dicha localidad puedan reencontrarse con sus espacios públicos, reapropiándoselos. De tal manera que esa plaza no sólo es un lugar agradable para sentarse en un banco con buena compañía; sino que además, lo resignifica ampliando sus posibilidades.
El proyecto Huellas lleva desde el 2001 trayendo danza a diversos espacios públicos, con el fin de acercarla a quien fuera que vaya circulando por las calles, plazas…, algo así como “si hay quien no ha ido a un teatro a ver danza, pues la danza irá a los espacios públicos”. Y aunque esto no sea demasiado novedoso, el caso es que para los profanos de la danza o los que recientemente se está introduciendo como espectadores a este arte, resulta de un atractivo difícil de desatender. Este proyecto se ha desarrollado en localidades de todas las provincias andaluzas, en Valladolid, entre otros sitios; gracias a la colaboración conjunta entre Eléctrica Cultura, y los correspondientes ayuntamientos (más otras entidades) en dónde se ha programado estos espectáculos de danza contemporánea y artes del movimiento.
Por otro lado, el Festival Huellas pertenece a la Red Acieloabierto (Red de Festivales de Danza Contemporánea en Espacios No Convencionales), lo cual, entre otras cosas, ha facilitado que piezas que se han representado en muchos minicipios de España, se vean en pequeñas localidades como es el caso de Aracena. Lugar que aunque tenga su programación de artes escénicas, no siempre se reserva un espacio específico a estas manifestaciones artísticas. Y por si queda alguna duda, esto sucede en todas las localidades españolas, como signo de la gran labor de divulgación y fomento de la danza, que se está haciendo a través de los que forman parte de esta red. Organización que ha favorecido que los intérpretes y compañías, tengan la oportunidad de representar sus respectivos trabajos, en sitios fuera y dentro de sus Comunidades Autónomas de residencia; como también, moverlos más y más para seguirlos madurando e incluso sublimarlos.
Una de las cosas que caracterizan a las programaciones de esta red, es que siempre las mismas son netamente variadas y equilibradas, de tal manera que los que estamos más familiarizados con la danza contemporánea, podemos compartir el mismo espacio en pie de igualdad, con quienes se están iniciando, o bien hayan pasado de casualidad por aquella plaza que se ha convertido en un escenario. Con el aliciente, de que las compañías que estén demasiadas acostumbradas a actuar en las “cajas negras” de los teatros, han de replantear alguno de los aspectos de sus coreografías, siendo que el terreno y la disposición del público, son diferentes a los que llevan a cabo en los teatros. Por tanto, esta y demás iniciativas no dejan de sumar para que esta noble disciplina no pare de crecer. Así que vamos a centrarnos en lo que se representó el pasado 9 de julio en la plaza Santo Domingo de Aracena:
Cía. La Basal (Sevilla) (Rocío Barriga y Luna Sánchez) Quiral 1,5m: Esta joven compañía ha sido mi gran descubrimiento de esta temporada 2020-2021, incluso Quiral sigue siendo lo que más me gustado de dicha temporada. Una de las razones de este entusiasmo que alcanza el enamoramiento, es que en realidad no han hecho nada espectacular, ni siquiera algo innovador. Es más diría que Quiral, es uno de los escalones que están transitando estas dos intérpretes andaluzas, para que pasen de ser vistas como una compañía emergente a una compañía profesional consolidada. Por tanto, defiendo que ellas están todavía desarrollando su línea de trabajo: y si esto es lo que nos están dando a día de hoy, no soy capaz de imaginarme lo que está por venir.
Para introducirnos de lleno en el análisis de Quiral, conviene introducir qué significa la palabra que le da título a esta pieza. Esto es: El concepto de Quiral en química, es algo que es inherente a cada molécula, propiedad que sale a relucir si lo hacemos en medio de un ejercicio de comparación, con su imagen especular; así ésta quedaría indicando, que cada molécula tiene otra que sería percibida como diferente al ser puesta en otro plano. Lo cual supone que si esa molécula es contrastada con su imagen especular, ambas imágenes no son superponibles.
Por tanto, las integrantes de La Basal han tenido el atrevimiento de abordar una cosa tan abstracta al lenguaje de la danza contemporánea, pudiendo hacer algo similar o no, sin asumir semejante compromiso. En este punto se sitúan en algo que oscila entre la temeridad y estar por salir a la luz como unas grandes coreógrafas (y como se pueden sospechar yo me decanto por lo segundo). Porque han sabido humanizar algo que es inhumanizable, han sabido mostrarnos que una composición no precisa de acrobacias inalcanzables, ni “fuegos artificiales”, entre otras cosas. Pues, la simplicidad y la elegancia de este trabajo, es lo que lo sitúa como algo hecho con madurez.
Empezando por cómo han equilibrado sostener una imagen con acelerar los enlaces, y todo ello con la genialidad de que justo esos “enlaces acelerados”, son precisamente lo que nos daban “oxígeno” para que la pieza no nos resulte tan desbordante a nuestras emociones, y consiga conservar un dinamismo que la dota de volúmenes, texturas que se proyectan por todas la direcciones del escenario. Los cuerpos de Rocío Barriga y Luna Sánchez los he percibido como infinitos (y que conste que sus brazos estuvieron casi toda la pieza unidos), cuerpos que se fundieron como “siamesas”, con fin el de llevar lo más lejos posible las elementales pautas de improvisación a las cuales se encomendaron para materializar Quiral. Sí elementales, pero lo suficientemente fecundas para que salga algo que de ninguna otra manera hubiese salido.
Insisto no es un trabajo espectacular, tan sólo fueron coherentes con los que se propusieron, siendo enriquecido con una fraternidad y una intimidad entre sus intérpretes y creadoras, que nos fue generosamente compartido a nosotros los integrantes del público. Y esta una de las cosas que proporciona belleza a esta pieza, ya que supieron trasladar sus anhelos e inclinaciones interiores, a través de algo que algunos pueden calificar como pretencioso (traducir el concepto de Quiral, a una pieza de danza contemporánea); sin embargo acallaron tales sospechas, interpretando esta pieza con convicción y mimo por lo que estaban haciendo. O dicho de otra manera, esta es la tercera vez que veo Quiral, y es la ocasión en que más tenacidad me ha llegado desde el interior de estas intérpretes, al mismo tiempo, que sostenían el ambiente de solemnidad y calma que propicia este trabajo a sus espectadores.
Desde luego sus agendas profesionales de estas últimas semanas han sido una locura (basta haberlas seguido en sus redes sociales para verificarlo), y ellas han sacado de sus entrañas un pase que denotaba un empuje que es un tesoro que pocos saben conservar a lo largo de su trayectoria en la danza.
Les aseguro que me puedo detener en más detalles, pero he de continuar con las demás piezas. Si tienen interés en los mismos, nosotros en Achtung hemos publicado el pasado 22 de marzo un artículo hablando concretamente sobre esta pieza (una pase hecho en el Centro San Miguel de Alacalá de Guadaira-provincia de Sevilla-), aunque en ese caso nos presentaron una versión algo más larga que en esta ocasión en Aracena.
Cía. Silencio Danza (Málaga) (Intérpretes: Nieves Rosales y Raúl Durán. Dirección: Nieves Rosales) La Ceremonia de la despedida: Yo ya lo dije en el artículo que escribí sobre esta pieza en la revista Achtung el pasado 21 de mayo (comentando un pase que hicieron en la plaza de los pintores de San José de la Rinconada –provincia de Sevilla-, que si tienen interés en ahondar en cosas que comentaré, les invito a que lo lean), esta pieza no pretende ser terapéutica, ni dar soluciones rápidas a los problemas personales de nadie. Pero es inevitable sentirse interpelado en tanto ser humano que ha tenido algún tipo de vínculo con una persona, que aunque se haya ido de nuestras vidas (por el motivo que sea), se ha quedado con una parte de nosotros. Sin olvidar que aunque uno consigue recomponerse, valerse de nuevas fórmulas para conducir nuestras relaciones humanas que alcanzan un alto grado de intimidad y entrega; siempre, siempre su recuerdo nos removerá.
De todas formas, La Ceremonia de la Despedida se focaliza en cómo el proceso de duelo por el que uno pasa (individualmente y acompañado de la persona con la que se tiene tan fuerte vínculo), se desarrolla como una forma de indagar que ello es más importante que un simple tránsito, o un mal trago por el que uno ha de pasar si o sí, para iniciar un nuevo ciclo vital. Es decir: se trata de proponer que nosotros los seres humanos hemos dedicar más tiempo a todo lo que he enumerado, de lo contrario estamos de paso en nuestras vidas tratándolas como un trayecto dedicado a la satisfacción de necesidades del tipo material, o que no supongan mayor transcendencia a nivel filosófico e interpersonal.
Si es que mostrarse vulnerable ante la “galería” no deja de ser visto como un tabú, un signo de exhibicionismo o debilidad. Desde hace mucho he defendido el valor de mostrarse vulnerable, y de ser bien llevado ese estado, se pueden sacar de las cosas más hermosas y sinceras de nuestra condición humana. Y precisamente esta pieza interpretada por Nieves Rosales y Raúl Durán, me afianzan en esta idea proporcionándome un ejemplo gráfico que escenifica, que el ser y mostrarse vulnerable, no entra en contradicción con ser una persona madura e íntegra. Lo digo porque se nos presentan dos personajes adultos que por dignidad y respeto hacia ellos mismos, no pueden negar la realidad de sus pensamientos y emociones. Y aunque hayan decidido despedirse de esa persona (sea la intimidad representada en sus solos, o bien en las escenas en las que están interactuando uno con el otro), ello no quita que no merezca la pena “saborear” este tipo de procesos para poder aceptarlos e integrarlos en nuestro interior.
Raúl Durán se movía con elegancia, sobriedad y corrección técnica. Mientras la presencia escénica de Nieves Rosales generaba tal emotividad, que hasta me costaba verle directamente a su rostro (no vaya ser que uno pierda el control sobre uno mismo). Dichas cosas destacables de estos profesionales andaluces, es una manifestación de cómo se complementaban, de cómo una pieza de más de un intérprete, no requiere que los que están en escena estén haciendo lo mismo al unísono. Siendo que modelos como los que ha apostado La Ceremonia de la Despedida, nos demuestran la riqueza que hay en una unidad constituida desde la multiplicidad.
Cía. Lŏkke (Bilbao) (Coreografía: Olatz De Andrés, con la colaboración de las intérpretes. Intérpretes: Pilar Andrés y Natalia G. Muro) Doppel-Leo: La figura del Doppelgänger, es también conocida como “la sombra o el gemelo malvado“, es un concepto que ha aparecido en diferentes culturas a lo largo de los siglos y que se considera un signo de mal augurio y muerte ( La palabra viene de doppel, que significa doble, y gänger, que quiere decir andante, y hace referencia a aquellas personas que, por causas naturales o sobrenaturales se ven a sí mismos en algún momento de su vida). Por tanto, esta pieza se acoge a un tema que ha causado controversia entre místicos de diversas culturas, y científicos que lo califican como fallo de percepción de nuestro cerebro. Pero afortunadamente, allí están las artes escénicas para conducir semejantes cosas a una dimensión donde lo anterior queda entre paréntesis, para que la realidad a la cual hace alusión, se amplié en sus posibilidades hermenéuticas.
Ahora bien, Doppel-leo forma parte de un proyecto de la Cía. Lŏkke, en la que la misma se sitúa como “una cápsula coreográfica que camufla y funde dos cuerpos en un ir y venir de lo escultórico a la movimiento”. Este fragmento de su sinopsis nos advierte el arduo trabajo de investigación por el cual se ha pasado para el montaje de esta pieza. Esto es: lo digo porque aunque se haya conseguido dar con un tema interesante, ello no quita que los haya más difíciles de abordar a través de la danza. Es un hecho que la danza contemporánea nos proporciona unos parámetros tan amplios, que con conocimiento de causa, es posible articular unas cosas con las otras, pero salir airosos de semejantes “aventuras” está al alcance de pocos.
He allí que esta pieza se valga de una serie de elementos estéticos, para ganar credibilidad ante los espectadores que se han leído la sinopsis y demás cosas por el estilo. Dado que no basta poner a dos intérpretes en escena reproduciendo movimientos similares al unísono, y luego conectar y desconectar, etc…, estas ideas quizás puede que haya resultado de utilidad a la hora de dar inicio el montaje de Doppel-leo. Sin embargo, cuando se ve que están en escena las bailarinas Pilar Andrés y Natalia G. Muro con esos trajes a cuerpo completo de estampado que simula el pelaje de un leopardo…, uno se da cuenta que lo que vimos nosotros los espectadores, tan sólo es una síntesis de un proceso que sigue en movimiento.
He allí que ver este trabajo resulte tan inimaginable desde el primer momento, porque penetrar en tal grado de barroquismo en su puesta en escena, la selección musical y los movimientos de su coreografía… Eso sí, llevarlo tan lejos como lo llevo la dirección de Olatz De Andrés, ha supuesto que nos encontráramos con un paisaje tan bizarro, que hasta sus intérpretes se les pueden percibir como seres de una dimensión paralela a la nuestra. He allí que se precise hacer un esfuerzo extra para que el espectador entre de lleno en Doppel-leo (ejercicio más que necesario, dependiendo de lo que se haga. Y este caso ha quedado justificado), siendo que se recompuso de una manera netamente formal, a elementos que se resignificaban al ser codificados de la manera en cómo lo han sido dispuestos en la misma.
Les estoy hablando sobre que Doppel –leo configuró una suerte de “lenguaje interno” en el cual cualquier coincidencia con nuestra realidad cotidiana, es mera casualidad. Y de dichas casualidades en donde se acoge para que nosotros espectadores, no nos quedemos con que esta pieza es “agitación en el espacio con movimientos bien ejecutados”, ya que por así decirlo, la pieza se asoma y se aleja de nuestra realidad cotidiana, para que así nosotros los espectadores podamos hacer un trabajo de abstracción de lo que se está representando. Dándonos margen a interpretaciones que nos permitan percibir esta experiencia como algo nuestro, no como una cosa propia “de otro planeta”.
¡Es fascinante! Dado que no es común que se les proponga a los espectadores un ejercicio tan necesario para dotarlos de herramientas, para que la próxima vez que vaya a ver danza, se encuentren más curtido. Todo ello en paralelo, con plantear un imaginario que da para años de trabajo y muchas piezas hermanadas. Desde luego agradezco este tipo de atrevimientos, y que se haya hecho tan concienzudamente, porque tengo la impresión que si un coreógrafo poco experimentado se hubiera aventurado a tal cosa, quizás se hubiese quedado en un “balbuceo”.
Adrián Manzano & Diana Wondy (Cádiz/Madrid) Lo que yo canto: la sinopsis, la relación que se nos muestra entre los dos intérpretes de esta pieza, la disposición corporal de ambos en cada una de sus acciones, entre otras cosas, nos conducen a pensar en las oposiciones que localizamos a lo largo de nuestra historia, entre opresores y oprimidos. Relaciones dialécticas que se identifican entre blancos caucásicos y personas racializadas, entre personas cis-hetero y personas LGTBI+ y demás cosas por el estilo. No obstante, cuando uno se concentra en el contenido de la letra de la versión de Silvia Pérez Cruz de Gallo rojo, Gallo negro que han escogido para la ocasión, y cae en la cuenta del origen de dicha canción (lo desencadenado tras el establecimiento de la dictadura fascista de Franco, tuvo una de sus manifestaciones esta composición del cantautor Chicho Sánchez Ferlosio en 1963), parece que no hay mucho más margen para que nuestra imaginación cabalgue a rienda suelta.
Entonces ¿Pensamos que Lo que yo canto es un trabajo que sólo trata sobre el conflicto que más ha marcado la mayor parte de la historia de España de las últimas décadas? ¿Se acabó? En su contenido debe de haber algo más…, pues sólo me queda aventurarme en que esta coreografía se pudo haber hecho para cualquier otro de los conflictos que he mencionado anteriormente. Siendo que el abuso de las posiciones de poder y la resistencia como un modo de dignificar la vida de uno, son roles que se han ejercido en numerosos escenarios, de la historia de las relaciones entre seres humanos.
Desde luego resulta tentador ponerse del lado del papel que interpreta Adrián Manzano, quien con su mono rojo y sus acciones, nos dejan claro cuál “gallo” es. Pero si “jugamos” a eso, nos estaríamos privando de la idea de que toda guerra, todo conflicto al que se acuda a mecanismos violentos para que se “solucionen”…, no son más que formas de deshumanizar al otro. Es un hecho que las guerras nos conducen a la barbarie “gane” o no el bando que parecía más desventajado o con unos principios morales “más exhibibles”. Siempre en las mismas, las victorias se erigirán por encima de un montículo de cadáveres de personas (sea cuál sea el bando al que pertenezcan, o el nivel de implicación que habrán tenido en dicha contienda).
Por tanto, mi deseo por disfrutar de esta pieza y confiar en la madurez de estos dos intérpretes, me conducen a verla como algo que aunque alude directamente a la Guerra Civil Española, el caso es que acudieron a dicha referencia para todos los que integramos al público, nos introduzcamos en este tipo de dinámicas. De lo contrario se corría el riesgo de que viéramos una pelea entre “dos gallitos haciéndose los chulos”.
Naturalmente puedo estar equivocado, pero es que me sorprendería que fuese de otra manera, dado que la pieza está montada con tanta inteligencia. Esto es: para empezar Lo que yo canto, me parece un ejemplo muy pedagógico sobre cómo darle sentido y significado al trabajo de portés y de danza contact, porque si no se usa con este tipo de fines, sólo se estaría uno entrenando para ampliar versatilidad en el trabajo de dúos, o bien por algo lúdico. Dado que Diana Wondy y Adrían Manzano , los han empleado para darle dramatismo sobre cómo sus respectivos personajes precisan derrotar al otro para que lugar en el mundo, su identidad queden asegurados. Si no su contrincante les haría desaparecer al menos ontológicamente, siendo que estamos hablando de las consecuencias de una lucha dialéctica.
He allí que defienda que el mayor peso de su interpretación está en cómo desenvuelven sus cuerpos en el espacio, en relación a su contrincante y a ellos mismos, siendo conscientes de las implicaciones de una derrota. Por tanto, si algún espectador se quedó con la idea de que “exageraban” emitiendo las “ondas expansivas” que se generaban en los cuerpos de sus intérpretes tras cada una de las acciones en escena. Entonces les invito a al menos quedarse con que ello es un síntoma de que mantuvieron, permanentemente, las suspensiones, las inercias, y demás cosas por el estilo, que me hacen afirmar que en Lo que yo canto sólo se hizo un movimiento ¡Extraordinario!
Justo hacer creer a sus espectadores (o uno, si es el caso) de una cosa parecida, ya hace que sea cuáles sean los movimientos que se hayan escogidos, todos quedan justificados e incluso se hacen imprescindibles para que funcione. Si es que cuando veo a jóvenes bailarines haciendo cosas así mi corazón se ensancha, porque he tenido ante mis ojos a personas que darán todo lo que tienen para que la danza continúe luchando por su supervivencia, y encima luciéndose.
Judith Mata (Huelva) ¿Bailamos? Taller para que el público baile: Cuando veo programadas este tipo de actividades en un festival de estas características, las primeras cosas que yo pienso es que es una buena idea pero no es indispensable. No obstante, cuando uno participa en ellas y las observa en su desarrollo, encuentra que al menos una parte de los que integraron al público vuelven a sus casas con otro cuerpos: sintiendo que la danza no sólo es propiedad de los más “versados”.
El entusiasmo que iba contagiando Judith Mata de bailar por el mero hecho de bailar, hacía que no sólo por respeto se le dé una oportunidad a sumarse. Y no es que los que se quedaron únicamente mirando no participasen, pero desde esa postura uno se pierde una parte importante de lo que está sucediendo. A dónde quiero llegar, es que si alguno de ustedes se topa con una cosa así, les animo a que prueben un poquito, porque mínimo saldrán con una sonrisa y unas cuantas risas ya recorridas.
Es un gusto que Judith Mata haya hecho este trabajo tal y como lo hizo (con gran variedad de dinámicas y juegos), y quién sabe si alguno de los pequeños que participaron, localizan en ese ratito, un precedente para bailar un más allá de divertirse con un poco de música.