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La banda neoyorquina elige (nuevamente) la Sala X para presentar la gira correspondiente a su sexto álbum, Street Sermons (2023), y nos dan buena muestra de lo que mejor saben hacer: blues punk-rock crudo, directo y extraordinariamente entretenido.

 

Como no podía ser de otra manera volvieron a su casa sevillana. Haciendo gala de su nombre, la araña de largas patas volvió a tejer ese universo musical primigenio, crudo y áspero que tanto nos gusta. La rasposa voz de Brian Hurd (acompañada de su frenética y efectista armónica), la distorsionada guitarra de Murat Aktürk, y los ritmos casi tribales de la percusión de Josh Styles (conseguido en gran parte a través del golpeo del timbal base con una maraca) encuentran un complemento perfecto en el teclado de Dave Klein, encargado de cerrar el círculo melódico.

La audiencia lo sabía, y llego al evento con las correspondientes cervezas y chupitos de Bourbon encima para abarrotar una Sala X engalanada como en las mejores ocasiones. Las patillas canosas, los Marlboro, los jeans apretados y las camisas cincuentonas actuaban de adecuado atrezo a lo que se preveía como una noche para recordar.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

 

Tras la clásica apertura con Long John’s Jump, el repertorio fue progresando entre sus clásicos bluesrockeros potentes e imprescindibles (Ding Dong Dang, Pink Lemonade…), algunas licencias que mostraban el “corazoncito” del artista (Blood From a Stone) y los himnos de taberna como Winners Circle o Theme from Daddy Long Legs.

Mención a parte merecen las dos versiones inesperadas que nos regalaron los de Brooklyn: el Ramblin´ Gamblin´ Man de Bob Seger y el Fire And Brimstone de Link Wray sorprendieron y gustaron a partes iguales al público más nostálgico, ya de por sí entregado al éxtasis del rock primitivo. La energía, desparpajo y potencia del espectáculo se percibían de un modo casi orgánico cuando te acercabas a pie de escenario donde la temperatura elevada y alguna gota furtiva de sudor de Brian te arrastraba al “infierno musical” que se estaba produciendo.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Tal y como arengó Murat en el momento álgido del concierto:

¡No se puede dormir!,

¡No se puede dormir!.

 

Y es totalmente cierto. Ya sea rindiendo homenaje a los clásicos como Howlin’ Wolf o Screaming’ Jay Hawkins, haciendo guiños al classic punk de Ramones o acercándose a los Black Keys de los inicios, si algo provoca Daddy Long Legs es la sensación de no querer que la noche termine. Que así sea!!

 

 

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