Pixel es de esos trabajos que las personas que estamos más familiarizadas con ver teatro y danza contemporánea, nos podemos desorientar o incluso mostrarnos un tanto escépticos. Lo digo más que nada, porque sospecho que esta creación responde a lógicas propias de las danzas urbanas y del circo, que a las de las disciplinas antes citadas. Lo cual nos conduce a hacer el ejercicio de evaluar lo que se ha representado, desde el lugar en el que partieron los componentes de El Centre Chorégraphique National de Créteil et du Val-de-Marne / Compagnie Käfig/Mourad Merzouki. Es decir: En esta pieza prima más el cómo que el qué se hizo.
Así, se nos fueron enlazando, elegantemente, una serie de escenarios en los que se exponían las posibilidades de poner en diálogo el uso de las nuevas tecnologías con las interpretaciones de los profesionales en juego. Por tanto, parecía que los movimientos de los mismos desencadenaban “reacciones” por parte de las proyecciones, o bien se cercioraba de que ellos estaban sumergidos en un marco en el que la realidad digital y nuestro cotidiano, se han llegado a entremezclar. Desde luego, ello sacó a relucir imágenes que poco tendrían que envidiar a los efectos especiales del cine, como también, el qué se puede recoger tras un trabajo exhaustivo y meditado con unos medios propios de una gran producción escénica.
Lo anterior, son parte de las cosas que me hacen afirmar que Pixel es un buen ejemplo para iniciarse en las artes escénicas contemporáneas, en tanto cuanto uno no esté acostumbrado a ir al teatro, pero siente que quiere ir más allá de los formatos más convencionales de los espectáculos de B-Boys/B-Girls y de los de acrobacias del circo. Asimismo, sitúa a los que somos espectadores más asiduos de las artes escénicas contemporáneas, en un contexto en el que hemos de poner a prueba nuestros criterios a la hora de confrontar esa tensión que hay entre una pieza de calidad artística/conceptual, y el qué puede ser más efectivo para atraer más público a los teatros.
No con ello quiero alimentar el pernicioso dilema entre hacer y promocionar montajes de “calidad”, frente a invertir nuestros esfuerzos a “lo comercial”. Sino que lo que se trata, es de focalizarnos en dar con estrategias que transciendan que el crear público, no tiene por qué pasar por generar un sinfín de géneros, que de un modo u otro, nos hacen ver a los seguidores de disciplinas distintas a las nuestras como alteridad, no como personas que en un momento dado, nos pueden enriquecer. De tal forma, que la multidisciplinariedad que tanto caracteriza a los tiempos que corren, podría desarrollarse de modos menos desiguales, sin que ello se lleve por delante la libre evolución de cada uno de los registros que están conviviendo hoy en día.
Sé que lo que estoy diciendo “suena bien” a nivel teórico, pero en su aplicación uno se enfrenta a una serie de variables que pocos estamos preparados para sortear. Al fin al cabo, todo esto nos lleva una vez más, a que hacerse nuevas preguntas supone emplazarnos en terrenos diferentes a los que nos desenvolvemos habitualmente, y ello sólo sería un punto de partida más ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿En serio, fomentar a que haya creaciones y espectadores más maduros y versados, necesariamente, implica instruir en cuestiones calificadas como “alta cultura” o de “cultura alternativa”? O por el contrario ¿Trabajos que se llevan a cabo con registros “más espectaculares” (por así decirlo), sólo tienen el cometido de “entretener” y hacer “pasar un buen rato” a los espectadores, sin mayores pretensiones?
Tengo la sensación de que este tipo de preguntas se corresponde a una dinámica en la que se alzan más muros que articulaciones. Insisto, y todo ello en una época en la que multidisciplinariedad está más “desatada” que nunca ¿Será posible que el ritmo de las creaciones y de los gustos de los espectadores, están yendo mucho más rápido que nuestras capacidades de comprensión y asimilación, de una realidad que es más presente que “algo que está por venir”? De ser esto cierto, hacer filosofía sobre artes escénicas se postula como una de las actividades más potentes e imprescindibles, a las que podemos invertir nuestras respectivas empresas.