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Bajo el asesoramiento especializado de David Ojeda, sumado a una serie de experiencias con personas con algún tipo de discapacidad, los integrantes de esta compañía andaluza han preestrenado un trabajo que apunta a que enamorará a todos los públicos.

 

Si bien es cierto que esta creación dirigida por Omar Meza aún está en proceso de ajustes e investigación, se nota que estos profesionales se han embarcado en una búsqueda a nivel físico y de estados mentales, con el fin de que Raúl Durán y María José Casado interpretasen un trabajo que degustara el cómo se bailaría/viviría desde una o varias limitaciones en concreto. En donde había una mezcla entre titubeo y un movimiento que todavía está a la espera de ser desarrollado, porque detrás de todo esto está dicha sentencia que dice: “aquello que no se visibiliza, no existe”. Por tanto, si uno se debe a un número de determinadas premisas a la hora de desenvolverse en una pieza escénica (y por extensión, en nuestro cotidiano), la totalidad de las posibilidades no será comprendido desde toda su complejidad, y mucho menos, se tomará como un modo tan válido como lo que se han establecido como hegemónico.

 

Bastaba con pararse a observar con detenimiento el cómo se manifestaban esos cuerpos, mientras se cae en la cuenta de que solemos asociar a la palabra “limitación” como algo que desmoviliza, que suspende nuestras potencialidades… No como aquello que configura unas condiciones materiales para que salga a relucir nuestra creatividad. Y no es que en lo que se ha erigido como normativo no haya espacio a expandir fronteras, pero tengo en presentimiento de que lo anterior no da lugar a que las mismas se articulen entre sí. Y justo allí es cuando cualquier exploración se percibe como un “salto al vacío”, más que un espacio en el que emprender un auto conocimiento más profundo a nivel colectivo e individual. En tanto y cuanto que, si nosotros “visitamos” otros modos de estar y ser en el mundo, cuanto menos, nuestros preceptos onto-epistemológicos se “tambalearán”.  En paralelo, los montajes de DA. TE Danza suelen caracterizarse por ser hechos con un cuidado, una inteligencia y un cariño tan grandes, que aunque se dé el supuesto de que ellos al final del montaje de TÚ y YO se queden en una “aproximación” a todo lo que está sugiriendo en este preestreno, ya habrá habido un precedente más que dará cabida a que las obras de artes escénicas que cuentan con al menos un intérprete con alguna discapacidad, saquen a relucir de que estas personas son necesarias de cara a constituir una sociedad más inclusiva.

 

Foto: Carmen García Jara

 

Para realzar todo lo anterior, estos dos bailarines se “balanceaban” y atravesaban a través de unas cuerdas que se dispusieron por todo el espacio escénico. A veces las mismas eran una herramienta para que las interacciones entre los dos personajes se “condimentasen”, otras servían para que, nosotros los espectadores, seamos testigos de que las personas con alguna discapacidad lidian con “barreras” que, en ocasiones, somos nosotros mismos las que mantenemos en funcionamiento. Esto es: en el coloquio que se desarrolló tras la representación, los integrantes de DA. TE Danza nos comentaban que el hecho de que las cuerdas fuesen azules, respondía a que dichas “barreras” no siempre son perceptibles a simple vista. Así, quien se precipita en emitir un juicio al respecto, está tentado a culpabilizar de “inadaptado”, “caprichoso”…, a aquellos que no se comporten acorde a lo esperado al modelo de ser humano normativo. A lo que yo añadiría, que favorecía a que los pasos de estos dos bailarines se proyectasen por todo el espacio de una manera en la que se perciban los “senderos” que se abren paso por un espacio, aparentemente, escaso.

 

Foto: Carmen García Jara

 

En esta línea, el diseño de iluminación a cargo de Aitor Palomo y la música original de Carmen García Jara fueron alineadas para marcar los parámetros por los que se rige el mundo de TÚ y YO. Ya que la dramaturgia de esta pieza estaba al servicio de que sus personajes pasasen por unas experiencias de carácter iniciático, en donde ellos mismos tuviesen la oportunidad de comprobar que lo peor de las “barreras”, es que ellas no nos permiten darnos cuenta que mi relación con quien tengo al lado, se puede ver enriquecida si nuestras vivencias son compartidas. Claro que pueden haber en el camino desacuerdos, incluso alguna “travesura” para con el otro…; no obstante, yo defiendo que uno no puede llegar a ser lo que se es, si no es con el otro, y viceversa.

 

Foto: Carmen García Jara

 

En TÚ y YO es todo tan hermoso y posible, que es muy gustosa de ver y, seguramente, de interpretar. A riesgo de equivocarme, pienso que TÚ y YO  se podría emparentar con Natanam (obra que también pertenece al repertorio de esta compañía), en el sentido de que ambas ponen a la danza en centro para celebrar la vida. Asimismo, considero que el uso que se le da a las cuerdas en esta pieza, va un par de escalones por encima del que se le dio a la sal en Natanam, ya que en esta última es un recurso que fortalece y apoya a lo que se nos está contando (de todas formas, Natanam sin la presencia de la sal se hubiera quedado “descafeinada”), mientras en TÚ y YO las cuerdas hacen de las veces de “orografía” del lugar en el que se desenvuelven sus personajes. He allí que cuando las mismas son desatadas y arrojadas al suelo, suponga una liberación. No tanto porque los dos personajes puedan pasar por donde quieran sin “barrera” que les obstaculice; sino más bien, porque queda en claro que cuando uno baila, en el fondo, está sorteando espacios en su interior y el exterior. Y las consecuencias de ello, es lo que el público y los teóricos llaman danza.

   

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