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“No quedará en la noche una estrella.

No quedará la noche.

Moriré y conmigo la suma

del intolerable universo.”

Borges

 

Despertó. inseguro del todo de haberse despertado aún. la pálida luz del amanecer que logra burlar. a saber por dónde exactamente. los gruesos cortinajes de la ventana. reviste los objetos de una ingrávida certeza. irrealidad. alucinación. que mucho se asemeja a la surrealista sustantividad de las cosas que están conscientes de saberse soñadas. sólidas pero transparentes. densas pero incorpóreas. tangibles pero ilusorias. inexistente presencia evanescente. sin embargo. no alberga duda alguna. en eso está del todo cierto. convencido. fascinado por su firme resolución. su ánimo carece de cualquier forma de vacilación. nada turba su inalterable decisión. no más.

Estira lo huesos con firmeza. hasta donde la enérgica jovialidad de sus articulaciones le alcanza para acrecentar algunos centímetros las sobrias dimensiones de su cuerpo. parpadea insistentemente. tratando de ahuyentar esa confusa sensación de despertar estando todavía dormido. sin saber. cómo. por dónde. escapar de los vagos laberintos del sueño que se sueña. en fin. tanto da. no importa demasiado. a qué preocuparse si las cosas sueños son. o sólo el soñador es un sueño que existe por el sueño mismo. o los propios sueños son apenas la irrealidad del sueño que consciente se sabe soñando. ¡bah! vulgares sofismas. bosteza largo y tendido. alejando tan triviales frivolidades de su mente. se levanta trastabillante e inseguro recorre el inmenso trecho de la cama hasta la ducha. curioso. la perplejidad de su cuerpo y de su consciencia contrasta. del todo y por el todo. con la plena convicción de su voluntad. no había vuelta atrás. no más. estaba decidido.

Pese a su frágil compromiso ecologista. se demora en la ducha lo más posible. deja correr libremente el agua por su cuerpo. sin reserva alguna. sintiendo esa líquida caricia que le explora carente de recato. la cabeza sobre los puños. los puños sobre los verdes mosaicos del muro. los músculos distendidos. las rodillas semiflexionadas. el torso inclinado. los ojos cerrados. los labios entreabiertos. la voz apagada. el pensamiento vacío. únicamente la piel despierta. sintiendo cada gota repicar sobre cada poro abierto. el agua fluyendo en breves caudales. por el cuello. los brazos. el torso. las piernas. deslizándose por los pies hasta el cuadriculado piso. escapando. fugitiva. después. por la oscura coladera. hasta los recónditos umbrales del arcano. disfruta la geográfica desnudez suya. la acuosa tibieza envolviéndole los sentidos. la líquida transparencia del agua despeja las confusas incertidumbres del cuerpo. no así las profundas vacilaciones de la conciencia. acentuando la irrealidad de su etérea presencia. a su alrededor. las cosas se empecinan. obstinadas. en embozarse tras el quimérico surrealismo de los sueños que resisten despertarse.

Cierra las llaves enérgico. en su ánimo no cabe la menor duda y la ducha sólo le ratifica su indeclinable decisión. hoy es el día. no más. con el agua escurriéndole por los tobillos. sin darse tiempo a secarse. a paso firme se allega hasta la habitación. todavía empapado se arroja de un salto sobre la cama. respira profundo. una vez. otra vez. una vez más. no lo necesita para converse. sólo le sienta bien el aire en los pulmones. después de unos breves instantes. libera el aire de golpe. se sienta al borde del lecho. con curiosidad examina la minimalista habitación. los libros en la estantería. revueltos. el falso Dalí sobre el muro. un barato afiche de La Persistencia. atestigua indiferente. la lámpara dormida sobre la mesa de noche. la vieja silla clamando jubilarse. la ropa olvidada sobre el piso. el tapete raído rememorando mejores épocas. el vaso de agua acechando. sombras indecisas nada más. la habitación sigue en penumbra. se levanta raudo. de buen ánimo. sonríe. de tres pasos llega hasta la ventana y corre las gruesas cortinas. la luz se vuelca. incontenible. lujuriosa. invasiva. pero. no consigue desenmascarar a cada objeto de la inmaterialidad con que ha decidido. obcecado. intransigente. voluble. develarse hoy.

Foto: Ali Yahya

Foto: Ali Yahya

 

No hay duda ninguna. era su habitación. es el mismo aposento en que ha dormido cada noche. durante los últimos… ¿cuántos? ¡bah! ¿qué importa durante cuánto tiempo ha dormido ahí? sólo ha sido eso. dormir nada más. muchos sueños. sin duda alguna. pero sólo eso. sueños. dormir y sueños. nada más. ya es hora de despertar. las cosas. sus pocas cosas. han decidido serle ajenas. distantes. impropias. confusas. indecisas. la evanescente irrealidad del sueño prosigue cubriéndolo todo. como una fina capa de polvo acumulado por el rumiar del tiempo. polvo de nostalgias y memorias olvidadas. ¡¿y qué caso tiene ya?! mira por la ventana la vasta calle que se pierde hasta más allá de sus ganas de fisgonear. ¿cuántas veces ha perdido el pensamiento por esa misma calle? ¿cuántas veces lo ha dejado doblar la esquina y dispersarse por la ciudad, sin ganas de retorno? ¿a qué puede regresar? se queda quieto unos cuantos momentos más. luego. a grandes zancadas arriba hasta el clóset. abre las puertas de par en par. deja vagar la vista por la caprichosa ropa. no hay unidad en el estilo. no hay tendencia en los colores. no hay preferencia en el gusto. todo es… tan. tan. ¡Anónimo! sin embargo. pese a todo. se demora en elegir. la ocasión es importante. muy importante. la más importante de su vida. así que no puede lucir cual pordiosero. por lo menos hoy no. no más.

Elige la camisa. aquella camisa azul cielo que rebasó las posibilidades de su presupuesto. pero que su arrogancia le impelió a comprarse. a riesgo de quedar en desfalco. total. bien podía privarse de un par de viernes a la noche. ¡tantos se ha desheredado ya! el pantalón de mezclilla. raído por el andar. sin trusas. ¿para qué? los calcetines azul aqua. la corbata que todo el mundo le celebra. ya por empatía. ya por envidia. ya por mordacidad. ¡¿qué más da?! los zapatos de fiesta. el saco de ante. gris ceniza. luego se dirige. decisivo. hasta el pequeño cuarto que le sirve de estudio. sala de estar. bar. estancia de escarceos. despacho de terapia. zona de descarga. se sienta en el diván. vuelve la mirada en torno. la irrealidad le persigue a donde quiera que va. los objetos. ¡sus objetos! se fugan de la realidad. cuestión de restarle importancia. ¿ya qué importa? no más.

Toma el celular. sin dudar borra. a pulso firme. uno a uno. todos sus contactos. lee cada nombre sin percatarse de quién se trata. no consigue reconocer a nadie. tampoco se esfuerza demasiado. desconocidos que se tornaron conocidos y que ahora condena al anonimato. le siguen los mensajes comunes y aquellos que alguna vez. ¡iluso! consideró importantes. suprime todos los correos virtuales. cancela las direcciones electrónicas. elimina todas las apps. el WhatsApp. Telegram. Skype. WeChat. Line. Twitter. Hangouts. Facebook Messenger. Snapchat. Viber. Zoom. desde luego que no olvida darse de baja de Facebook. YouTube. Google+. LinkedIn. Instagram. Pinterest. borra todos los vestigios de Dropbox. iCloud. One Drive. Google Drive. Mega. Open Drive. SpiderOak. IDrive. Syncplicity. Box. anula las virtuales cuentas. también desactiva Google Maps Timeline. saca el chip del celular y la memoria externa. las destroza entre los dedos. arroja los minúsculos pedazos a donde sea. ¡poco importa! prende la computadora. el asunto fue más fácil. del todo más fácil. simplemente elige la opción de Formatear y todo el contenido del disco duro desaparece ante su mirada. tras algunos breves segundos. toma los discos externos y los azota. frenético. una y otra vez contra el aturdido piso. hasta quedar destrozados. pedazos indefinidos. basura informe que no evoca a cosa ninguna. la vida entera se ha esfumado en la nada.

Al concluir su desaforado e inexplicable ataque. se detiene en seco. jadeante. sudoroso. agitado. las cosas siguen hundidas en la empecinada irrealidad. suspira aliviado.

¡ha dejado de existir! ¡todo ha terminado! ¡consummatum est!

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