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Por Diego E. Barros

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Xosé Manuel Beiras | Foto Cabalar

«No creo que los gallegos vayan a votar a este señor, que arruinó a un banco centenario, por el procedimiento de vender los activos y cobrar una comisión. Un señor que, en teoría, es un funcionario público con una fortuna inconmensurable, al que no creo que los gallegos quieran poner la Xunta en sus manos». Lo dijo Esperanza Aguirre en una entrevista en la que el reportero le preguntaba por Mario Conde y resulta que le salió lo que bien podría ser el retrato de si misma o mismo la cuadratura del círculo del crack bancario. Salvo en lo del banco, Aguirre es una señora rica de cuna, aristócrata y con una fortuna no sé si inconmensurable pero fortuna al fin y al cabo en cuyas manos los madrileños han ido colocando su Asamblea ininterrumpidamente desde aquel oscuro asunto del Tamayazo.

Aguirre, que dijo que se iba pero que no acaba de coger la puerta, reapareció esta semana en Vigo para echar un capote a su compañero de partido Núñez Feijóo, que el próximo domingo se juega el ser o no ser en Galicia. Lo hizo después de haber disputado el lunes un torneo de golf y, suponemos, haber dejado hechas sus tareas como funcionaria del Estado, puesto al que decía iba a reincorporarse tras dejar la Presidencia de Madrid «para estar con su familia». Viendo la diligencia con la que la señora Aguirre atiende sus obligaciones como funcionaria en horario laboral uno entiende mejor esa fijación que tenemos en España con la productividad funcionarial y otras mamandurrias.

Aguirre aprovechó su visita a Galicia además de para darse un besamanos, para dejar un recado al enemigo íntimo que hoy ocupa la Moncloa diciendo aquello de que Feijóo sería un gran relevo para Mariano Rajoy. Eso es algo que lo saben todos, especialmente el propio Feijóo que se sacude los galones con falsa molestia pese a que la suya siempre ha sido una carrera de fondo cuya meta no acaba sino en Madrid y en la que Galicia solo ha sido una parada para repostar, mientras otros se queman por el camino. También lo dijo en un doble sentido pues es sabido que la lideresa no acostumbra a dar puntada sin hilio y donde no está siempre manda recado. Desde aquí te lo digo, Alberto: espero que ganes, pero como no aquí estoy yo. Otra vez. En el fondo la Aguirre que parecía tonta cuando la compramos en un programa de televisión hace unos años ha resultado ser un viejo rockero de esos que nunca mueren.

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Esperanza Aguirre durante su visita esta semana a Vigo

Como ella, anda Beiras viviendo su enésima juventud. A Beiras dedicó Aguirre otro de sus dardos envenenados al decir eso de que «lo que tiene que hacer es visitar a su médico», porque lo ve «un poco desatendido». Resulta del todo llamativa la preocupación de algunos estas últimas semanas en la salud/apariencia del viejo profesor de cabellera blanca. De vuelta de todo, Beiras ha regresado poniendo patas arriba una campaña en un movimiento que ha sorprendido a pocos y extraños. Si Fraga era conocido como el León de Vilalba, de Beiras solo se puede decir que es una auténtica fuerza de la naturaleza.

Recuerdo sus clases de Economía en la vieja facultad de Mazarelos, micrófono en una mano, cigarrillo en la otra, mientras en un torrente discursivo desgranaba cada una de las costuras del Estado ante una audiencia que lo miraba entre el éxtasis y el asombro. Beiras siempre fue así. Si a Fraga le cabía el Estado en la cabeza, era Beiras el único capaz de hacérselo sacar para revisarlo de ahí la tormentosa relación que ambos mantuvieron durante años.

Aunque ambos nacieron para gobernar, solo el de Vilalba pudo hacerlo. Ese ha sido siempre el fallo (entre otros muchos) achacado a Beiras. Si Fraga acabó siendo un galego coma ti, Beiras es el ejemplo de que presidentes como Jed Bartlet solo tienen cabida en el Ala Oeste de una Casa Blanca a la que solo se accede por las pantallas de televisión. Un tipo que es catedrático de Economía y cita a Gramsci, Arrighi, Bauer, Benjamin o Keynes… como yo los refranes de mi madre; o que responde a una pregunta en una entrevista con la carta que Mozart escribió a su padre cuando no era más que un muerto de hambre en busca de gloria está claro que no es de este mundo.

La cabeza le viaja a Beiras a una velocidad que a duras penas consigue seguir su propio discurso. Eso hace que cometa errores de bulto como el decir que las políticas de recortes están causando más muertes que cualquier banda terrorista en la historia de España, personificando dicha afirmación en la figura del actual presidente Núñez Feijóo. En un mundo que tiende a la corrección política como vía rápida hacia la mediocridad cuyo mejor escenario es la política, una afirmación de tal calado puede estar errada en su forma pero nunca más acertada en su fondo. En esos países de nuestro entorno que tanto nos gusta citar, un argumento semejante hasta ha sido visto en portadas de medios respetables. Aquí en cambio, algunos que llamaron al anterior presidente del Gobierno «cómplice de los asesinos» antes de provocar que la banda dejase definitivamente las armas son los que hoy aluden a la «salud» de Xosé Manuel Beiras y recuerdan su episodio del zapato en la tribuna del Parlamento gallego.

Puede que Beiras padezca de egolatría. Sus enemigos le atribuyen como principal defecto que primero está él, luego Xosé Manuel y después Beiras, incluso para explicar la explosión de la casa común del BNG. Puede ser. En todo caso, aquel político que carezca de egolatría, por favor, que dé el primer paso. Olvidan también el principal defecto de todo izquierdista y que Beiras ha tratado de solventar con una alianza con EU y otros que algunos tachan de contra natura: pongan a dos izquierdistas a debatir y es probable que salgan un mínimo de tres opiniones diferentes.

Lo que es innegable a estas alturas es que muy bien lo han tenido que haber hecho los demás estos últimos años para que lo más interesante de la campaña tenga que ser un señor de 76 años con el imperdonable defecto de tocar el piano. Si los perros ladran, Sancho, es señal que cabalgamos, dijo aquel loco que acabó por hacer fortuna.

@diegoebarros

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