#Literatura en Achtung! | Por Sonkyong Cho Kim
Uno siente que no encaja en un lugar. Sin motivo aparente alguno, sabe que es distinto al resto. Intenta buscar algo de conversación para intentar acallar esa soledad desconocida que le reconcome por dentro. Ni los compañeros de cuarto ni ninguna Jane o Sally llenan ese vacío de origen desconocido. Tampoco es abulia. Es una sensación inefable a la que calificar como ‘incomprendido’ no sería suficiente para describir este estado. Holden Caufield, el protagonista y narrador de El guardián entre el centeno, no lo dice en alto ni lo expresa así en ninguna página, pero así se entiende con sólo leer una página tras otra.
El joven protagonista de El guardián entre el centeno narra en primera persona con detalle y sarcasmo su escapada del instituto Pencey. A pesar de ser una de las obras recomendadas a los adolescentes estadounidenses, la breve historia de Holden, que transcurre en tres días, también es muy interesante para aquellos que no tienen granitos ni espinillas en la cara. No se persigue ningún fin. Uno se deja guiar únicamente por la voz informal y desgarbada de un chaval de diecisiete años sin ningún otro aliciente que intentar descubrir qué es lo que tiene metido en su cabeza. Conforme se avanza en la historia se tiene mayor comprensión de su vacío y, de repente, se proyecta esa sensación a la experiencia de uno mismo mientras Holden renquea por las calles de Nueva York en busca de alguna distracción mínimamente decente con la cual pueda soportar el paso de las horas. El whisky con soda y los cigarros son los únicos compañeros que asisten junto a él en primera fila al desfile de la parafernalia vulgar y a la hipocresía del mundo adulto. Su figura puede tener reminiscencias del pasado y uno podría ponerle la cara de James Dean en Rebelde sin causa, excepto por el hecho de que Holden es más vagabundo que rebelde, aunque en esta obra, vagabundo y rebelde sean más bien estados complementarios.
La comprensión de la lectura es muy sencilla. Holden tiene un discurso directo, pero sobre todo ingenioso si pasamos por alto el uso de muletillas, lo que, en realidad, le da una sólida veracidad a la narración. Sin embargo, no es posible evitar evitar sentir cierto regusto amargo tras finalizar la lectura. Todos hemos sido o seguimos siendo como Holden y por eso, por esa simple razón, J. D. Salinger, el autor de la obra, consigue transformar la adolescencia en un buen recuerdo, incluso con cierto toque de añoranza, cuando en realidad puede que fuese la primera vez en nuestra vida en la que fuimos conscientes de la profunda soledad de nuestra existencia. Nos hemos dado de bruces con ella y cuando nos levantamos para seguir adelante, resulta que mides veinte centímetro más, tienes que afeitarte todos los días y no sabes muy bien cómo deshacerte de la prostituta que acaba de llegar a tu habitación.
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