Seamos francos, es casi inevitable dejarse llevar por la incesante cantidad de chascarrillos y “torpezas” que nos fue soltando sin descanso este profesional riojano sobre el escenario. Había una especie de ansía que procuraba mantener al público con el mismo nivel de entrega y de “risa floja” (por así decirlo), posibilitando que se genere un marco el que el chiste más malo y bobalicón, también produjese gracia o aprobación del público. De verdad, que son pocas las disciplinas de las artes escénicas capaces de resignificar cosas con la misma intensidad, credibilidad y contundencia como lo hace el clown. Por ello agradezco mucho que el Teatro La Fundición nos haya ofrecido esta pieza, dentro de su programación especial a raíz de la celebración del Festival feSt del presente año.
De cualquier modo, una de los aspectos que diferencia a esta disciplina de quien sólo se limita a hacer humor, es que al personaje que se está representando en una pieza clown de verdad le está pasando estas cosas, emplazándole en una situación tan trágica que su existencia se nutre de ello para permanecer en este mundo tal y como lo hace. He allí que el clown es un ser que desde la inocencia y la travesura, intenta sortear obstáculos que a otros les resultaría cuestiones rutinarias. En consonancia, Encerrona es una pieza que lleva hasta la extenuación ese fundamental principio del clown, que versa que del punto “A” al punto “B” su recorrido es ampliable a horas, y cuya extensión podría suponer decenas de kilómetros, en vez de un par de pasos.
Quienes desconozcan de este lenguaje y filosofía, quizás les resulte exagerado e incluso forzado, pero justo ahí está el punto de este asunto. Esto es: Es evidente que al personaje de Pepe Viyuela ponerse una chaqueta no es algo que no haya hecho antes (basta recordar que entró con una puesta), pero en el momento de darse cuenta que está ante un público ”todo empieza a complicarse”, siendo que el rodeo es la única ruta disponible para salir adelante hasta el infinito. A dónde quiero llegar, es que ello nos remite a que, nosotros los seres humanos, nos definimos por ser individuos cuyo devenir es incierto y errático. Lo cual implica, entre otras cosas, que el marcarnos unas serie de metas, no son más que pretextos a los que aferramos para continuar hasta el último de nuestros días.
Por si queda alguna duda, no es que lo que haga el clown no tenga cierto grado transcendencia, sino que el modo de abordarlo se inspira en el cómo los más pequeños juegan, o sea, algo que es súper importante que ha de finalizarse de una manera más o menos “convincente” antes de ir a lo siguiente. Ahora bien, con el fin de que esto se reproduzca fielmente se precisa de haber pasado por una ardua formación, en la que un objeto es lo que parece y otras cien mil cosas más (en especial, en lo que se refiere a cómo el uso nos traslada de un contexto a otro en cuestión de un par de segundos), habilidad que denota el haber desarrollado una velocidad mental y creatividad desmesurada, para sostener hasta las últimas consecuencias lo que se está contando, dado que todo lo que está inmerso el clown es desde el compromiso.
Por tanto, no pararé de defender que la filosofía del clown debería enseñarse en las facultades de filosofía, como un reflejo con el cual reconocer las numerosas traducciones que tiene a su acceso el ser humano de estar en el mundo, y de cómo éste se ve a sí mismo durante ese tránsito. Aún con todo, Pepe Viyuela nos expone esta pieza a modo de acto performativo, como si el representarla no llevase consigo repensar que una de las maneras más efectivas de llegar a más personas, es “mostrando algo” no tanto explicándolo sesudamente. Claro que todo suma, pero invito a reconsiderar el gran potencial que posee la divulgación de contenidos a través de las artes escénicas, en contraste con los formatos, digamos, más “académicos”.
Lo anterior, siempre ha de estar acompañado de una serie de orientaciones por parte de los profesionales involucrados, de lo contrario, habrá quien podría leer este tipo de trabajos como “un simple divertimiento, que un mamarracho lo propicia para ganarse la vida del modo que mejor sabe”. Afortunadamente, Pepe Viyuela no se privó de ir soltando una serie de frases e imágenes con numerosos sentidos, para que quien esté muy atento a lo que está sucediendo en escena, confirme el ingenio hecho arte que hay detrás de los “juegos” que nos está reproduciendo a partir de Encerrona. Si es que hasta la misma sinopsis de esta pieza, nos invita a pensar sobre cuál es el papel que interpreta un personaje en una obra escénica, cuántas formas hay de “sacarle jugo” a la predisposición del público cuando toma asiento en el patio de butacas, etc.…
El caso es que Encerrona nos manda un mensaje, que lejos de ser novedoso (incluidas las técnicas de las cuales se valió este profesional), sigue estando vigente en un época en la que son insuficientes los espacios reservados a la reflexión sobre lo que estamos haciendo con nuestras vidas, en detrimento de ser productivos en cada uno de ámbitos en los que nos desenvolvemos. De verdad, que maestros como Pepe Viyuela son necesarios para dignificar a una disciplina tan desvirtuada como lo ha sido el clown, mientras por qué no, ponemos en práctica otros enfoques que nos enriquecen a nivel personal e intelectual.