Ante el alto grado de exposición que se somete este profesional andaluz, corresponde que, nosotros los espectadores, llevemos a cabo un ejercicio de empatía con lo que se nos plantea en Estamos bien. De lo contrario, no sólo nos estaríamos evadiendo de algo muy valioso; sino que además, seríamos cómplices de aquello que ha conducido a Guille Garabato a realizar semejante “desintoxicación” a través de esta creación.
En Estamos bien se está señalando sin complejo alguno, las condiciones materiales y las consecuencias, de una lacra que está poniendo en riesgo la salud mental de muchas personas. Por supuesto que ello en cada individuo tendrá distintas graduaciones y manifestaciones; sin embargo, en los días que corren, pocos se libran de la sensación de estar solos y la impotencia de no saber cómo llegar a la superficie del foso en el que todos intentamos sobrevivir (tal y como se nos avisa en la sinopsis de esta pieza).
Por si queda alguna duda, aquí no se trata de retirar responsabilidades a nadie, pero defiendo que es muy difícil salir de dinámicas viciadas, si uno no consigue distinguir que hay otros modos de ser percibido por los demás y, por extensión, a uno mismo. En esta línea, Guille Garabato toma su propio camino, al margen de si lo que sale a la luz es un tabú, o no vaya a ser tomado en serio. O dicho de otro modo: Este profesional no tiene nada que perder, puesto que ya sabe lo que es habitar la máxima de las oscuridades y disociaciones de la realidad que compartimos. Ello se tradujo, entre otras cosas, en que si uno observa con atención el cómo él balanceaba su cuerpo por todo el escenario, se da cuenta de que su “neutro” ha sido abocado a buscar un tipo de equilibrio desde el desequilibrio. Lo cual sustentó que, Guille Garabato haya conseguido mantener a su interpretación dentro de un espectro extra cotidiano, en el que podía descansar, más no desentenderse. Demostrando la gran exhaustividad que ha habido detrás de un trabajo que ameritaba un gran nivel de concentración y de fondo físico.
Desde luego, no tiene por qué darse lugar a la esperanza ni a la desesperanza, porque lo que está haciendo Guille Garabato con esta obra es reconstruirse en todos los ámbitos, no se está “adaptando”. La dependencia que fue desarrollando al consumo de drogas en episodios de su vida, sumada a unas carencias afectivas…, le situaron a ser un obstáculo para sí mismo, empezando porque no contaba con las herramientas necesarias para discernir que si hacía daño a los demás (incluyendo a las personas que realmente le importaban), se estaba haciendo daño a sí mismo, y viceversa. Llegados a este punto, una forma de mostrar amor a nuestros allegados y a la humanidad en su conjunto, pasa por mostrar, perfomáticamente, que hay senderos más sanos por explorar. Por eso creo que Estamos bien es un reflejo de la yuxtaposición de situaciones y estados con los que lidia un sujeto contemporáneo en su interior, no lo que le sucede en exclusiva a los que están en medio de una “mala racha”, o no “proyectan buen rollo”. He allí que me alivie que, las artes escénicas sirvan como un potente vehículo de transformación social y política, a la hora de visibilizar lo que pocos se atreven abordar de manera frontal en nuestro cotidiano. Aún así, la gravedad de los problemas en juego seguirá latentes, si nos limitamos a actuar como si lo que sucedió en escena es “ficción”.
Por tanto, la valentía de esta pieza se basa en que se arriesga a que se le asocie con una “llamada de atención/auxilio”, no porque haya contado cosas propias de la intimidad de Guille Garabato. Sí es que no es sostenible ni ético, comportarse como si viviéramos en el “paraíso en la Tierra”. Hay tanta violencia en funcionamiento que, hasta el bueno de Epicuro, los estoicos o en el propio Tao Te Ching de Lao Tse ponen en el centro la necesidad de dar con fórmulas destinadas a canalizar nuestros impulsos interiores y exteriores, con templanza y conocimiento de los que sucede a nuestro alrededor. Por ello pienso que, Estamos bien se desarrolla con una estructura equiparable a varios de los cuadros de Maurice Cornelius Escher. En tanto y cuanto, de que no es lineal y ni siquiera funciona como una constelación, porque quizás el modo más fiel de traducir lo que ha vivido Guille Garabato en carne propia y en su mente, es a través de idas y venidas en torno a los mismos temas, siendo intercalados con cosas que tienen y no tienen que ver, pero están presentes al menos como “escenografía”. Lo que ha hecho en este sentido este profesional es brutal, puesto que no suele ser suficiente valerse de una buena dramaturgia y un inteligente diseño de iluminación (como es el caso), para conservar y captar la atención de los integrantes del público, a menos claro, que uno esté dotado de magnetismo y sea merecedor de la credibilidad de sus espectadores.
He allí que Guille Garabato haya acertado en estar en un escenario totalmente vacío, y en momentos bien calculados, le haya dado uso a algunos objetos para profundizar, poéticamente, en lo que nos estuvo contando. De verdad, que no es imprescindible poner en escena tantos “trastos”, cambiar de vestuario treinta veces, etc.…, para materializar un trabajo espectacular, conmovedor y ejecutado con una seriedad y una verdad, que a muchos montajes de los que están en la “cima” de las artes escénicas, todavía les faltan. En conclusión: Estamos bien es una experiencia necesaria para los tiempos que corren, en lo político y en lo estético.