Seleccionar página

Cuando uno vuelve a leer la sinopsis de un espectáculo durante su correspondiente proceso de reposo, es más fácil ponerle palabras y enlaces a lo que uno ha percibido. Casi como si el acto de estar “digiriéndolo” supusiese poner un pie sobre un lugar que propicie que todos sus espectadores puedan intercambiar impresiones, y otro pie en donde uno enriquece su imaginario personal.

 

He allí que yo afirmaría que afanarse en analizar exhaustivamente a Europa (con o sin nuestras herramientas disponibles, con o sin nuestro bagaje personal), es perderse la oportunidad de escuchar lo que nos ofrece. O dicho de otra manera: Algo así como que alguien nos está contando su punto de vista sobre un tema que nos involucra a todos en tanto seres humanos, y uno se la pasa “filtrando” cada una de sus emisiones para que todo sea traducido a nuestro propio lenguaje/forma de comprender el mundo. Entonces, si llevamos esto a un extremo, ¿vamos al teatro, al cine, leemos un libro, etc.…, para reafirmar nuestras ideas y percepciones personales, o en el fondo hay otra cosa que estamos haciendo?

Les aseguro que este trabajo de Sharon Fridman y Luis Luque satisfizo, básicamente, todo lo que busco en una pieza escénica montada por profesionales de primer nivel. Por tanto, salí del teatro como si me hubieran hecho un regalo a mi medida. No obstante, Europa es algo que se ha dispuesto para ser representado ante un público (forme parte uno o no del mismo), dando inicio a un acto comunicativo. Con lo anterior, no quiero dar a entender que uno no tenga la potestad de escoger el qué recoge de cada una de las cosas que ha percibido; pero aún así invito a que todos revaluemos cuál es nuestro papel como espectadores, el qué estamos haciendo durante nuestras interacciones con lo que nos rodea.

 

 

En esta línea, uno podría elevar a Europa al “panteón” de las obras que a uno le ha “marcado la vida”, o por el contrario, rastrear “fisuras” con el fin de neutralizar el entusiasmo de uno de sus espectadores. Entonces, ¿Cómo gestionar la variable de que el espectador está interviniendo en su proceso de percepción, o mejor la dejamos entre paréntesis, y nos dedicamos a disfrutar del mero hecho de que estamos disfrutando de una obra escénica de extraordinaria calidad? De cualquier modo, defiendo que Europa es un buen ejemplo de aquellas obras, en las que en medio de un debate, parece que se está hablando de obras distintas

Sea cuál sea la solución a estas problemáticas, uno como persona que escribe sobre artes escénicas, ha de asumir la responsabilidad de que su intervención sea una más entre otras (al margen de que uno se sienta con la suficiente autoridad para pedir el turno de palabra, porque cree que tiene algo valioso que compartir). Tómese en cuenta que las artes escénicas forman parte del nuestro patrimonio cultural, en esta medida ha de ser entendido como un servicio público a disposición de los “mas entendidos” y de los que van por primera vez a un teatro. Por ello la libertad de interpretación debe ser un derecho que no se ha poner en duda.

 

 

En lo que se refiere a su puesta en escena de Europa destacaría que, su iluminación y los cambios de vestuario fueron imprescindibles para vertebrar una pieza que carece de una estructura narrativa. Sí es que Europa nos despliega una sucesión de imágenes cuyo desarrollo implica un vaivén de ideas recurrentes, que a veces son planteadas desde distintos puntos de vista, y otras, simplemente, sirven para dar pie a su mayor profundización. Tanto es así, que si uno hace memoria de lo que vio termina, intuitivamente, enlazando sus puntos de inflexión. De verdad, pocas han sido las obras que he visto que mejor se han preparado para ser recordadas por sus espectadores. Lo cual me parece sumamente hermoso, y encima revaloriza el carácter efímero de las artes escénicas.

De un “punto de inflexión” a otro ha habido un trabajo tan minucioso y esquicito que, era como hacer una panorámica de la historia de un árbol durante siglos. Árbol, que dicho sea de paso, ha sido testigo de aquello que ha constituido lo que hemos asociado en torno a la palabra “europa”, sea cual sea su acepción que se utilice en diversos contextos. Esto es: algunas de ellas quedan sugeridas; otras nos remiten a terribles acontecimientos que se han dado en el continente que ha sido bautizado como tal; otras nos inducen pensar que esta palabra se podría usar en muchas más situaciones; etc. Es de lo más estimulante plantearse que el que haya tantas palabras no es más que una de cosas que facilita el ejercicio de la comunicación con nuestros semejantes y de nuestro propio pensamiento, no que ellas en sí mismas existan. Así, independientemente de que llamemos a algo de un modo determinado, ello seguirá siendo lo que ha sido hasta ahora.

 

 

Comparte este contenido