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Traducción de Arturo Triviño

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¿Por qué un conservador, un “halcón”, un líder del Ppe (Partido Popular Europeo) como Jean-Claude Juncker dice cosas que en Italia formarían parte del discurso de la izquierda radical? Es simple: se basa en los estudios más recientes de la Unión Europea, cifras reales.

Juncker, presidente del Eurogrupo (creado para la coordinación de los ministros de Economía y Finanzas de la Eurozona) ha señalado en los últimos días dos asuntos fundamentales: el euro debería haber reducido los desequilibrios sociales, lo cual no ha sucedido, puesto que la tasa de desocupación en Europa es dramática (11,7 por ciento en Italia, con el máximo del 26,2 en España) y es clamorosa la necesidad de un salario mínimo común para resolver la situación.

En esta crisis, la encerrona de la moneda única, está contribuyendo a aumentar el desequilibrio. Esto es lo que ha señalado un análisis de la Comisión Europea del 18 de diciembre: si se tienen en cuenta el déficit y las ganancias de las partes en liza –algunos países exportan más de lo que importan (Alemania) y otros, al contrario (Grecia, antes del desplome en el consumo)- se descubre que los desequilibrios se deben, sobretodo, a corrientes económicas favorecidas por la convergencia del interés en las operaciones financieras. Traducido: algunos países como Grecia e Italia, gracias al paraguas de la moneda única, han podido endeudarse pagando menos de lo que habrían debido. De aquí vienen todos los problemas a resolver hoy en día. Cuando el mercado se ha despertado de la burbuja de confianza instalada en los mercados (que mantenía el interés bajo, haciendo conveniente endeudarse), los países de la Unión Europea han tratado de corregir el equilibrio de los pagos. Y “la mayor parte de los ajustes se ha realizado en los países con déficit a través de la caída de las inversiones y del consumo”. Simplificando: los desequilibrios de competitividad entre Alemania y Grecia (y Italia) se podrían resolver de dos modos: subiendo los salarios alemanes o reduciendo los italianos y griegos. Ha ganado, al final, la segunda hipótesis. Así que Juncker tiene razón, que la promesa de fondo del euro no se ha respetado.

¿Cómo corregir la jugada? Por ejemplo, poniendo en la mesa el salario mínimo común. Según la teoría, el salario mínimo aumenta el precio del trabajo menos cualificado, haciendo disminuir la demanda (subiendo así también la desocupación) y con la implicación de asumir trabajadores más cualificados. Además, sube el precio de los bienes, se reduce el consumo y, así, la producción, haciendo necesarios menos trabajadores. Otra vez, sube la tasa de desocupados de los trabajadores poco cualificados que, en un principio, se querían proteger. Esta es la teoría oficial, que en Europa actualmente se demuestra falsa, a tenor de los datos publicados por el estudio “Empleo y desarrollo social en Europa”, presentado el lunes en la Comisión Europea. En este se descubre que en Europa, con datos del 2010, hay una correlación positiva entre salario mínimo y porcentajes de beneficios laborales. Más alto el salario, mayor la riqueza de los trabajadores. Se reduce así la desigualdad de la sociedad (medido con el índice de Gini). Los datos que más interesan, los del 2010, señalan que en Europa se ha registrado una relación positiva entre salario mínimo y ocupación de trabajadores poco cualificados. Esta técnica ha ayudado a los trabajadores más débiles a encontrar un puesto (o, por lo menos, no perderlo), al contrario de lo que estaba previsto en la teoría.

En Europa son 20 los países que tienen estimado un salario mínimo, pero no hay ninguna norma comunitaria que evitaría las estimaciones particulares, orientadas siempre a la baja, entre los países europeos: en Francia está estimado como el 47,4 del salario medio, en España el 34,6. En Italia ni si quiera existe, con un modelo de contratos por categorías en los que se fijan la cantidad de cada uno según el estrato laboral. Esto lo aprovechan las empresas en el caso de los contratos de aprendizaje, en los que se les permite pagar menos de lo que se estima en el contrato durante 5 años, realizando un trabajo al igual que los demás compañeros. Teniendo en cuenta esto, las palabras de Juncker han sido recibidas con cierta reticencia.

Stefano Feltri

Il fatto cuotidiano (11 enero 2013)

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