Hasta el 15 de mayo se representará en la Sala Cero (Sevilla), Éxito Asegurado, de la mano de Los Síndrome. Les hablo de un estreno que se ha hecho esperar, y desde luego a sus espectadores no parece que se les haya decepcionado.
De lo primero que rondó por mi cabeza tras ver Éxito Asegurado, fue que afanarse en considerar el éxito y fracaso como dos extremos de un mismo espectro, nos conducirá a una permanente insatisfacción:
Lo que he trabajado tanto no se ha materializado, sin embargo, a aquél le va mejor que a mí, habiendo éste invertido la mitad de esfuerzo.
Entonces ¿Cómo posicionarse ante este tema, después de que Los Síndrome hayan montado una pieza en la que los parámetros más convencionales, nos conducirán a escenarios de lo más inhabitables?
Quizás lo más productivo sea confrontar dicho tema a través de otro tipo de preguntas. Por ejemplo ¿Qué papel juega el tiempo a la hora de evaluar si aquél evento de nuestra biografía, es preciso calificarlo como algo bueno o malo? ¿La idea de bueno y malo están, necesariamente, involucradas con la definición de éxito y fracaso respectivamente? ¿El que te haya pasado algo “bueno” después de haber superado una “derrota”, supone que la misma fue algo que se mal interpretó en el momento en que sucedió? ¿Hemos de agradecer cada cosa que nos suceda porque es algo que nos conducirá, “inevitablemente”, hacia nuestro próximo éxito? Estas y más preguntas, me conducen a afirmar que aunque hayamos integrado como lo hemos hecho, las definiciones de las palabras “éxito” y “fracaso”, ello no implica que lo que nos ha acontecido y los hechos que nos sucederán, han de ser leídos bajo orientaciones dicotómicas.
Si llevamos dicha concepción a un extremo, estaríamos entendiendo nuestra vida como una sucesión de puntos de inflexión. En el lugar de centrarnos en que cada uno de esos “puntos de inflexión”, irrumpen en nuestras vidas tras la coincidencia de numerosas variables que dirigen a los hechos hacia un lugar determinado ¿Ese lugar es bueno o malo? ¿Acaso el que estén operando todas esas variables, no pudo llevar a que los hechos se hayan traducido en otra cosa. Incluso, a que hayan sido calificados de otra manera, fuera de la idea de bueno o malo? ¿Bajo qué criterio situamos algo que nos ha dado excelentes resultados, hasta el punto que no habíamos contemplado que los mismos pudiesen ocurrir en el mejor de nuestros pronósticos?…
Como se pueden imaginar este tema da para varias tesis doctorales, y la pieza Éxito Asegurado está dotada del potencial suficiente como para que las mentes más curiosas y despiertas, se les detone una necesidad por desarrollar aún más un tema, que nos condiciona en la forma en cómo afrontamos lo que nos rodea y la idea que tenemos de nosotros mismos. Todo ello como lo han hecho también, en esta compañía andaluza en sus “conferencias sin vergüenzas” (como es el caso de las piezas, Justo a Tiempo y Mejor es Posible), en donde con un tono desenfadado y bobalicón, nos van soltando una serie de “perlas”, que arremeten directamente contra cierto “sentido común compartido”; que de un modo u otro nos estanca a la hora de reconstituir la manera en cómo nos disponemos ante el “éxito” y el “fracaso”.
No faltaron los chistes malos e incluso los tan retorcidos, que cuesta creer que hayan llegado a semejante cosa. Pero ello fue un elemento más que nos mantenía atentos a los que componíamos al público, a lo que se iba sucediendo en un guion que aunque no haya impactado a nadie por su contenido, la clave está en el cómo lo interpretaron. Esto es: Víctor Carretero y Práxedes Nieto son un dúo que lleva más de veinte años haciendo de las suyas. Así que han dado con la fórmula para que aunque hayan tenido algún signo de desconcentración, o quizás el impulso de soltar algo porque lo que sucedía en la sala así lo sugería. Ellos eran capaces de integrarlos como aquello que enriquecía la obra, no como obstáculos que pondrían en juego la fluidez de la representación. Claro que lo anterior forma parte del “arte de hacer el payaso”, pero si no está bien hecho, y no menos importante, si uno no se divierte haciéndolo, no se está representado una pieza payasa. O dicho de otra manera, no se tiene una vocación payasa suficiente a la hora de afrontar el hecho escénico.
No soy el primer en decir que la forma de ver la vida de un payaso, en más propia de un filósofo que de un ser inadaptado. Pues, basta ver el cómo asume el payaso su destino para caer en la cuenta que para éste el dolor y las desdichas, son pasajeras. Es decir: Siempre volverán a aparecer estímulos que le vuelvan a dar motivos, para invertir todos sus esfuerzos y anhelos hacia alguna dirección. Desde luego la mayoría de las ocasiones serán quimeras, pero en esa trágica condición prima su humanidad y las posibilidades de extraer enseñanzas y reflexiones, sobre el qué supone ser un ser humano.
Por supuesto que existe una infinidad de modos de ser payaso: claro que no todos plantean un tema de manera explícita ¿Por qué lo que es planteado en un formato aparentemente “ligero”, es algo que ha de ser considerado como superficial e incluso “comercial”? A dónde quiero llegar con esto, es a afirmar que a cada pieza y cada compañía hemos de evaluarlas desde lo que nos “prometen”, no desde lo que consideramos mejor: como si los artistas nos debiesen algo; o peor, como si este compañero de profesión estuviese “deshonrando” a las artes escénicas, porque éste tiene una línea de trabajo muy diferente. Lo que me lleva a seguir defendiendo la necesidad de que se visibilice la vasta pluralidad de registros y contenidos albergados en las artes escénicas, siento que sin ello éstas serían oficios meramente artesanales, en vez de ser disciplinas nacidas de una tradición en la que la investigación y el ingenio, son fundamentales para llevar algo a un escenario.
En definitiva, Éxito Asegurado no es un trabajo que vaya a “cambiar la vida” a nadie, ni tampoco va a “revolucionar” a las artes escénicas. Tan sólo es una obra payasa en la que sus intérpretes y los espectadores, disfrutan de lo lindo cuando se reproduce. Y ello es algo que no deba conformar, pero si hacernos reflexionar sobre cuáles son los lugares que ocupan cada uno de los creadores y espectadores, cuando se celebra un acto escénico sobre la tarima de un teatro.
Trackbacks/Pingbacks