Por Miguel Fernández Ibáñez
El Festival Internacional de Benicàssim siguió el guión esperado. A la publicitada crisis económica que puso en duda la celebración del festival a dos semanas del mismo se unió la falta de propuestas sorprendentes y una asistencia que sigue cayendo cada año. Artic Monkeys, The Killers, Queens of Stone Age y un clásico como Primal Scream cumplieron unas expectativas fáciles, tal vez acorde con un espectador medio que va poco más allá de la veintena.
Artic Monkeys fueron la crónica de un triunfo esperado. La mejor entrada de esta edición estuvo justificada sólo por escuchar ‘Do I wanna know?’ en directo. El grupo encabezado por Alex Turner abrió el concierto con su último ‘single’, una joya que estará dentro de su nuevo disco A.M. Fueron de más a menos para brindar el mejor concierto del FIB. De ‘Brainstorm‘, ‘Dancing Shoes’ y ‘R U Mine?‘ a una versión acústica y ñoña de ‘Mardy Bum‘. Del éxtasis con bailes que algunos interpretaban con ska al corro scout con guitarra en mano. Otra cosa también esperada sucedió cuando Miles Kane, compañero de Turner en The Last Shadow Puppets, se subió para tocar la guitarra junto a los Artic Monkeys. La colaboración entre ambos trajo como resultado el álbum ‘The Age of The Understatement‘ y la amistad no parece desgastada.
The Killers no llegaron a la aglomeración provocada por Turner al ser domingo. Ante un público volcado cabe reseñar las ganas que puso su líder y vocalista para encubrir la ausencia de novedad de los norteamericanos. Desde el principio Brandon Flowers puso sobre el Escenario Maravillas todo lo que tiene: repertorio de español, una actitud que indicó su gozo sobre las tablas y ‘Mr. Brightside’. Empezó lanzado y no bajó el pistón hasta que demostró ser un merecido cierre del FIB.
De los otros grandes reclamos que venían con nuevo disco, Queens of Stone Age (‘Like Clockwork‘), Primal Scream (‘More Light’) y Beady Eye (Be), cabe destacar al inconmensurable Bobby Gillespie, vocalista de unos Primal Scream tan divertidos como sofisticados. A ello ayudó la cara de ido de un Gillespine que recorría el ancho del escenario, se agachaba y pedía voz a un público más entrado en años. Su álbum ‘Screamadelica’ (1991) sonó mucho. ‘Loaded’, ‘Moving On Up’ y ‘Come Togheter’ calentaron a un público al que dosificaba su trabajo más reciente con maestría.
Después del concierto, e incluso antes de él, este periodista se preguntaba por qué Beady Eye podía estar por encima de Primal Scream en el cartel. Que Liam Gallagher sea el vocalista era la única respuesta y después de su directo poco más se podrá decir. Llegó con su nuevo disco y grupo, formado por varios componentes de Oasis, y demostró que su hermano Noel era la parte importante. Los dos han venido por separado y los dos usaron clásicos de Oasis para conquistar al público, aunque Noel suena más fino, más al grupo que ambos fueron.
El Escenario Pringles estuvo dedicado a la música española y dj’s pop-rock. De allí surgieron los sorprendentes Guadalupe Plata. Tal vez el único grupo nacional que impresionó al público británico. Los buenos comentarios sobre los jienenses se hicieron habituales desde que su sonido a blues sucio apareció.
Los 140.000 fibers de esta edición mejoraron las previsiones de un festival que cada año pierde asistentes. La crisis de la empresa Maraworld, encargada del festival, no pone en peligro la vigésima edición. El dueño y alma de FIB, Vince Power, así lo aseguró al hacer balance de un festival condicionado por los rumores, la crisis y fallos organizativos como situar a Dizzee Rascal a las nueve de la noche.
El dubstep se consolida con Knife Party
La música electrónica tuvo su habitual espacio en el FIB. La combinación de electro, house y dubstep fue una tónica en el escenario Trident Senses. La fórmula este año se basó en ritmos familiares y rotos antes de hacerse monótonos en uno de los estilos sintetizados. Un sonido producido para saltar ante los cambios constantes de ritmo que Knife Party y Skream supieron rentabilizar como nadie.
No es extraño el éxito de Knife Party. El dúo formado por Rob Swire y Gareth McGrillen tiene la estirpe de Pendulum, de donde eran componentes, y saben elegir canciones de maravilla. Es probable que no luzcan la precisión de un pinchadiscos como James Holden pero tienen una maleta donde ninguna canción ayuda a la relajación. Así se reflejó entre los más jóvenes del FIB.
Su primer EP, ‘100% No Modern Talking’, es puro dubstep, pero con esos toques comerciales que lucieron en su primera incursión como Knife Party: el remix para el grupo Swedish House Mafia de ‘Save the World‘. El segundo, ‘Rage Valley‘, más duro, se aleja más de lo comercial. El viraje de los componentes de Pendulum indica por donde anda el mercado sintético. Son muchos los exponentes del drum & bass que han decidido pasarse al dubstep, estilo hoy más demandado no sólo en las fiestas electrónicas. La mezcla con otros estilos para romper la monotonía brindan una electrónica para todos los públicos donde el dj es distinto al compositor, algo que con Knife Party el FIB pudo apreciar.
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