Por Jacobo Vázquez
El FiV es un festival humilde. Uno de los primeros del año, que se celebra apenas comienza la primavera, como si no quisiera entorpecer dentro del cargado calendario festivalero. Un festival que se celebra en la plaza del pueblo, como la verbena de unas fiestas patronales cualquiera, en donde se instala un escenario y una gran carpa -indispensable en estas fechas- para acoger a los asistentes. Y no deja de sorprender que en un pueblo como éste, en el corazón de A Terra Chá y donde lo rural impone su fuerza a pesar del perfil semiurbano de la villa, exista un festival de música que asuma estos riesgos. Que apueste por la escena nacional independiente -eso que hemos convenido en llamar indie para entendernos, aunque el término se haya pervertido desde su concepción y hoy en día sea un cajón de sastre-, en lugar de por los conciertos de grupos prefabricados en los despachos de una multinacional o de guapos e imberbes cantantes recorreplatós de televisión.
Comenzaron los conciertos del viernes con el synthpop de Belöp, la joven banda de Redondela que aprovechó para avanzar las canciones que están grabando en Madrid y que formarán parte de su primer álbum. A continuación, Cyan se subieron al escenario para defender Delapso, el trabajo que editaron este mismo año. Por desgracia para ambos grupos, sucedió lo previsible y la afluencia de público todavía dejaba que desear, con la mayoría de los festivaleros asentándose en la villa lucense. En cambio, cuando llegó el turno de Nudozurdo la carpa ya presentaba mejor aspecto. Los madrileños, con su rock críptico y mutante, demostraron que pese a ser casi desconocidos para el gran público, su capacidad para trazar atmósferas hipnóticas es casi única en este país. Hola A Todo El Mundo salieron a escena para certificar que la transición del folk alucinado de su debut hacia la suerte de pop electrónico y expansivo que facturan ahora les ha sentado muy bien. Tanto como para aupar Ultraviolet Catastrophe a los primeros puestos de las listas de lo mejor del 2012 de la prensa musical nacional. El primero de los platos fuertes llegaba justo después, La Casa Azul. El proyecto unipersonal de Guille Milkyway regresaba a Galicia para ofrecer un concierto muy similar al del año pasado en el Festival do Norte (Vilagarcía de Arousa). Pese a ello, su ecléctica combinación de pop, disco, bubblegum y j-pop, unida a la característica confrontación de drama y optimismo de sus letras siempre son garantía de éxito. El último de los conciertos de la noche era el de Delorean, que pronto editarán uno de los discos nacionales más esperados para este año 2013. Los de Zarautz ni siquiera necesitaron recurrir a sus mayores éxitos para conquistar la carpa. Sus infalibles ritmos electrónicos fueron el mejor final posible para los conciertos y la antesala de la enésima visita a Galicia del decano de los djs españoles de indie. Dj Amable fue el encargado de poner punto final a la jornada bien entrada la madrugada, demostrando porqué lleva años siendo una referencia en la noche barcelonesa. Y no sólo para el público que acude habitualmente a sus sesiones en la sala Razzmatazz sino también para sus compañeros de profesión. Una incontestable colección de hits que dejó al todavía abundante público con ganas de más.
Con el cartel ya cerrado, la organización sorprendió a última hora con la inclusión de Iván dj, residente de la Sala Karma de Pontevedra, para pinchar en la Plaza de Santa María el sábado por la mañana. Así nació una inesperada sesión vermú en la que tanto Iván como los allí reunidos sufrimos la voluble climatología del fin de semana, pero sin parar de mover los pies. Impagable la escena de una familia saliendo de un bautizo en la Iglesia de Santa María a ritmo del Last Nite de The Strokes. Ya por la tarde, el power-pop de los locales Postergel abría el turno de conciertos. Poco después, los murcianos Varry Brava aprovecharon el atardecer para sacar la bola de espejos de discoteca setentera y dar la bienvenida a la noche. El rock visceral de Idealipsticks, tan deudor en lo estético y en lo musical de los setenta, en el cuero y en la actitud, dejó el terreno preparado para la llegada de unos clásicos, La Habitación Roja. Los de L’Eliana dieron un concierto magnífico, con un sonido potente y sin fisuras, sin renunciar a ninguno de sus grandes éxitos. Incluso hubo tiempo para dedicar Segunda Oportunidad a la fan que se había comprometido a lanzar su sujetador al escenario si le dedicaban una canción. Dicho y hecho. Los problemas de sonido lastraron el concierto de Supersubmarina, uno de los más esperados por el público más joven y sin duda el que registró mayor aforo, pero que sin embargo dejó fríos a los más veteranos del lugar. El rave-rock se apoderó a continuación de la carpa con la llegada de The Whip, la única representación foránea del cartel. Los mancunianos han sido justamente proclamados herederos de la larga tradición de grupos de Manchester que aunaron rock y baile, y el sábado demostraron las razones. Para cerrar el festival, Elyella djs y su eficaz fusión de melodías indies y ritmos electrónicos acabaron por exprimir unos cuerpos ya agotados de tanto bailar en la gran verbena indie en la que se convirtió Vilalba durante 36 horas.
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