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Por Jacobo Vázquez

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En la música, igual que en otras disciplinas, suele suceder que las inercias positivas se alternan con las negativas. Así, un grupo que encadena tres o cuatro grandes álbumes, sus obras maestras, puede verse a continuación sumido en pozos compositivos de los que algunos no logran salir jamás, desembocando casi siempre en la disolución del grupo. Un rápido vistazo a la carrera de artistas hoy considerados clásicos basta para comprobarlo.

Pues bien, sucede que Foals, que estos días presentan su tercer disco, se encuentran en una de esas inercias positivas, uno de esos estados de gracia donde cada pequeño paso resulta exitoso. Si con su debut irrumpieron en la escena británica como una banda de math-rock acelerado, casi dance-rock, para su segundo álbum ampliaron su registro tratando de llevar su sonido hacia paisajes menos inmediatos. Fue entonces cuando se reveló el verdadero potencial de Foals, esa capacidad para forjar el ritmo de sus canciones no sólo mediante las percusiones sino también a base de susurros e instrumentaciones contenidas pero crecientes, como en Spanish Sahara. El éxito de esa canción afianzó la necesidad de Foals de emprender la búsqueda de su propia identidad, camino que hoy los ha llevado hasta donde están.

Yannis Philippakkis, líder de la banda de Oxford, reconocía en una entrevista reciente que durante la grabación de las canciones su objetivo era sonar más a funk y menos a rock. Pero que nadie espere encontrar aquí a los herederos de Parliament o Sly & The Family Stone, porque no lo hará. A lo que se refería Yannis era a que tratarían de engarzar las melodías íntimas y expansivas de su segundo álbum sobre los esqueletos rítmicos del primero. Pero con la misma precisión y firmeza que los músicos de funk empleaban para construir el groove de sus canciones. Por ello, Holy Fire es su disco más completo, once canciones cambiantes y líquidas, capaces de modificar su aspecto repentinamente. Inhaler, el single de presentación, deambula entre el sonido espacial al puro estilo Pink Floyd y el rock duro, sirviendo de contrapunto a los ambientes más pausados de canciones como Late Night o Moon, la lacerante nana que cierra el álbum. Antes de eso, My Number, una de las grandes canciones de lo que llevamos de año. No cabe duda que Foals han preparado su salto a la primera división de manera concienzuda y Holy Fire es su pasaporte para lograrlo.

@jvgalan

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