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Esta compañía asturiana nos representó uno de esos trabajos que nos recuerdan lo artesanales que son las artes escénicas. Y por más que se hayan incorporado con organicidad el uso de las nuevas tecnologías en varios montajes de las últimas décadas, el punto está es que los mismos siguen siendo hechos bajo la premisa de constituir una realidad paralela a la de nuestro cotidiano durante su representación. Lo digo más que nada, porque formaS se “ensambló” articulando con elegancia y discreción, imágenes que no tenían por qué estar relacionadas unas con otras en lo que a su temática se refiere, porque aquí no se trataba de “contar una historia”.

 

De esta manera, la ingeniosa manipulación de objetos sencillos y aparentemente intrascendentes, cobraban un peso escénico tal que sus intérpretes, Estrella García y Miguel Quiroga, eran meros “instrumentos” para que las ilusiones ópticas generadas entre una luz fluorescente y los objetos en juego, diesen como resultado un trabajo sumamente hermoso. Ello responde, sin lugar a dudas, a una investigación minuciosa desde un espíritu lúdico, y no menos importante, a un mimo por lo que se hace que envolvió, de principio a fin, a la representación de formaS.

 

Estas son las cosas que nos demuestran que las artes escénicas han sido capaces de evolucionar en paralelo a pasar de los tiempos, sin perder aquello que las hace irremplazables, que es que lo que se representa está sucediendo en un “aquí y ahora”. Y justo esto es lo que hace que formaS hace que sea para mí un espectáculo de danza. Esto es: Si bien es cierto que sus intérpretes supieron sacarle partido a sus respectivas trayectorias en danza contemporánea y clásica, considero que sus conocimientos fueron puesto al servicio de que todo lo que se hacía sobre el escenario fuese ejecutado con fluidez; bajo la lógica de una dramaturgia (por más que haya sido netamente formal este caso); habiéndose enriquecido de una serie de referentes a los cuales se habrán acogido (estoy pensando en el final de esta pieza, que de un modo u otro puede calificarse como una consecuencia del legado que nos ha dejado Loie Fuller); y destinado para ser visto por un público.

Sí es que esta pieza de Zig Zag Danza, no tiene ni la menor de las pretensiones de ser “alabada por sus grandes logros”. Dado que su intención es que nosotros los espectadores demos parte de nosotros mismos, para que la pieza llegue tan lejos como queramos. O dicho de otro modo: si uno va con una predisposición positiva, uno se encontrará con escenas que nos dan pie a que nuestra creatividad se “divierta”, valiéndose de la inteligencia que todos tenemos en tanto seres humanos. No es novedoso afirmar que las piezas de artes escénicas son hechas por seres humanos, destinadas a seres humanos; aunque a veces no se aborde el “drama humano” de manera directa.

 

En consonancia a lo anterior, me llama la atención que trabajos como formaS, encajen mejor  en las programaciones de los teatros si son dirigidos a la infancia en vez de a “todos los públicos” (en el sentido más amplio del término). Reconozco que ello tiene su razón de ser en el campo de la producción y distribución de una pieza, pero ¿por qué a nosotros (los adultos) nos cuesta tanto revalorizar piezas como esta, como algo que se puede disfrutar más allá de algo adecuado a los más pequeños que nos rodean. Sin ser señalados como personas “infantiles”, o de dedicarnos a cosas relacionadas con la infancia y a la juventud?  No con ello quiero dar a entender que todos los trabajos de dicho género han de ser tan flexibles como formaS, no obstante creo que esto nos aporta una serie de pistas que han de estudiadas a fondo, para que el dividir las artes escénicas por géneros sea un medio útil para aquello que les dio lugar, no algo que desmovilice por defecto sectores importantes del público.

Naturalmente, que nosotros los espectadores tenemos parte de responsabilidad en que las cosas sean como son (con sus ventajas y desventajas). Sin embargo ello, necesariamente, no nos ha de desmovilizar a ir a un teatro a ver ciertos espectáculos sin usar el pretexto de estar acompañando a un menor de edad, para fomentarle otro tipo de vehículos para nutrirse en su educación integral y demás cosas por el estilo.

 

 

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