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Freedom Tastes of Reality es el fotolibro de Juan Barte publicado por Formidable Books y seleccionado por La Fábrica y Photo London para el Book Dummy Award.

 

El avance de la tecnología hace que la presencia de nuestro cuerpo vaya desapareciendo progresivamente en las relaciones laborales, de amistad incluso sexuales y por eso Juan Barte reflexiona sobre ese cuerpo cada vez más ausente de la vida cotidiana que ha dejado de experimentar lo que le rodea y ha sido sustituido por todo tipo de dispositivos: pantallas táctiles, móviles, tablets, gafas de realidad virtual o metaverso. Freedom Tastes of Reality es una reflexión para poner el cuerpo como pilar fundamental del fotolibro, adentrándonos en el dolor, género, libertad individual, sensualidad y valentía.

Un trabajo que ha supuesto nueve años de desarrollo, involucrando alrededor de 80 artistas de la nueva escena madrileña que mostraron sus procesos de trabajo relacionados con el cuerpo y la libertad individual, utilizando la descontextualización para que el protagonismo se lo lleven las fotografías y no el personaje fotografiado. ¿Y por qué elegir como base del trabajo a los artistas?, porque se ha convertido en el prototipo de individuo en la sociedad actual, todo el mundo se cree o tiene que ser creativo, independiente, autosuficiente, convirtiéndose en el modelo del nuevo trabajador

A título meramente informativo están fotografiados: Abel Azcona, Eugenio Merino, Okuda San Miguel, María Forqué, Guillermo Mora, Rubén Rodrigo, Albano Hernandez, Alejandro Botubol, Álex de la Croix, Almudena Lobera, Carlos Aires, Cecilia Gala, Julia Llerena, Julio Sarramian, King Jedet, Maillo, Nacho Martín Silva, Naiara Carmona, Nuria Mora, Olalla Gómez, Omar Jerez, Oro Jondo, Raisa Maduit, Raúl Diaz Reyes, Remed, Sansano Nasnas o Santiago Giralda. Con todas ellas se parte de una premisa para iniciar la sesión fotográfica, y a partir de ahí, cada protagonista toma la iniciativa y se improvisa.

 

 

 

 

Al igual que ocurrió con INFINITO de David Jiménez (Photovision, 2000) el azar ha jugado un papel importante a la hora de decidir la maquetación final, ese caos que aparece de imprevisto, un orden inesperado hace que las fotografías cobren una fuerza repentina, siempre con el objetivo de obligarnos a ver con detenimiento, pensar y crear, no somos meros espectadores sino protagonistas para encontrar lo sutil, los detalles y encontrar aquello que aparentemente está oculto.

Además el blanco y negro establece una pasarela argumental a la serie, despojando la individualidad del color en cada imagen y apartándonos del mundo tal y como lo vemos, aportando subjetividad, abstracción y diluyendo la frontera entre realidad / ficción. El blanco y negro permite limitar la información que el espectador recibe, y a la vez hacerse más notoria, además posibilita una visión personal, atemporal y abstracta, para que el público navegue entre lo escenificado y lo espontáneo, la ficción y la realidad.

 

 

 

Freedom Tastes of Reality reintroduce el cuerpo, es una celebración de ese cuerpo cada vez más ausente, ya que, en esta vida líquida que llevamos, el cuerpo se ha convertido en la única certeza, lo único que puede darnos un contorno definido y verificable, un mapa de nuestra identidad. Porque parece que el cuerpo se ha convertido en una especie de lastre. Por un lado, un lujo que exige continuos cuidados y mantenimiento; ejercicio en lugares de pago, gimnasios, spas, comida saludable… y por otro, una amenaza; posible contagio, un vector de enfermedades.

 

 

 

Si las fotografías fueran retratos al uso en los que se reconoce al individuo, entraríamos en la dinámica de quién es quién, quién está en el libro y quién no. Naturalmente las imágenes serían una representación de esa persona en particular y dejarían de funcionar como metáforas de lo que quiero contar y transmitir. Estas fotografías van más allá de la apariencia de la persona. Por otro lado, al no haber ese reconocimiento inmediato la audiencia puede asumir un papel activo. La presencia de los rostros, especialmente si hay una mirada directa de sus ojos al público, centra toda la atención en ese punto. Cuando no tememos esta referencia nos vemos obligados a buscar en toda la fotografía pistas que nos ayuden a darle sentido. Esto provoca un proceso creativo que abre la puerta a multitud de interpretaciones, asociaciones y lecturas.

 

 

Un fenómeno común cuando vemos imágenes es el llamado reconocimiento inmediato. Nuestros ojos comienzan a ver una imagen, un paisaje de montañas, por ejemplo, y el cerebro decide qué es más rápido, toma el control y construye una proyección del resto del paisaje, entonces da la imagen por vista, comprendida, pasamos a la siguiente y ya no vemos más. Así que no vemos con nuestros ojos la totalidad de la imagen que tenemos delante, la imagen es completada por el cerebro tirando de conocimiento e imágenes almacenadas en el pasado. La consecuencia es que tiene dificultades para ver cosas nuevas. Este fenómeno es lo que nos impide darnos cuenta del nuevo corte de pelo en esa persona que vemos todos los días. Así que este fotolibro está diseñado con la intención de obstaculizar el reconocimiento inmediato y obligarnos a ver.

 

 

Por un lado, se trata de acostumbrar al ojo a mirar con calma y paciencia, con profunda y contemplativa atención, para dejar que las cosas se acerquen. Solo de esta forma lo flotante, lo poco llamativo, lo volátil puede revelarse. Y por otro lado, se trata de explorar y aprovechar al máximo este objeto que es el libro, y lo que le es exclusivo como medio.

 

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