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Por Diego E. Barros

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El diputado del PP Rafael Hernando ha llamado «pijo ácrata» al juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz. Minutos después, Hernando volvió a Twitter para matizarse de aquella manera. Esto es, contextualizar la malinterpretación de sus palabras por parte de los periodistas y de aquellos con una neurona más que las vacas capaces así de no ir cagándose por la calle: lo de «ácrata pijo» no iba por el juez, sino por el auto en el que el magistrado exculpaba a los ocho organizadores del 25S acusados de un presunto delito contra las Instituciones del Estado. Al final, Hernando llamó «pijo ácrata» a un juez y al resto del mundo gilipollas. Pero no dejen llevarse por las primeras impresiones. Hernando es uno de esos políticos cuya apariencia impide tener más foco y cargos de enjundia. Es portavoz adjunto del Grupo Popular en el Congreso lo que viene siendo tercer portero de la selección en un Mundial. Está para hacer bulto y montarla cuando tiene un micrófono delante a ritmo de camarero. Ayer vino a establecer la responsabilidad preventiva: si nos pasa algo a los diputados miren a Pedraz. Hernando es un señorito de camisa azul y cuello italiano, , de lo que se desprende que tal atuendo así como los polos Lacoste que se gasta en las horas de asueto ya no son lo que eran. Que un pijo pueda ser también ácrata sin ser de Bilbao sólo puede significar a estas alturas que ya estamos utilizando el lenguaje por encima de nuestras posibilidades. Le pasó también De Guindos que ayer en una conferencia en la London School of Economics repitió por activa y por pasiva la cantinela de que «España no necesita un rescate», lo que no viene sino a confirmar que al final lo acabaremos pidiendo como siempre se han hecho las cosas en España: por puro vicio. La relación de ciertos políticos con la Justicia comienza a tener las consecuencias ontológicas de Rajoy con la realidad. Un impedimento para desarrollar todas las virtudes con las que llegaron al mundo. Así, la separación de poderes de Montesquieu está tan desfasada como lo que decía la añorada Esperanza Aguirre de la lucha de clases, y esta economía de mercado que nos iba a hacer ricos a todos ha acabado convertida en un comunismo por un rato en la misma dirección en la que los dictados de Carlos Marx eran puestos en práctica por los gerifaltes de la URSS: siempre hacia arriba y a la derecha. De ahí la manía de este Gobierno por «modular» su lenguaje hasta el punto en el que no puede hacerlo con el derecho a manifestarse. Ahora ha sido un juez «pijo ácrata» el que ha provocado los desvelos populares al echar por tierra la caza de brujas orquestada por la cúpula de Interior en un intento de que tanto recorte acabase por sacar a la luz las costuras del sistema. No es difícil recordar los problemas de un tal Silvio Berlusconi para gobernar un país, rodeado como estaba, de «jueces comunistas». O de los ex dictadores de medio mundo que ven sus otoños de patriarcas peligrar a causa de magistrados que todavía creen en los textos que, un día memorizados, le sirvieron para vestir la toga. Joder, Pedraz, desde aquí te lo digo: es que no aprendemos, ¿no has visto a Garzón?

@diegoebarros

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