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Los roles que interpretan Luna Sánchez, Alberto Lucena, Miguel Marín Pavón y Guillermo Weickert se amoldan en función de qué atmósfera a ellos se les “arroja”, generando que Luz sobre las cosas sea un trabajo en el que no exista un hilo narrativo. Tanto es así que, estos profesionales andaluces, van identificando el cómo responder a una serie de consignas provenientes del interior o de lo que rodea a sus personajes.

 

Guillermo Weickert nos emplaza a un estadio en donde todo pasó o algo que fundará una “nueva era”, estará por pasar. Mientras tanto, sus personajes se desenvuelven en un terreno en el que lo que fuese que hagan responde a lógicas que, por un motivo u otro, no acaban de encajar con el espacio/tiempo del que provienen.

Si en artes escénicas se le adjudica el papel de “guías” a los profesionales involucrados en la obra que se está representando, en Luz sobre las cosas sus intérpretes actúan como cualquier individuo; eso sí, sin abandonar los códigos de extra cotidianidad propios de dichas disciplinas. De tal forma que, los que integramos al público, se nos invita a sentirnos identificados con las “aventuras” y “desventuras” por las que transitan, y no menos importante, qué tipo de pensamientos y emociones van gestionando a la par. Tómese en cuenta que en Luz sobre las cosas no se trata de reproducir una versión del “héroe” que consigue superar su propio “viaje iniciático”, ni una obra que expresa la “linealidad” de la vida contemporánea en los países occidentales. Ya que se plantea que el ser humano podrá esforzarse e ingeniárselas por definir un sentido y significado a cada una de sus acciones, no obstante, ello no cambia que esté “vagando” en el vacío.

 

Foto: Marta Morera

 

 

Claro que ello no desmiente ni confirma, que no quepa postular cosmogonías que expliquen la razón de ser de lo que reside en la Totalidad. Pero ¿hasta qué punto dar con las respuestas que uno persigue nos satisfacen para habitar el presente? De esto ser cierto ¿la filosofía, la literatura, las ciencias sociales o las ciencias naturales quedarían desacreditadas? Lo que, personalmente, yo recogí de lo que nos aporta la interpretación de Guillermo Weickert, es que él está siendo consumido por sus inquietudes, al estar en la búsqueda del “sendero” que le permita continuar. Puesto que, a estas alturas de su carrera profesional, toca fundamentar el por qué hacer lo que quiere hacer en escena. Llevando eso consigo, irremediablemente, a desdoblarse en todos los sentidos.

 

Foto: Marta Morera

 

El hecho de que estos profesionales se hayan decantado por disponer de un espacio escénico tan amplio, les posibilitó a “jugar” con distintas dimensiones en lo visual y en lo emocional, esto es: partamos de la base de que según en qué lugar del escenario se sitúe un intérprete, puede dar una suerte de efecto visual de que el escenario es más grande o más pequeño.  Por ejemplo, si uno coloca su cuerpo recogido en una esquina del fondo del escenario, éste dará la sensación al público de que el escenario es más grande. Mientras, si uno permanece mucho tiempo en el proscenio, el escenario es percibido como si fuese más pequeño. Ahora bien, si incluimos en lo anterior un factor de tipo emocional, entonces, corresponde retrotraerse al momento en el que Luna Sánchez baila por todo el escenario, soltando el peso y dándole riendas sueltas a su cabellera. Pues, de aquí se salió de un estado de contención a uno de liberación, haciendo que el escenario se nos presentase como más pequeño. Asimismo, cuando todos estos profesionales abrieron aquella puerta que desprendía una luz cegadora, pues, el escenario era enorme: Tan grande que ellos podrían ser vistos como seres “insignificantes” ante la inmensidad del universo (por así decirlo).

A dónde quiero llegar con todo esto, es que ellos tuvieron la habilidad de saber dirigir nuestra atención al lugar que les interesaba, a pesar de que los que integramos al público ni sus personajes, teníamos manera de predecir en qué dirección iba acabar la obra (ello aliado con el exhaustivo diseño de iluminación de Benito Jiménez y la precisión en el timing del ambiente sonoro a cargo de Miguel Marín Pavón). Constituyendo un marco en el que parecía que estábamos “soñando” esta obra: era todo tan cinematográfico y a la vez tan bizarro…

 

Foto: Marta Morera

 

 

En fin, estos han sido algunos de los pilares que han sostenido a Luz sobre las cosas. Un trabajo que, sólo un profesional en su fase de madurez sacaría adelante recibiendo el mejor de los reconocimientos, ya que ha sido montado con sinceridad, firmeza y generosidad. De verdad, que da gusto y esperanza que haya creadores en el punto en el que está Guillermo Weickert que compartan sus inquietudes y vulnerabilidades, algo que, de seguro, honrará a su legado artístico, de “filósofo de la escena” y como persona.

 

 

 

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