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Por Diego E. Barros

Que Hacienda somos tontos es algo que sospechábamos hace tiempo y que hemos confirmado esta semana. Comenzamos convirtiendo a una Infanta en la Duquesa de Alba y acabamos descubriendo un DNI inolvidable. El 14, dos cifras que a pesar de su real sencillez han dado lugar a uno de los ridículos más interesantes de la historia reciente ―y no es fácil últimamente hacerse un hueco en la lista de mayores ridículos―, al haberse repetido «erróneamente» hasta en 13 ocasiones. Sobre el origen del error ya se ha dicho de todo y podemos estar seguros de que el resultado de la investigación anunciada será el conocido: la culpa es de alguien pero aún estamos decidiendo qué. Para ésta como para todas las cosas que ocurren en España ni hay responsables ni se les espera.

Salió Montoro a los pasillos del Congreso para decirnos que dejemos ya de tocarle los huevos: lo que pasó, pasó y dejen de molestar, coño ya. Es el ministro una de esas personas que dice más en forma que en sustancia, que es su manera tanto de pedir perdón como de perdonarnos la vida. Le siguió Rajoy que volvió a entonar la enésima disculpa desde que pisó la alfombra de Moncloa, esta vez dirigida a una sóla agraviada. Nuestra democracia era esto: la sustitución del «circulen, aquí no ha pasado nada» por el «lo siento, no volverá a ocurrir». De tan repetido en boca de nuestros próceres va camino de convertirse, éste sí, en marca.

Decía Benjamin Franklin antes de prestar su rostro a los billetes de 100$ que «en este mundo sólo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos». Sobre la muerte no tenemos dudas más allá de vernos a veces sorprendidos por su voracidad. Si hablamos de impuestos entramos en terrenos movedizos y, en contra de lo apuntado por Montoro, sí más propios del Ikerismo.

Hace años Hacienda envió una carta a mis padres en la que los amenazaba con un embargo de bienes inminente. Se trataba, claro, de un error de nuestra eficaz tesorería. Desde aquella llevan mis padres esperando unas disculpas y, vista la celeridad de actuación de un ministro y un presidente para con la Infanta, están seguros de que el perdón ya está al caer.

John Maynard Keynes, el economista más influyente de la primera mitad del siglo XX hasta que Milton Friedman comenzase a esparcir los polvos que han traído los lodos que hoy lo inundan todo, decía que «evitar los impuestos es el único esfuerzo intelectual que tiene recompensa». Y lo decía con razón. No hay nada más que ver la fruición con que las grandes familias se empeñan en formar a sus cachorros en las escuelas de negocios. Desde allí sólo hay dos caminos: la fortuna o las páginas de nuestros periódicos, que estos días rebosan de ilustres emprendedores. Ambos destinos suelen ir de la mano, aunque sólo unos pocos elegidos logran cerrar el círculo.

Hay quien dice que el embrollo de la Infanta ha sido provocado en Can Barça para tapar lo de Messi. O al revés, pues es España un país en el que se puede jugar con todo menos con las cosas importantes como el fútbol. Yo no sé si la Infanta vendió 13 fincas o si Messi ha defraudado los cuatro millones que dicen. Sí creo que hay que ser iluso para pensar que un tipo que apenas sabe leer se dedique concienzudamente a engañar al fisco. La primera facilidad que te otorga el ser rico es no perder el tiempo en esfuerzos intelectuales; te compras los de otros. Eso permite que Hacienda se mantenga ocupada persiguiendo el IVA que no declara el fontanero.

Yo, que he pasado por varias facultades aunque sólo haya sido por accidente, mantengo con Hacienda una relación de lo más simple. Pago y ella cobra. Indefinidamente desde que comencé a encadenar trabajos basura. El milagro de los dos pagadores por obra y gracia de José María Aznar. El único gesto que me permito es el de firmar sin leer los papeles de la renta que me da el de la gestoría. No me extrañaría recibir cualquier día una carta de la Agencia Tributaria recordándome la fortuna que desconozco poseer. Será entonces cuando pruebe las mieles de echarle la culpa al otro. En todo caso, es una pena que se haya tenido que marchar Mourinho para que por fin hayamos dado con la estrategia definitiva contra el Barcelona.

 @diegoebarros

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