Cartas desde Vietnam
Esta mañana yendo a la oficina. Primer día de voluntariado.
Por Bárbara Bécares
Ayer por la tarde llegué a Hanoi o, mejor dicho, a este barrio a las afueras, a 15 kilómetros de esta gran ciudad. Y aún no os he contado nada, pero estoy flipando con todo lo que veo y hago.
Primero ‘flipo’ mucho porque supuestamente, mi idea al mudarme a Asia era irme a un lugar con playas paradisíacas, vivir en una cabaña frente a un mar azul y disfrutar del sol en enero. Y ahora estoy aquí, en plena urbe gigante asiática, en proceso de expansión voraz (que ni eso, no estoy en la urbe, estoy en una infinita y enorme periferia, con gente humilde llegada de las zonas rurales que se ha ido instalando en las faldas de la capital), llena de contaminación, motos (como no, ya no me imagino la vida sin ellas) y demás tráfico, suciedad, basura… vamos, puro asfalto o solo barro y encima con lluvia, fresco y mucha bruma que a veces no te deja ver a cortas distancias.
¿Por qué estoy aquí? Pues porque me dejo llevar por pequeños impulsos. El mundo es tan grande y hay tantos lugares dentro de cada uno de los países, cada uno con sus encantos, que mejor dejarse llevar por esos impulsos.
Vietnam ya me apetecía desde hacía tiempo. Pero ¿cómo decantarse por un lugar?
Sabía cómo quería ese lugar, pero no tengo claro que exista en la realidad: un bonito pueblo (ni muy grande, ni muy pequeño) a orillas del mar, con sol, pero no mucho calor ni frío por las noches, que estuviera cuidado, pero que no hubiera muchos turistas (el turismo aliena los lugares y los tranforma en lo que no son) pero con algo de presencia internacional (Ahora que lo releo igual estaba buscando una Struga (mi pueblo de Macedonia) en Asia, con mar y no lago y con calor todo el año). Por mi experiencia creo que no está mal juntarse con amigos internacionales, sin cerrarse a los locales, porque, al fin y al cabo, también están descubriendo el país, por lo que siempre están dispuestos a apuntarse a un bombardeo si hace falta y a unirse a más planes, excursiones y actividades.
El tema, no sé si hay ese sitio, pero si lo hubiera, seguramente NH ya habría instaurado sus hoteles gigantes, con pulserita o sin ella, cerrando parte de las playas para hacerlas privadas a turistas, mientras los locales se habrían enajenado con el dinero extranjero mirándote como un dólar andante y no como un colega con el que podría surgir una amistad o un intercambio cultural. En fin, que me voy del tema.
El caso, que un día me llegó, en el boletín informativo de una página web a la que estoy apuntada con muchas ofertas interesantes para intercambios juveniles y demás, llamada Youth Networks, y que recomiendo, un puesto vacante en Vietnam para ser profesor de inglés a niños. En ese momento pensé que no estaría mal estar una parte de mi estancia en Asia siendo voluntaria en una ONG local, lo que me ayudaría a conocer la cultura y a ayudar en todo lo que pudiera. Y esta ONG me gustó porque no hacen a la gente que va a donar su esfuerzo y tiempo pagar cantidades ingentes de dinero para ‘poder’ ir de voluntarios, una práctica muy extendida y que me parece abusiva. Aquí me dan el alojamiento y la comida a cambio de mi tiempo y esfuerzo. También me dan todo lo que presiento que voy a aprender y eso no tiene precio.
Unos de mis alumnos de las clases de inglés en Vietnam
Recuerdo que de pequeña siempre soñé con que de mayor me iría de voluntaria a algún sitio remoto. Y aquí estoy, en un barrio medio roto con, al mismo tiempo, unas maravillosas y enormes casas que deben ser de la época colonial francesa (necesito informarme, es dificil encontrar aquí gente que hable inglés) y dando clases a niños vietnamitas que sueñan con ser grandes cosas en el futuro, como presidentes de un país grande (eso me han dicho un par de ellos en la clase de hoy). La vida puede ser algo fascinante.
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