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Hemos estado con María Jesús de los Reyes Manzano. Esta bailarina, docente, investigadora y precursora del proyecto EMAE; nos habló de la trayectoria personal y profesional, que la llevó a ser un referente ineludible en España, para entender la danza social y comunitaria.

Sin más dilaciones, les dejo con lo que fue mi conversación con esta profesional andaluza:

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

-¿De qué manera se pueden retroalimentar la educación formal, con la informal?

Esa es la clave. Si tenemos dos ¿Por qué han de ser antagonistas? ¿Por qué no se considera que es una riqueza, el que haya dos? A mí me ha llegado a dar danza clásica una apasionada que le daba igual lo disléxica que yo fuera. Ella se tiraba al suelo, para cogerme el talón y girármelo, para que así yo pudiese entender que es estar en en-dehors ¡Esas cosas te dan la vida!

-Hay quien habla de la educación informal como si sólo fuese ocio y tiempo libre, y otros parten de la idea de que quien acude a la educación informal, no tiene intención de ser profesional ¿Qué te sugieren este tipo de comentarios, tomando en cuenta tu trayectoria profesional?

A mí no me ha afectado en el momento de impartir un taller con personas no profesionales, o el haberme formado en escuelas fuera de los ámbitos oficiales. Por otro lado, por cuestiones económicas y personales, no he producido piezas todos los años. Es decir: cuando yo vi en qué consistía el mundo laboral de la danza, el cual me ponía en la tesitura de elegir crear piezas yo sola, con gente que me toca, o en el rol en el que tengo que estar como ejecutante en un trabajo que me resulta totalmente ajeno; tomé decisiones a través de las cuales finalmente se generó un buen currículum. Hay cosas que yo no he estado dispuesta a hacer como creadora o intérprete durante mucho tiempo, y quizás esto ha generado diferencias de credibilidad con ciertos profesionales, más que en lo formativo.

Estuve formándome en el CAD (el antiguo Centro Andaluz de Danza) hasta el 2002. Del 2002 hasta el 2005 estuve estudiando en la Universidad Miguel Hernández de Altea (Comunidad Valenciana), un grado superior de danza contemporánea (estudios propios de dicho centro, que no he podido convalidar todavía en España). Luego me dieron una beca para estar en el Centro Coreográfico Nacional de Montpellier, después estuve en Barcelona…

Siguiendo con este afán por la danza, me fui a crear mi compañía a Valencia. Y cuando yo entendí que, al dedicarme a la danza, mi vida personal estaba en un margen casi inasequible (por más que la danza era algo que me daba la vida), peté, y terminé yéndome a Bruselas.

-Suena muy irónico.

Sí. Pero ello venía de cumplir mi fantasía, de vivir en un lugar del centro de Europa. Estuve haciendo clases de Pilates, y no fui a ver ningún espectáculo de danza en más de seis meses. No podía acercarme a un teatro…

En ese contexto nació la idea de hacer una asociación que creé en 2019, EMAE.

Esta idea que germinó el proyecto EMAE, parte de la base de que la danza no puede ser algo para un tiempo determinado de nuestras vidas. La danza va más allá del domino de un tipo de movimiento en concreto, según un único concepto del cual podrían surgir algunas ramitas.

Además, me preguntaba dónde iba a estar cuando yo fuera una persona mayor, dónde iba a estar mi felicidad durante mi vida adulta, dónde quería vivir yo…

– ¿Te entró una auténtica crisis? Porque supongo que, hasta aquel momento, te habías dedicado de lleno a la danza.

Sí, una crisis vital. Nunca paré de formarme, llevaba varios trabajos a la vez, ponía dinero para desarrollar mis proyectos (cosa que hemos hecho todas). Fue un momento de silencio, donde yo me preguntaba si la danza me amaba a mí.

Con EMAE surgió mi apuesta por fomentar y alimentar las relaciones intergeneracionales, o sea, utilizar la danza como herramienta de cohesión social. Hice un máster por el 2012 en la Universidad Côte d’Azur de Niza. Durante mis investigaciones allí, me llamó la atención el cómo se clasificaban las edades, en lo que se refiere al momento más productivo de cada franja de vida, marcadas por la libertad o la dependencia, también.

Entonces decidí conectar las etapas de la niñez y la jubilación, sin desechar las que están en medio (la adolescencia y la edad adulta) para ponerlas en relación dentro del marco que propone EMAE, a través del arte, la ecología y el aprendizaje.

A lo que he de añadir, que cuando estás en otro país y aprendes otros idiomas, otras formas de practicar la comunicación, ves cómo la gente se mueve en esos otros lugares, a qué hora hace sus cosas del día a día, etc., me di cuenta de que esas diferencias intergeneracionales también las completan las culturales según cada grupo social y su ubicación geográfica. Así que también recogí esa información para trabajar la danza incluyendo estas vivencias y reflexiones.

-¿Por qué crees que la danza es un espacio propicio para reencuentro entre personas?

Porque hay cosas que por más que quieras callarte, o maquillarlas, el cuerpo no puede. Cuando a ti te tocan y te da un escalofrío, una no puede disimular que se te pone la piel de gallina. El cuerpo siempre va a contar la verdad.

En una clase en la que trabajamos con el cuerpo, sea cual sea el cuerpo que se tenga, uno ha de ponerse en relación con todo el cuidado del mundo. El que yo tenga la facilidad de trabajar de una determinada manera a través del cuerpo, no quiere decir que eso sea fácil, siendo que el tocar a alguien es un universo entero…, la sutileza con la que una se acerca, o una se separa de alguien, incluyendo, todo lo que hay dentro del rango del entrar y salir, de dicho contacto.

Yo creo que la danza aporta la esencia misma del ser humano. Para mí el movimiento es el inicio de todo: la voz, la música, etc…, lo que no se mueve, está muerto.

La danza me ayudó a sentir que pertenecía a un grupo, en el que finalmente no tenía que fingir o pretender ser diferente a cómo realmente era: la danza me integró en la vida. Gracias a la forma en la que conocí la danza contemporánea, en 1999 en el CAD, en un curso de improvisación con Merçé Boronat (de tres meses), yo vi que tenía mi lugar en el mundo. Que mi verdad y mi forma valían, tenían valor, tal y como eran. Con muchísimo que aprender, por supuesto, pero válida en mi esencia y con (y por) mis propias características, grandes y pequeños dones y defectos (según cómo y quién los mire, claro…).

Usted está aquí, con todas 2019 participación público. Foto: Luis Castilla

Usted está aquí, con todas 2019 participación público. Foto: Luis Castilla

 

Por eso, cuando seguí mi camino formativo y profesional, siempre he preferido trabajar junto a personas que refuerzan este hecho.

 La danza en sí, puede ser un arma de destrucción creativa y personal, o puede ser algo que te salve la vida: Como el agua, o como el fuego. Siempre según el enfoque, excluyente o inclusivo, que se tenga.

 La danza me eligió para darme vida, y yo he elegido quedarme con ella en una manera y medida, que dignifique mi vida ¿Cómo? Rodeándome de personas en este campo profesional que tienen mi misma visión e interés, eligiendo también hacer mis propios trabajos creativos, que respetan mis tiempos, maneras y necesidades vitales.

 Si no hay persona, no hay artista. Yo entiendo la vida, porque la danza me la explica. 

 ¿Por qué te has decantado por estos colectivos, que muchas veces, han sido dejados de lado? Lo digo porque en nuestra sociedad, se suele acudir a los que se perciben como los más “eficaces”.

Para darle más verdad a la idea de virtuosismo. Por ejemplo, a una modelo ”curvi” hay que llamarle, modelo “curvi”, no simplemente modelo. Mientras tanto, a la que está en una pasarela con una talla treinta seis, no la llamamos modelo “slim”.

 Como espectadora yo me pregunto qué me emociona, qué me hace despertar…, no tiene por qué, necesariamente, ser alguien que te hace cinco fuettes seguidos. Yo esto lo reconozco y lo admiro, pero no sólo eso es virtuosismo.

 Durante mi formación de máster en la Universidad de Niza, estudié la pieza “Tres Generaciones” de Jean-Claude Gallota; donde la misma coreografía era ejecutada por personas de tres bloques generacionales distintos: niños-niñas y adolescentes; adultos que tenían entre veinte y treinta cinco; y para finalizar, estaban los bailarines de edad más avanzada. 

Ves la misma coreografía tres veces, y te da tiempo de ver todo, es decir: en los niños ves el juego, la imprecisión, la verdad…, o el grupo de personas de más edad, ves a cuerpos que han pasado por todo, y ya con un simple gesto, una se pregunta: “Qué ha pasado… Si esto ya lo he visto, si no es ni tan grande ni tan fuerte ni tan rápido…” Pero yo me había quedado en el mundo que me había abierto ese simple gesto.

 -Estas cosas que comentas a veces son vistas con cierta condescendencia, esto es: como si fuera algo abocado a lo marginal, o algo que proviene de proyectos hechos por personas que hacen labores de intervención social y cultural, y que su vehículo de intervención es la danza. Y al final, ello no se termina de ver como algo profesional.

Eso es consecuencia de cosas como el concepto de belleza que tenemos. Y que cuando se va ver danza estamos pensando en las “grandes compañías”, y lo demás lo vemos como si fueran las “hermanas pequeñas” de la danza. Sin embargo, hay algunas de esas “grandes compañías” como Peeping Tom o Sidi Larbi Cherkaoui, que ya cuentan desde hace mucho en su repertorio con intérpretes-creadores de distintas edades, disciplinas, estilos y capacidades físicas e intelectuales.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Como espectadora, he visto muchas piezas en las que se buscaba que la persona que porta diversidad o discapacidad, se acerque lo más posible a la ejecución de la bailarina que se encuentra dentro de lo normativo. De esta manera, parece que se alcanza un mayor valor creativo o interpretativo. Es decir: que se entiende y se pretende la integración haciendo que lo, se parezca lo más posible a lo normativo. O dicho de otra manera, que la diversidad vaya hacia la norma.

¿Por qué no va la norma hacia la diversidad? ¿Por qué no entendemos la integración en esta otra dirección? 

 Finalmente, yo creo que la integración es cuando ambas realidades (diversa y normativa), ambos cuerpos (ejecuciones, actos creativos e interpretativos) se encuentran en puntos comunes durante el proceso de creación, y en escena. Cada una con sus verdades y potenciales, creando encuentros de honestidad, dignificando a todas las partes tal y como son. 

 Por ejemplo, la pieza ganadora del certamen Escena Mobile de 2018, “Proyecto Uno”, estaba interpretada por una persona con una parálisis cerebral muy severa, alemán, fotógrafo, empresario, escritor y performer; y una bailarina y creadora escénica de origen argentino. En esta pieza vi llevado a escena lo que entiendo por integración en el arte. El cuerpo del primero era lo que era, ya desde el principio, sin adornos ni disimulos. Ambos tomaban una posición con toda la dificultad que eso les llevaba, ya que la bailarina, que probablemente pesaba unos 55 kg, portaba y movilizaba en el espacio, en medio de una lucha contra la gravedad, el cuerpo de su compañero. Ambos tomaban el riesgo de ponerse en relación, exponiendo en el camino sus capacidades.

 Esto es la realidad de la danza, ese momento de verdad. Entonces, llegaban a un lugar, nos miraban, y nos decían: ¡Perfect!

 Lo anterior me lleva a replantearme qué es lo bueno, qué es lo malo, lo que es bonito, lo que es lo feo, etc… ¿Nosotros vemos un mundo en blanco y negro? Evidentemente, no.

 Pero a pesar de la diversidad que impera en la naturaleza y en nuestro día a día, hay miedo al caos, hay miedo a desprendernos del grupo, o a que ese grupo no permanezca.

 -En el momento que acompañamos e incluimos a aquellos que se salen del canon (por así decirlo). Todos podemos ser más fuertes, al dejar de invertir nuestros esfuerzos y recursos, en decir quién es aceptable y quién no.

Claro. Esto tiene que ver con el sentido de productividad que impera, incluso en las escuelas. No olvidemos que John Ford (el que creó la empresa de esta conocida marca de coches), fue de los mecenas más importantes que ayudaron a impulsar la instauración de la escolarización a finales del siglo XIX. Partiendo de la idea de que los hijos de sus trabajadores se vayan preparando la para seguir la órbita de sus padres, la cual los llevaría a ser personas que están en sus puestos callados y obedeciendo.

 Cuando nos dicen que para ser bailarines hay que tener unas características específicas, unos tiempos concretos de aprendizaje, etc…, todo ello está totalmente enlazado con dicha idea de productividad.

Identías y Cortesía 2011 Foto Ricardo Bautista

Identías y Cortesía 2011 Foto Ricardo Bautista

 

-Si es que hasta que se ponga una pieza de danza inclusiva en la programación de un gran teatro, compartiendo espacio con compañías como Peeping Tom (por decir un ejemplo), no habrá una inclusión total. Mientras tanto, se les tratará desde una etiqueta con las que se les define en cada una de las acciones que hagan, y son vistos con cierta sospecha.  Porque su presencia en programación, cubren una cierta cuota dedicada implícitamente, a colectivos que han sido tradicionalmente desfavorecidos.

Esta es una manera de deshumanizar, y deriva a esa intérprete a preguntarse si ¿Yo estaría en esa programación si yo no fuese de ese colectivo? O dicho de otra manera ¿El producto de mi trabajo no es lo suficientemente válido por sí mismo? O en otros casos ¿Mi pieza resulta interesante porque ahora se está estilando, temáticas involucradas con el género (por decir un ejemplo cualquiera)?

-Claro. Eso que dices me lleva a la pieza “Usted está aquí con todas”: En el verano del 2018 yo necesitaba bailar y no me bastaba con ir a clase. A esas alturas del año, con toda la programación ya cuadrada en festivales y salas, pensé que nadie me iba a coger una pieza así de sopetón. Así que trabajando en el estudio, empecé a jugar con pautas de improvisación escritas en unas cartulinas que iban desde aspectos técnicos (deslizar, tocar, cubo de Laban, etc.), a otros interpretativos (Doña Perfecta, darlo todo, lo más pequeño posible, etc…), aunque trabajaba todo en cualquier pauta, finalmente. Al tiempo probé esta dinámica en la calle, poniendo unos papeles explicando que a los transeúntes en qué consistía el “juego”: Podían elegir una tarjeta para que yo la escenificara con el movimiento y/o la voz. Ellas/os también podían bailar-interpretar esas pautas conmigo o sin mí. Y también podían escribir sus propias pautas (o dibujar algo) en las tarjetas.

 -¿Cómo si fueses una artista de calle más, no?

Sí, exactamente. La primera vez que lo hice me echaron un billete de cinco euros. Fue muy bonito ver la intriga de los transeúntes ante una acción en la calle que les involucraba.

 El caso es que tenía un mecanismo que me daba pie a improvisar con unas pautas. En ese momento estaba en Francia, y justo se había activado en ese país un estado de alerta por terrorismo. Así que no podía bailar en la calle, incluso se me llegaron acercar unos policías.

 Luego le dije a María González (directora del Festival Mes de Danza de Sevilla) que tengo esto, y ella que es más valiente que guapa, me dio pie para que hablásemos de ello. En un principio le comuniqué que lo mejor era evitar hacer esta pieza en la calle, porque se puede perder la concentración, a lo que sumé a mi idea el acercamiento del público a los espacios escénicos convencionales, pero desestructurando la separación entre el escenario y el patio de butacas, para que todas estuviéramos en un mismo espacio. Así daba margen a que cualquiera pueda entrar a escena a interactuar conmigo, o yo dar un paso al lado.

 La historia empezó siendo, “Yo estoy aquí”, luego incorporé la idea de “Usted está conmigo”. Y al tiempo, acabó siendo “Usted está aquí, con todas”. Y la colaboración, ya para la presentación en el 2019 para el festival Mes de Danza, con el músico y compositor Javier Prieto, permitió sostener y desarrollar mucho más estas ideas sobre improvisación e interacción con el público.

 -De alguna manera u otra, lo que cuentas, es una forma de representar explícitamente, la relación que tienen los intérpretes con el público que les están viendo. Dado que siempre hay un diálogo, un más allá de los aplausos del final.

Totalmente. La idea es que el público forme parte de un acto creativo: en el momento en el que alguien coge una de las cartulinas y la expone en escena, ello supone que ese alguien indica que tiene el impulso de que aborde lo que ha puesto en la cartulina, por el motivo que sea. Manifiesta una intención creativa.

 Al final, hago un trabajo como de “maestra de ceremonias”, mientras observo lo que pasa, y descifro cómo gestionarlo. 

 Por ejemplo, durante el estreno de esta propuesta en el Mes de Danza 26, había un espacio abierto dónde el público se sentaba en los bordes. En un lugar de ese espacio dispuesto para que el público se sentara, había una espacie de atril en el suelo donde se depositaba la cartulina con la pauta propuesta. Una cámara la registraba y esta imagen era proyectada en la pared para que todo el mundo viera la propuesta sobre la que estábamos interviniendo. Entre el público había un niño con una tarjeta en sus manos que estaba deseando ir a colocarla en el atril para que “jugáramos” con su propuesta.  Me acerqué y le dije bajito que la llevara él solo y que luego podía hacer lo que quisiera. Al tiempo él fue, atravesó todo el espacio, depositó su tarjeta que decía “atraviesa el espacio”, y cruzando de nuevo todo el espacio, simplemente volvió a donde estaba sentado… Todos nos miramos, ¡y pasamos a la siguiente pauta!

 Nada de esto estaba preparado, sucede lo que sucede, según cómo todos los que estábamos allí, estuviésemos viviendo ese momento.

Pedagogía contacto

Semana Sana II 2018. Foto: Laura León Morillo

 

-Parece que con esta pieza, al público se le brinda la oportunidad de caer en conciencia, de su papel como interlocutores de lo que sucede en escena. Hubiese sido genial que al día siguiente de haber visto tú trabajo, hayan ido a un teatro a ver “El Lago de los Cisnes” (por ejemplo); lo que hubiese propiciado a que ellos hayan pensado más a fondo, sobre los mecanismos que hay detrás de la relación que hay entre los intérpretes y ellos como, en tanto público.

Ya en 2018 presenté este trabajo como un “work in progress”, en el espacio Turina. Se me cedió un lugar en el que había instalaciones de otras artistas y una parte del suelo estaba en fluorescente. Este elemento cromático constituyó una auténtica barrera, por ejemplo. Esa presentación del work in progress me ayudó a darme cuenta de muchas cosas en esta intención de relación e interacción con el público.

 Yo parto de la idea que cualquiera puede crear, interpretar…, todos tenemos capacidades por encima y por debajo de la media. El arte convive en ese cotidiano de “altos y bajos” comprimidos en el mismo lugar o persona. En realidad, está todo hecho, lo que pasa es que no todo está transformado ni expresado desde todas las bocas.

 Para mí esta pieza dinamiza los espacios escénicos convencionales, mientras se le transmite al público, que los artistas no somos dioses, que no hacemos nada que ellos no puedan. Sólo nos exponemos, con lo que tenemos. De hecho, este tipo de cosas ya se trabajan en el teatro social/teatro del oprimido, en el que se habla de espectactores y espectactrices.

 -Lo que dices me remite a pensar en las Jam Sesions de danza contact, esto es: se reúne un montón de gente que se les familiariza con una serie de pautas (el intercambio de peso, cuidar los apoyos, la escucha con el otro, etc…), que hay que seguir, porque tienen una razón de ser. Se llega a un punto, en el que una persona que no ha bailado nunca, ha integrado estas pautas tras un rato de una clase que las aborda de lleno.

Eso me lleva a hablar de la “Semana Sana”. Recuerdo que nos preguntaban los que querían apuntarse, si había diferentes niveles. Siendo que se nos acercaban personas provenientes de los sitios más dispares con y sin formación en danza.

 Nosotras “tejíamos” en el grupo que se creaba con pautas sobre técnicas de movimiento, de composición, improvisación e interpretación, dejando que cada persona, cada cuerpo se acercara y profundizara en el trabajo de manera concreta y precisa, independientemente de sus conocimientos previos en las artes del movimiento.

Planteamos ejercicios, estudios y opciones para entrar en la práctica y en la reflexión que se genera en un juego compositivo individual y colectivo.

El nivel está en la escucha que cada una ponga, y en lo que tanto se meta cada una en esa pauta.

 -¿Cómo nació “Semana Sana”?

Esto es una idea original de Natalia Jiménez Gallardo. Ella me contactó un día hace más de cinco años a tomar un café (ya que nos conocemos de haber estado juntas en el CAD, y otros sitios). Así que ella me dice que tiene una idea, que consiste en poner en relación ejes de las artes del movimiento en un entorno que también incluyera la salud del cuerpo (alimentación, otras prácticas de movimiento y contacto, etc.). Y más concretamente, para esa primera edición me hablaba del contacto, porque observaba una ausencia del mismo en nuestra sociedad que le llamaba la atención de manera muy concreta. Por eso también pensó en Susana González (que estuvo en las dos primeras ediciones) por su trabajo en la danza, el contact, el yoga, la alimentación.

 Desde el principio queríamos que fuera algo muy concreto, y muy preciso en el ámbito de las artes del movimiento y el cuerpo. Ya que no queríamos que esto se nos fuera al “mundo de los arcoíris y las flores”. Aunque, de todas formas, hubo algún momento de “arcoíris y flores”.

 Eso sí, hemos profundizado en la exploración del cuerpo de cada una en lo escénico. De hecho, la compañía Mal Pelo trabaja así, es decir: en sus talleres te puedes encontrar a un carpintero mezclándose con profesionales de la danza, y nadie se aburre, ni le sobra nada, ni le falta nada. Basta una pauta, y que se tenga la disponibilidad para entrar.

 -Según lo que he leído sobre “Semana Sana”, ustedes ofrecen días temáticos, que supongo que ello se corresponde con el desarrollo de impartir una formación integral.

 Claro. Había un trabajo previo, nos reuníamos las tres, y allí cada una acotaba sus marcos de actuación: Susana desde su trayectoria en danza contemporánea, la danza contact y el yoga. Natalia aportaba su trabajo en danza contemporánea, sus conocimientos de Shiatsu. Y en mi caso, está mi recorrido en danza contemporánea, con el Katsugen y el Pilates.

 Nosotras buscábamos la manera de que todo eso que estaba presente, se pusiese en común. Al ser conscientes que somos tres hilos de ovillos diferentes, pero sabíamos que íbamos a armar una bonita bufanda. Y lo más importante, que los asistentes a las jornadas percibiesen que todo lo que íbamos a impartir, tiene un sentido, una intención y un eje común.

Con lo puesto 2003 Foto Santi Vaquero

Con lo puesto 2003 Foto Santi Vaquero

 

-¿Ustedes tienen previsto volver a  lanzar “Semana Sana”, para el próximo año?

Eso no te lo puedo contestar.

 Al terminar la tercera edición, tuve que salirme del proyecto en lo práctico, pero no de alma. Dado que EMAE me demanda un tiempo, una concentración… Además, ya tocaba empezar a preparar mis propias jornadas de EMAE.

 La verdad, que no procedía poner cosas propias de EMAE en “Semana Sana” (que ya es algo por sí mismo). Desde luego duele irse, pero era lo que tocaba.

 Natalia y yo nos vimos en febrero de 2020 (momento en el que estaba todo programado para la cuarta edición), y me decía que se le hacía muy raro que no estuviese. ¡Lo mismo que a mí! Y hablamos de maneras o posibilidades de estar juntas en esa edición también.

 – ¿Hasta qué punto todos los que están presentes en espacios como “Semana sana” se están retroalimentando en ese momento compartido? ¿O la gente se predispone a ello porque hay un contexto que lo facilita?

Es verdad que se forman vínculos que quizás no se mantienen a posteriori, y que todos salimos con la sensación de que hemos pasado todo un año juntos, aunque fuésemos personas que nos acabábamos de conocer, y provenientes de ámbitos distintos.

 Pero sí te digo que se crean tales vínculos, que podrían pasar unos años, y te vuelves a ver con esa persona, y os miráis con la misma facilidad y confianza como si no hubiera pasado “X” tiempo. Con el convencimiento de que una puede coger el teléfono y llamar esa persona para quedar, para continuar con una intimidad ya formada en solo unos días.

 Al mismo tiempo, está el tipo de vida que tenemos, donde una trabaja ocho horas, una tiene que atender a las cosas del hogar, etc…, porque somos hijas de esta vida que nos dice, que hemos de producir a toda costa.

 -Quizás si esas personas se hubiesen conocido en otro contexto, puede que no se hubiesen constituido unos vínculos de esas características.

Lo que dices me vuelve a llevar a hablar, del por qué la danza…

 -Claro. La danza te pone en una tesitura de enorme exposición, de enorme intimidad…, porque estamos hablando del cuerpo de cada uno. Y uno está compartiendo un mismo espacio con otras personas, donde uno se muestra vulnerable, torpe, o incluso te va saliendo lo que te han corregido en otras clases.

Eso es… También, durante mis investigaciones en la Universidad de Niza, yo quería saber el por qué la danza posee la capacidad de construir cohesión social. Por ejemplo, el hecho de abandonarte en el suelo, tener todos los mecanismos motrices apagados, pero siendo consciente de todo. Y luego permitir que en ese estado de vulnerabilidad, que alguien venga y te toque, a través de unas pautas para que esa persona te movilice las articulaciones, te ayude a entender qué es recibir peso, etc…, cosas que te permiten aprender a confiar en el otro, como también darle al otro, cierta destreza a la hora de enfocar el trabajo en ti.  

Sea en teatro o en danza, estos ejercicios se hacen a través del cuerpo.

Usted está aquí, con todas 2019 Foto Florentino Yamuza

Usted está aquí, con todas 2019 Foto Florentino Yamuza

 

-Tener la danza como vehículo de transformación social, a la hora de acercarse a ciertos colectivos. Muchas veces ello supone, que las Instituciones Públicas delegan estas labores en asociaciones y onegés especializadas. Esto puede ser positivo porque vemos que la Sociedad Civil se está movilizando, lo cual visualiza la importancia del uso de esta serie de herramientas, para decir que la danza desentraña estos resultados.

Por otro lado, está el cómo convencer a las Instituciones Públicas, que se necesitan más recursos y tiempo, para que se desvele lo lejos que se puede llegar, emprendiendo este tipo de inversiones.

Cada una debe asumir la responsabilidad sobre el tipo de danza que hace. En mi caso, me he planteado estudiar integración social, porque durante mis investigaciones en la Universidad de Niza, me di cuenta que yo no soy socióloga, no soy psicóloga, o que no soy educadora social. Al final, yo había estado indagando sobre cohesión social, siendo que estaba abordando las relaciones intergeneracionales, aplicando conceptos propios de la danza contemporánea.

Con lo anterior no quiero decir, que sin este tipo de formación no se puede ejercer. Más bien me refiero, a que es interesante empaparse de todas estas disciplinas, para enfocar a la danza más allá de lo escénico y más allá en lo escénico. Le decía a mi tutora de tesina, que yo necesitaba cuatro carreras, porque quería saber que estaba detrás del movimiento en sí, cuando se da en relación con los otros. Finalmente, ella me dijo que me fuera a una biblioteca con una buena bibliografía, y que me relacionara con profesionales de esos otros campos.

 -Tengo la sensación de que cuando se usa el arte como vehículo de transformación social, se suelen dirigir los recursos a colectivos, que tradicionalmente, ha estado desfavorecidos. Por ejemplo, mujeres que han sobrevivido a las violencias de género, personas LGTBI, personas con diversidades físicas e intelectuales, etc…

No es cuestión de plantear que estas actividades no sean necesarias, pero ¿Acaso el resto no podría sacar beneficios de estas prácticas, o ellos han de ir a una academia de danza, para darse cuenta de lo que puede aportar dicha disciplina?

Lo que dices me hace pensar sobre lo que ocurre en Bélgica con las viviendas sociales, las cuales están repartidas en todos los barrios, evitando construir guetos. O sea que, en el barrio más adinerado de Bruselas hay un correspondiente porcentaje de persona, beneficiándose de esta medida. Evidentemente lo mejor es fomentar la diversidad, pero no quita que sea necesario impulsar programas específicos para determinados colectivos.

 Una muchas veces va muy valiente, y dice “mejor todos juntos”. Pero, por ejemplo, si pones a una persona que ha pasado sus últimos veinte años aislado de la sociedad en una cárcel, con otra que es funcionaria y ha llevado toda su vida dentro de unos estrictos esquemas dentro de lo normativo en lo laboral, familiar, etc.; allí puede surgir un choque social grande en el encuentro si no hay un previo para cada colectivo.

 -Ello se enlaza con esa idea de que quienes tienen sus necesidades materiales totalmente cubiertas, no tienen especialmente problemas. Es más ¿Cómo evitar seguir viendo a esa mujer que ha sobrevivido a las violencias de género, como un ser “carente” de algo?

Es una realidad que llegar a fin de mes, te quita unas cuantas preocupaciones. Al mismo tiempo, soy de las que piensa que los ricos también lloran, es decir: el tener dinero no soluciona todas las dificultades con las que un ser humano pueda encontrarse en su vida. Y por otro lado, no sólo el rico es clasista. Yo tuve a la lo largo de mi vida, el reto de ir desmontando una serie de presupuestos clasistas, que me fueron inculcados desde pequeña. Aunque es un hecho que hay personas que tienen unos privilegios sociales, que yo no disfruto por cuestiones económicas.

 -Trabajar ese tipo de cosas en uno mismo y en nuestro entorno, también es facilitar la cohesión social.

Por supuesto. En el proyecto EMAE yo estoy diseñando un espacio que se emplazaría en un solar grande, en el que habría varias casas de retiro individuales (sea en régimen de alquiler, o bien que sus usuarios sean los dueños). Cerca, habría una escuela rural, otro sitio de multiusos para talleres de todo tipo, y también habría un huerto/jardín de permacultura.

 Ahora bien, en esas casas me gustaría que viviesen tanto personas ricas, como también otras con menos recursos económicos, jóvenes que se les ha privado de libertad, en riesgo de exclusión social, etc. Y en el espacio multiusos, quiero que vengan también, profesionales de artes escénicas (gente que son de compañías, o personas que estén investigando).

 La idea es que se haga la convivencia según las propias apetencias e intereses de cada cual, que haya formación profesional a través de la práctica, que nos relacionemos en nuestras verdades individuales y personales con otras personas con las que quizás jamás nos hubiéramos encontrado en otros contextos (diferentes niveles económicos, nacionalidades, culturas, profesiones, edades, géneros,…). Que cuando nos sentemos a comer juntos, por ejemplo, se hable mucho, y se entremezclen realidades desde el testimonio personal de los que estén allí.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

-Me imagino que EMAE es mucho más que este proyecto, es decir ¿En qué estarás trabajando de aquí al final de este año?

“Usted está aquí con todas” es un proyecto dentro de esta plataforma de cohesión social que pretende EMAE.

También EMAE está con la organización de unas jornadas sobre movimiento, en el que sus participantes serían de distintos rangos de edad dentro de la franja generacional de la edad adulta.

Y por último está un proyecto que llevo desarrollando desde hace ya un tiempo, llamado “Círculos, lazos”. El mismo consiste en trabajar la creación e interpretación con personas formándose en conservatorios de danza. En inicio es una propuesta de calle para, acompañados de una facilitadora, conectar con las personas que transitan por el lugar. Las bailarinas se dispondrían en el espacio conformando una flor o círculo, y un transeúnte delante de cada bailarina. Esta le haría un solo de un minuto al espectador que le correspondería en ese momento y luego ella recibiría una valoración de quien está haciendo de las veces de público. A continuación, incorporando las indicaciones de ese espectador, la bailarina haría otra vez el solo a otro espectactor que antes estaba con la bailarina de al lado.

Todo esto terminaría con llevar esta creación escénica conjunta, a representarla en un teatro, e invitar a estas personas que estuvieron de público, para ver el resultado final de lo que han contribuido, esta vez, en un espacio escénico convencional.

-Ahora que se reducirán las restricciones sanitarias por la pandemia, supongo que podrás continuar con este tipo de proyectos con personas de edad más avanzada.

Sí. Sólo tengo que esperar mientras va evolucionando el proceso de vacunación. De todas formas, confío que todo esto nos esté dejando más sensibilizados, para que se me abran más facilidades a la hora de materializar mis proyectos.

 -¿Qué otro tipo de cosas en lo profesional, has tenido que dejar en suspensión, dada la irrupción de esta pandemia?

En el momento en que yo planteo maneras no convencionales de disponer al público en un teatro (en medio de este tiempo de COVID), todo es más complicado. Pero me he reafirmado en trabajar más en la calle, y también, he visto cómo la precariedad en el ámbito profesional en el que me muevo, ha aumentado. Afortunadamente, yo tengo mi formación como quiromasajista, y como instructora de Pilates; y de allí estoy sacando los ingresos que me permiten seguir adelante. Una vez más, pluriempleo. Una realidad desgastante, pero presente en la experiencia de tantas y tantas profesionales de las artes escénicas.

-Tengo entendido que estás en medio de un proceso de hacer oposiciones, para conseguir ser profesora de danza en un centro reglado ¿Qué te lleva ahora a ser profesora, más allá de lo que has comentado?

Mi intención es trabajar en un conservatorio, escuela o formación superior, porque digamos que el alumnado llega allí con un bagaje, y de una forma totalmente voluntaria. Además, me atrae que se impartan allí especializaciones tan concretas.

 Es un regalo para mí decir, voy a dedicarme a esto que me interesa: estudio sobre cómo girar, sobre el uso del peso, el espacio, etc., que para mí son súper frikadas. O sea, que yo pueda vivir dignamente del compartir con personas, una cosa que a mí me vuelve loca, y que quizás a sólo dos mil personas más todo en el mundo. Eso sí, siempre manteniendo la coherencia personal, que tanto trabajo me ha supuesto mantener.

 Ello me lleva a hablar de la pieza “Con lo puesto”, la cual surgió de usar el desnudo de una forma que no podía evitar.

 -De lo que he leído al respecto, localicé que has hecho un trabajo de introspección muy fuerte. En la línea de que estabas investigando en varias direcciones, y al final te das cuenta que estabas “vendida”, bajo la premisa: “esto es lo que tengo” (que no es poco).

Y llega un punto en el que no sólo estás revalorizando el cuerpo, dignificándolo (lo cual es una lucha eterna de la danza, ante los presupuestos en los que se desenvuelve nuestra sociedad occidental); sino que, además, me remitió a la idea de “Phármakon”, esto es: Esta palabra de origen griego, significa remedio, y a la vez veneno. Dependiendo de la dosis que se administre de una sustancia determinada, la cosa se decanta a que te cure o complique, tu salud. No obstante, es evidente que hay cosas que sólo nos envenenan.

Y por ampliar, en la tu pieza “Sonrisa de tus dedos”, ésta está totalmente conectada con la temática de “Con lo puesto”. Por favor, corrígeme donde me he equivocado.

“Con lo puesto” nació de un certamen coreográfico de nuevos creadores. Isabel Blanco me preguntó en medio de un pasillo en Endanza, si tenía una pieza y le dije que sí. Eso era mentira, y tuve que estrenar esta pieza, en tres semanas ( en el estreno, yo estaba aún vestida durante toda la pieza).

Me acuerdo que en aquellos días, yo no podía levantar mucho las piernas en unas clases de danza, y me dijo el profesor: “Si tú dices que no puedes, no vas a poder”. Para mí la danza es ontológica, porque la práctica con el cuerpo me lleva a todo en la vida, a entender la existencia. Trabajando con el cuerpo, me vienen un montón de metáforas, tantas que si las abstraigo de la práctica corporal, parece que estoy en una sesión de psicoanálisis. Pero mi intención y mi acción es estar en el cuerpo. 

 Yo no estaba pensando en si quiero o no levantar la pierna, yo sólo estaba ejecutando un grand battement. Y de allí me viene el aprendizaje de que yo me estaba diciendo que no. Pues me senté a escribir (como llevo haciendo desde pequeña), tiro del hilo…, y veo que ahora soy yo la que pone el límite, es decir: en medio de mi vida adulta, quién me va a decir que no, si yo ya soy autosuficiente. De ahí se deriva la metáfora que está plasmada en la sinopsis de esta pieza, donde digo: “abriendo las puertas que quedaron cerradas detrás puedo seguir adelante”. Porque la llave, el pasaje, etc…, todo está en el cuerpo.

 De lo inconsciente nace lo consciente, que se dice en la cultura Seitai. El hecho es que estamos en una realidad que se entiende y experimenta a través de la materia. Resulta evidente la necesidad de contacto cuando pensamos en que para reproducirnos, al menos hasta hace unos años, necesitamos conectarnos físicamente. Y en lo que se refiere al mantenimiento de nuestra salud social vemos hay gente que se muere de pena, que realmente muere en y de aislamiento, por falta de conexiones.

 -Entonces ¿Cómo revalorizamos para ti el cuerpo, a través de la práctica de la danza?

Yo lo que hago lo llamo danza, y si hay que ponerle “apellidos”, se los pongo. Sobre todo, para que todas las cosas se vean.

 Yo no hago lo que hago para reivindicar que tengo un determinado cuerpo con sobrepeso (entiendo que pueda haber esa lectura reivindicativa). Este es mi cuerpo, mi instrumento, y hago lo que hago con él. Y si ahora estoy trabajando con cosas involucradas con lo social, es porque en este momento no puedo hacer otra cosa. Lo cual no es incompatible, con hacer un trabajo con otros profesionales, que están dedicándose a otras cosas.

 -¿Hay algo que te gustaría añadir?

A mí la danza me salvó la vida (y tenía sólo veinte años cuando empecé a practicarla). Yo quiero trabajar en el campo de la pedagogía por amor, porque yo he vivido todo eso que se asocia a esta disciplina: el sufrimiento, el sacrificio, etc… Claro que una debe esforzarse, claro que hay días que una sale llorando de clase (por cualquier motivo). Pero por encima de todo eso, está el amor: si una hace esto que sea por amor, porque te pone en una situación, en la que una no podría hacer otra cosa.

 -El cómo hacerlo, es el siguiente paso…

Yo estoy hablando de sentirte en tu lugar en el mundo: de sentirte que tú tienes algo, y está bien como está, y está bien el lugar donde estás.

 Quiero acompañar a esas personas en sus caminos, para que cada una de ellas, puedan alcanzar el sentido de sus vidas. Por otro lado, las instituciones han declarado al deporte como actividad esencial, y ¿La danza no es esencial? Por un lado, también es actividad física, quiero decir… En definitiva, a ver quién sobrevive a esta pandemia, sin los hospitales y la cultura.

 

 

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