Alumnas de sexto curso de la especialidad de danza contemporánea del Conservatorio Profesional de Danza Antonio Ruiz Soler (Sevilla) y alumnos del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo (Sevilla) salieron a escena compartir con nosotros los espectadores, los frutos de un trabajo en el que de una forma u otra, quedaron sintetizados todos los años de su formación en sus respectivas disciplinas artísticas. Una experiencia que irradiaba una combinación entre respeto (ante una actuación en la que merecía la pena lucirse como grupo), y ganas de disfrutar de algo que será un fin de ciclo, que implicará el crecimiento personal de dichos estudiantes.
No soy el primero en decir que el arte nos vale, entre otras cosas, para vernos a nosotros mismos en lo colectivo e individual. Basta tener la honradez suficiente para reconocer que nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo, han sido supeditados por el cómo hemos interactuado con lo que nos rodea. Ahora bien, si nos enfrentamos a una pieza de artes escénicas en donde transitan todos sus personajes sin tener una finalidad concreta (tan sólo cumpliendo una función que hace posible que el engranaje opere según lo previsto); entonces se recrudece lo que podamos recoger del trabajo en cuestión.
Instantanés nos recuerda a una especie de hormiguero donde sus habitantes se desplazan por una serie de pasajes habilitados, y así los posibles choques serían una excepción, dando paso a un motivo de descontento hacia el otro por su presunta torpeza, porque un sistema tan bien establecido, únicamente, daría lugar a “fallos humanos”. Este sistema ha alcanzado tal grado de sofisticación, que el sólo ponerlo en funcionamiento nos desvela que cualquier atisbo de individualidad es un sombra, de que hace mucho tiempo en el “mundo de Instantanés” hubo seres autónomos que decidieron delegar parte de su libertad de decisión, en favor del interés general.
De esta manera, todos los roles que interpretan los habitantes de Instantanés, son imprescindibles. En tanto y cuanto, los mismos se cubren los unos a los otros, así las funciones que han llevado a cabo hacen posible que la siguiente tarea se llegue a materializar con éxito. En esta línea, resulta secundario conocer lo que reside en la psique de sus habitantes, ya que aunque las posturas que adoptaban tras haber transitado por la parte central del escenario denotaban personalidad, el caso es que las mismas se terminaban camuflando con el entorno. Siendo que al final, la unión de todo velaba hasta los chillones colores del vestuario que portaban las bailarinas.
Aunque parezca paradójico, la vanidad que se emanaba de algunas acciones de las bailarina, fue un recurso que consiguió alzar más aún si cabe, lo cohesionada que estaba la “comunidad” de Instantanés. Me resulta tentador señalar, que este trabajo sólo sería posible en una época en el que cada individuo se ve condicionado a constituir en si mismo una suerte de “marca personal”: Como medio para saberse desenvolver en los contextos que han conseguido naturalizarse en los tiempos que corren.
Lo cual no fue incompatible, con momentos donde los habitantes de Instantanés se reagrupaban, interactuaban entre sí, etc.…, pero no tanto como si generasen dinámicas intersubjetivas; sino más bien lo definiría, como ejemplos de que sus correspondientes subjetividades se habían fundido con el Todo. Como si se tratase de un marco en el que tras haberse superado dialécticamente numerosas contradicciones, se dio paso a que el único sujeto posible es el Todo. Y lo más estimulante de lo anterior, es que la pieza se queda en puntos suspensivos (habiendo margen de continuarla al menos unos veinte minutos más). Hecho que nos deja a nosotros los espectadores, con la curiosidad de cómo este mundo hubiese evolucionado, hasta incluso haberse autodestruido por sí mismo, porque seguro que habrá llegado a su máximo nivel de evolución.
Mientras tanto, había una orquesta compuesta de unos músicos vestidos de negro, que de un modo u otro, conseguían convertirse en el telón de fondo de lo que sucedía en la primera línea de escena. Los mismos tocaban obras de: Thierry Allá, Inés Badalo, Francisco Toledo y Jorge Castro Obras de música contemporánea, sumamente complejas de descifrar desde diversos puntos vista; en especial, si nos referimos a la carencia de un pulso marcado que nos orientaría para saber a dónde «agarrarnos», o qué decir de que su melodía era de lo más impredecible. Así, se generaba una extraordinaria armonía entre las acciones que ejecutaban las bailarinas, y cada uno de las canciones que tocaban los músicos.
Piénsese que la música era durísima de interpretar para cualquier bailarín, y en el caso de los músicos, no me extrañaría que ellos se pudieran sentir algo desorientados ante un trabajo tan abstracto, que pasado un buen rato de su desarrollo, apenas no empezó a dar concesiones. He allí que el rigor y la responsabilidad de cada una de las personas involucradas con este proyecto, era necesario para que la pieza haya conseguido transcender a una más allá de una idea muy ambiciosa e interesante.
No me queda ninguna duda que proyectos como este, son una joya que hay que cuidar entre los integrantes de ambos centros educativos. Dado que los estudiantes en juego (las bailarinas y los músicos), tendrán en sus manos una experiencia a la cual acogerse cuando se encuentren en medio de un montaje profesional, en el que se precise un alto nivel de saber estar y de entrega. Seguro que el camino para llegar a este magnífico resultado habrá sido un reto: desde la coordinación entre ambos centros educativos, pasando por los acuerdos alcanzados entre las dos personas que se han coordinado para la representación de Instantanés (la directora del espacio escénico, Inmaculada Jiménez por parte del conservatorio de danza, y el director musical Camilo Irizo, por parte del conservatorio de música), a través del desempeño de sus respectivos roles.
Los profesionales de dichas disciplinas artísticas, se cultivan desde centros como el Conservatorio Profesional de Danza Antonio Ruiz Soler, y el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Por ello, iniciativas que ayuden a los integrantes de ambos centros a que se mezclen con otros lenguajes que pueden entrar en diálogo con sus correspondientes idiosincrasias, son cosas que suman para formar profesionales versátiles, maduros y versados en sus propias disciplinas.
Personalmente, diría que este trabajo está preparado para hacer una gira por diversos teatros y festivales, que acojan piezas de artes escénicas contemporáneas de un nivel profesional. Es tal la calidad de Instantanés, que ayuda a tener un precedente sólido para que los espectadores, prensa especializada y profesionales de la danza y la música; se planteen, seriamente, si los que se iba a ver en el Antiquarium era “una simple y tierna actividad conjunta entre estudiantes de danza y música”.
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