#Internacional en la revista Achtung! | Por Miguel Fernández Ibañez
La presidencia de la UE es un cargo rotatorio que caduca a los seis meses. Sea casualidad o reflejo del momento es el turno de Chipre, la economía más pequeña de la UE, que pidió el rescate recientemente. El Marco Financiero Plurianual, la negociación sobre la legislación de la PAC (Política Agrícola Común) y el problema personal con Turquía serán algunos de los escollos que esta isla muy bien situada al fondo del Mediterráneo tendrá que sortear bajo el lema ‘Hacia una Europa mejor’.
De momento ha conocido en su primera jornada lo peor, el frente bélico individualista que es hoy la UE. La falta de cohesión ha llevado a Chipre a admitir sus dificultades para concretar presupuesto comunitario de 2014-2020 durante sus seis meses de mandato. La crisis que afecta a la Eurozona está contrayendo la mano a la hora de dotar de liquidez a las arcas comunitarias y puede ser la primera derrota chipriota, que el 24 de julio tendrá una reválida en el Consejo de Ministros de Bruselas.
En el plano individual Chipre no lo tiene nada fácil. Un día después de tomar el cargo presidencial ha tenido que nacionalizar el segundo banco del país (Laiki Bank) al adquirir el 84% del control tras una ampliación de capital de 1.796 millones de euros, un 10% del PIB. La quita del 50% de la deuda helena parece haber afectado a las entidades privadas chipriotas, algo que esta semana revisarán los expertos de la ‘troika’ ansiosos por no encontrarse nada peor que el augurio de Fitch: 6.000 millones de euros necesitará su sector financiero.
El gobierno de Nicosia ha sido calificado como bono basura, al nivel BB+. Es el quinto país rescatado, con más de un 10% de paro, y supone el 0,5% del PIB de los 27. Con este peso adicional deberá coordinar el trabajo de la UE, representarla ante otras instituciones y suavizar el tono euroescéptico de algunos líderes como Cameron, que ya no duda sobre la consulta popular británica.
Turquía y la posición chipriota
En 2011 Turquía advirtió de que no reconocería la presidencia de la UE si recaía en Chipre. El gobierno de Ankara pide un referéndum sobre la reunificación de la isla, divida en dos desde el ataque turco al tercio norte en 1974 tras un golpe de estado progriego. Ahora Nicosia es reconocida y la República Turca del Norte de Chipre no. Turquía nunca aceptó el veredicto internacional y rechazó la adhesión chipriota a la UE en 2004, momento en el que no cumplía la exigencia de la reunificación. Este problema en el que griegos y otomanos siguen luchando podría entorpecer acuerdos claves para la UE como el proyecto de gaseoducto Nabucco, que traería gas azerí y turkmeno pasando por Turquía como país de tránsito.
Chipre, creando recelo comunitario, ya ha movido ficha tanteando la ayuda extra de China y Rusia. La influencia rusa, con 1/3 de la inversión extranjera, y la disponibilidad china en el crédito esconden el valor geoestratégico de esta isla que ya fue importante al mirar a Líbano, Israel y Siria. Que Tartus sea el único enclave ruso en el Mediterráneo añade presión a un Putin que podría usar al sucesor del marxista Dimitris Christofias, que no seguirá en el cargo presidencial chipriota, como puente para proyectos más importantes en la zona. Un ejemplo que puede reflejar la tendencia en las futuras relaciones es el gas. Las vastas reservas halladas en el mar chipriota serán explotadas por alguna multinacional. Rusos, chinos, israelíes y europeos ya se han interesado, quien lo ejecute es otra historia.
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