Por Patricia Hernández
Es bien sabido que la vida da muchas y grandes vueltas, y que de los acontecimientos más nimios depende la propia suerte, otras veces, son los grandes acontecimientos los que mueven a las personas a seguir su propio camino, a elegir su destino. Algo cambió el 7 de Diciembre de 1941 en la vida de Yuri Kochiyama y en la de cientos de miles japoneses-americanos. Su vida cambió de una forma que ellos ni siquiera imaginaban, y ya nunca volvió a ser la misma.
El ataque aéreo a la base naval estadounidense de Pearl Harbour por parte de la aviación japonesa hizo dar un giro inesperado a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Yuri, que por entonces tenía 20 años, vivía en Los Ángeles con sus padres y con su hermano. El ambiente que se respiraba en las calles era el del miedo. Todos culpaban a los japoneses y por extensión a los japoneses nacidos en Estados Unidos. Los rumores de una posible conspiración por parte de los Nisei (así llamaban a la segunda generación de japoneses nacidos en EE.UU) se hacían eco en las todas las calles del país y ya nadie quería tenerlos como vecinos y mucho menos como amigos.
Inmediatamente después del ataque internaron a su padre en prisión por ser “sospechoso”. En menos de dos meses había enfermado y cuando por fin pudo ser libre, murió. Yuri y el resto de su familia fueron internados en el campo de concentración de Santa Anita. Tristemente se han hecho muy famosos los campos de concentración y de exterminio ligados a los horrores del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial aquí en Europa, pero menos conocidos son los campos de concentración para japoneses y japoneses-americanos que se crearon en Estados Unidos con el fin de aglutinarlos, apartarlos de la sociedad y de los posibles sabotajes o nuevos ataques. Hubo un periódico que mucho tuvo que ver en todo esto y fue Los Angeles Times, que a principios de febrero de 1942 publicaba:
«Una víbora es una víbora, sin importar donde se abra el huevo. De la misma manera, un japonés-estadounidense, nacido de padres japoneses, se convierte en un japonés, no en un estadounidense.»
El Gobierno de Roosevelt cedió ante las presiones y tras los primeros registros en sus casas y las primeras vejaciones y restricciones firmó la Orden Ejecutiva nº 9066 en la que se autorizaba a internar a los ciudadanos con descendencia japonesa en los campos de concentración. Alrededor de 120.000 personas fueron trasladadasde sus hogares a alguno de los centros repartidos por todo el país. Los soldados americanos de origen japonés también fueron expulsados del ejército y enviados a los campos.
Pasados cuatro años, al finalizar la guerra fueron puestos en libertad. Yuri se casó con un soldado Nisei que había conocido mientras ambos estaban internados y se trasladaron a Nueva York en 1960. Es en este momento cuando empieza su lucha por los derechos humanos y se une a la Organización de la Unidad Afroamericana
(Organization of Afro-American Unity-OAAU)fundada en 1964 por Malcom X, que fue su principal motivador e inspirador. Fue Kochiyama la que lo cogió en sus brazos en el momento de su asesinato, el 21 de febrero de 1965, en el AudubonBallroomdeManhattan, mientras daba un discurso en una reunión de la Organización.
A lo largo de toda su vida se ha involucrado en todo tipo de movimientos sociales de lucha de ciudadanos menos favorecidos, desde el Movimiento Negro a la lucha por la Independencia de Puerto Rico en 1977, irrumpiendo en la Estatua de la Libertad, con 29 personas más, y llamar así la atención sobre el conflicto. En 1980, junto a su marido, consiguieron que el gobierno estadounidense se disculpara e indemnizara a los japoneses-americanos por los internamientos y las injusticias cometidas en el transcurso de la guerra, 20.000$ a cada interno que aún viviera. Ha apoyado el desarme nuclear y la libertad de los presos políticos, para la que existe una fundación a su nombre que recibe que recibe los royalties de la venta de la biografía que escribió sobre ella Diane C. Fujino, en 2005, posterior a su autobiografía publicada en 2004, PassingitOn. Yuri fue nominada al Premio Nobel de la Paz en 2005 dentro de la iniciativa “1000 mujeres para un premio Nobel de la Paz 2005” en la que se reconocía la labor de 1000 mujeres que habían contribuido de manera anónima sin ningún reconocimiento hasta la fecha.
En la actualidad vive en California y tiene 92 años pero hasta no hace mucho tiempo seguía dando charlas, conferencias y entrevistas. Siempre dispuesta a ayudar por una buena causa o por algo que valga la pena, ¿un ejemplo a seguir? sí, pero hay otro gran problema, no todo el mundo es capaz de ponerse en pie dispuesto a luchar contra las injusticias y eso, desgraciadamente, es algo que vemos con gran frecuencia últimamente. Han pasado muchos años ya, pero su mensaje sigue teniendo valor, en una entrevista concedida en 1998 en la que le preguntaron qué clase de consejo daría a los jóvenes de hoy en día respondió:
“(…)Todos podemos luchar juntos y jamás debemos olvidar el grito de batalla: «¡Ellos lucharon por nosotros, nosotros debemos luchar por ellos!».
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