Internacional en Achtung! | Por Joaquín Calvente
Cuando la crisis económica arrecia, aumentan las voces que piden gobiernos de concentración. Pero la realidad difiere bastante del consenso utópico entre fuerzas políticas que distan en el plano ideológico y económico. Bélgica estuvo gobernada durante 540 días por un ejecutivo en funciones ante la imposibilidad de consensuar un acuerdo en el atomizado espectro político belga hasta que, finalmente, el 6 de diciembre de 2011, el socialista Elio Di Rupo consiguió elaborar una coalición formada por seis partidos. Pero no es lo normal, el equilibrio es difícil, y cualquier diferencia puede romper un gobierno que muchos consideran antinatural.
Así ha pasado en su vecino del norte, en los Países Bajos, donde el primer ministro, el conservador Mark Rutte, ha presentado la dimisión de la totalidad del Ejecutivo a la Reina Beatriz, Jefa del Estado, tras fracasar las negociaciones para la aprobación de un nuevo plan de ajustes cifrado en unos 15.000 millones de euros.
La coalición de gobierno entre los liberales del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (Volkspartij voor Vrijheid en Democratie, VVD) y los democristianos de la Llamada Demócrata Cristiana (Christen-Democratisch Appèl, CDA) había pactado un recorte en el presupuesto del Estado. Un ajuste fiscal con el que pretendían rebajar el déficit público hasta el 3% del PIB en 2013, tal y como estipula el pacto de responsabilidad fiscal de la Unión Europea. Pero ese 3% es un límite que rechazan los socialistas radicales, parte de la socialdemocracia y el Partido por la Libertad (Partij voor de Vrijheid, PVV) del ultraderechista y antimusulmán Geert Wilder, apoyo fundamental para un gobierno en minoría en el Parlamento.
“Que los holandeses hablen de nuevo y decidan el futuro que desean”
Los socios de gobierno han responsabilizado al Wilders del fracaso de las negociaciones: «No tiene el coraje político para aprobar las medidas sobre las que ya había dado su visto bueno», ha declarado el número dos del Gobierno, el democristiano Maxime Verhagen. El primer ministro, el liberal Rutte, también ha acusado a Wilders de retirar el apoyo cuando ya lo había dado y dejar así al país en una situación crítica. Por su parte, el líder del PVV se excusa: “Que no me señalen ni busquen chivos expiatorios. Lo ocurrido no es culpa mía. Es hora de que los holandeses hablen de nuevo y decidan el futuro que desean”.
La Reina Beatriz deberá decidir ahora si pide a Rutte que comience las negociaciones para formar un nuevo gobierno o se convocan elecciones anticipadas, que no se celebrarían hasta después del verano. Mientras tanto, se busca a la desesperada el apoyo parlamentario de otras formaciones políticas a contrarreloj, pues ese plan de ajuste debe ser presentado a la Unión Europea el 30 de abril.
La economía europea también resiente el golpe
Esta crisis política agrava la situación de la zona euro y puede repercutir en el equilibrio monetario de la Unión. Los Países Bajos es uno de los cuatro países miembros del euro cuya deuda soberana está calificada con máxima nota, la triple A, por las tres grandes agencias de calificación de riesgo. Hasta ahora, ya que una de estas agencias, Fitch, ya ha amenazado con bajar la nota de la deuda neerlandesa por su elevado déficit. Y el mismo día que el Gobierno presentaba su dimisión, la prima de riesgo se disparaba más de un 28%, hasta los 78, 5 puntos básicos.
Una subida que ha arrastrado a otros dos países de la zona euro con la máxima calificación: Finlandia, cuya prima de riesgo ha subido un 12,5% hasta los 50 puntos y Austria, un 6% hasta 121 puntos. Esta escalada en las primas de riesgo, que si atendemos a los porcentajes es escandalosa, hay que verla con perspectiva. Si miramos a los llamados países periféricos, la prima de riesgo española cerraba la jornada con un aumento del 2,5% hasta situarse en los 436 puntos. La italiana ha cerrado en 409 puntos, la irlandesa en 523, la portuguesa en 985 y la griega en 1.069.
Habrá que esperar los siguientes acontecimientos para comprobar si lo ocurrido se trata de un efecto arrastre de las economías saneadas de la Unión Europea por las maltrechas economías periféricas.
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