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Por Miguel Fernández Ibáñez

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Está a punto de cumplirse una década desde la invasión de Iraq, el primer país bajo mandato de Naciones Unidas que consiguió la independencia en 1932. Tras recuperar de nuevo su autonomía el pasado 19 de diciembre, casi nueve años después de las falsas acusaciones sobre agentes químicos vertidas sobre el gobierno del sátrapa Sadam Hussein, muchos son los interrogantes que acotencen sobre el nuevo Iraq: ¿quién está detrás de los ataques bomba coordinados?, ¿cómo se presenta AlQaeda y cómo marcha su extensión yihadista? o ¿qué han ganado los kurdos tras su apoyo interesado?

A pesar de lo que parece, Sadam Hussein supo llevar la variedad confesional y cultural que existe en Iraq. Su mito, el de un tirano que sólo favorecía a los sunitas, no es del todo cierto. Tenía kurdos en altos cargos y hacía concesiones al chiismo a sabiendas del poder que atesoran en ciudades santas como Al Kamiziya o Nayaf. En cambio, la ocupación sellada en las Islas Azores con Bush, Blair y Aznar se ha saldado como nefasta para Estados Unidos y sobre todo para el propio pueblo de Iraq: cerca de 4.500 soldados americanos fallecidos y, según diferentes estimaciones, entre 110.000 (Associated Press en 2009) y 600.000 (Revista The Lancet en 2006) civiles iraquíes. A lo que sin duda habría de sumarle las víctimas posteriores en los habituales ataques bomba coordinados, donde la muerte de 70 personas un día y 50 al siguiente ya no es noticiable.

El presente de Iraq sigue hoy tan intervenido como antaño. Si antes fue el buen Faisal I durante la ocupación británica, el anticomunista Pacto de Bagdad de 1955 o el amigo Iraq que luchó contra Irán entre 1980 y 1988, ahora, el país del Tirgris y el Eúfrates, se ha convertido en una pieza clave dentro del independentismo kurdo y la geopolítica internacional. El apoyo de Estados Unidos a este sistema autómico y divisorio, y la futurible gran autonomía de los kurdos sirios, está tensando la zona hasta unos límites en los que un país llamado Kurdistán ha dejado de ser una quimera. Además, el caso del exvicepresidente Tariq al Hashemi, condenado tres veces a pena de muerte por el nulo gobierno de Maliki, demuestra la debilidad de Bagdad, que está empezando a amenazar a las empresas internacionales que negocian con el Gobierno Regional del Kurdistán. El último caso ha sido el gigante energético Gazprom, al que le ha dicho que suspenda todos sus proyectos en el Kurdistán Iraquí si quiere seguir negociando con Bagdad.

Los kurdos

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Retrato de Ali Askari

Sin duda han sido los grandes beneficiados de la invasión de Estados Unidos. Reprimidos por Sadam Hussein, donde el ejemplo son los 5.000 civiles kurdos asesinados en 1988 en Halabja, han conseguido la gran autonomía que siempre les negaron en Turquía. Su apoyo a las ‘tropas aliadas’ le significó a Jalal Talabani la Presidencia de Iraq dentro de una mayoría árabe, ya sea chiia o sunna, y la enemistad del resto del país.

El líder y cofundador del UPK (Unión Patriótica del Kurdistán) ha sido el primer kurdo que llega al poder, síntoma de los intereses americanos por crear tensiones para sacar beneficio. Los vastos recursos petrolíferos de la zona autonómica kurda están ya siendo explotados por empresas como Shell, con acuerdos impulsados por Estados Unidos y sus colegas de las Azores. No es de extrañar que las grandes empresas extractoras se frotasen las manos ante la locura iniciada en 2003. Ya en 1926 eran conocidos los recursos de la zona, tal vez por eso el Pacto de Mosul hizo que el muerto imperio otomano perdiera esta ciudad clave que hoy es uno de los ejes del kurdistán iraquí.

La ansias de un país kurdo, algo ya no tan improbable aunque Turquía no lo pondría fácil, provocaron su unión a Occidente y ahora se habla de la frontera sirio-turco-iraquí como un constante trasvase de personas y armas. Tal y como publicaba el New York Times, entre 100 y 200 refugiados kurdos están llegando a la fronteriza ciudad iraquí de Dohuk, además, siguiendo dicha información, los kurdos iraquíes están enviando armas a los sirios, que tienen otro punto de abastecimiento en la ciudad turca de Adana.

En cuanto a la diáspora kurda, sigue la animadversión entre los dos principales partidos de Iraq, UPK y PDK (Partido Democrático del Kurdistán). La guerra civil kurda, inciada en 1978 y ya finalizada, no cicatrizó como debiera y eso puede significar una catástrofe cuando desaparezca el vicio de Estados Unidos en la zona. En 1975, tras los Acuerdos de Argel entre Teherán, Bagdag y Kissinger, Mustafá Barzani, exlíder del PDK y padre del hoy Presidente Regional del Kurdistán y líder del PDK, depuso las armas ante la imposibilidad de mejorar la situación contra el régimen de Ahmad Hasan al-Bakr, por entonces líder del gobernante partido de Baaz. Jalal Talabani, en esa época dentro del PDK, se opuso y creó el UPK en 1978 para luchar con armas contra su antiguo aliado.

En esta guerra civil sin estado se asesinaron a grandes figuras kurdas y se traicionaron las bases míninas de lo que debe ser una nación. No hay mejor ejemplo que el de Alí Askari, amigo de Barzani y figura kurda capturada y ejecutada por el PDK tras unirse al UPK. Este suceso, unido a otros tantos similares, no sigue el camino inciado por el Martin Luther King kurdo: Mahmud Barzinji.

Actualmente, los kurdos están reprimiendo a las minorías otomanas y árabes del norte de Iraq. Ya durante la Invasión Bafel Talabani, hermano del presidente, que dirigió la peshmerga, paramilitares kurdos, demostró cómo se azuzada la ira entre las diferentes poblaciones. Su particular Nakba -negación israelí de la colonización palestina- continúa en busca de una clara mayoría ante posibles referéndums.

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Encuentro entre Nuri al Maliki,Jalal Talabani y Masud Barzani

Ansar al-Sunna

Antes llamado Ansar al-Islam y Tawid. Son los evidentes desestabilizadores y se ocultan en la zona montañosa fronteriza con Irán y Turquía (valle de Bradost). Son sunitas y son radicales en sus postulados y forma de actuar. Asesinaron al gobernador de Erbil y lo intentaron con una figura kurda del UPK como Barham Salih. Se les puede calificar, sin ser sensacionalista, como la rama de Al Qaeda en la zona, aunque hay que comprender que esta estructura terrorista actúa como un átomo aislado con la religión como líder.

Ahora no aceptan ni a los kurdos, a los que intentan reprimir por el apoyo dado a Estados Unidos, ni a los chiítas de Nuri al-Maliki. Para ellos son lo mismo: lacayos del impúdico Occidente o siervos del chiismo iraní. Por eso se producen sendos ataques contra los chiítas, que normalmente suelen presentarse en la prensa como radicales.

La rama política más cercana a los planteamientos de Ansar al-Sunna, y que sirvió de nexo para esclarecer ataques y establecer relaciones, es Komali Islami. Este partido sufrió un duro golpe en una trampa de Estados Unidos durante la Guerra de Iraq: Su líder, Alí Bapír, citado para una comida con los altos mandos norteamericanos para hablar sobre la era post-Hussein, fue arrestado en el camino. Un ejemplo más de diligencia norteamericana que ha roto una de las únicas posibilidades para negociar con los musulmanes radicales que no usan las armas.

 Los chiítas

A Estados Unidos no le salió bien la jugada electoral que tenía pensada con el pro saudí y pro occidental Ayad Allawi, al que muchos iraquíes denominan como “el Sadam Hussein sin mostacho”, a pesar de proceder de una familia mercante, chiíta y estar exiliado desde 1970. El fundador en 2009 del partido secular al-Iraqiya, que atesora a los sunitas y chiítas descontentos, consiguió la mayoría de los asientos en el Parlamento, 91 de los 325 escaños. No obstante, el partido de Nuri al-Maliki pactó con Alianza Nacional Iraquí del exprimer ministro chií Ibrahim al-Yafari. Una débil situación que hoy más que nunca se hace patente con el fugado vicepresidente Tariq al-Hashemi, una de las cabezas más importantes de la formación de Allawi.

Al-Iraqiya era la apuesta conocida de unos Estados Unidos que ya colocaron a Allawi como primer ministro durante el gobierno de transición, en 2004. En su lugar, el poder mermado cayó en Nuri al-Maliki, el hoy primer ministro chií que tardó casi un año en formar un gobierno que no ha cuajado en un Parlamento-polvorín donde es imposible conciliar un acuerdo.

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Retrato del clérigo chií Muqtada al-Sadr.

Así, poco a poco se evidencia el poder real del clérigo chií Muqtada al-Sadr. Es el heredero del gran ayatolá Alí al-Sistani, el máximo representante de los chiítas que vive en Irak y formó a Sadr. Avisó a Estados Unidos de que se debía retirar del país para que cesasen los ataques. Sus palabras, y los ataques contra chiitas, evitan que sea visto como responable, pero sin duda lleva tiempo tramando cómo hacerse con el poder de un país que cuando Gran Bretaña inció su mandato tenía 3 millones de habitantes, de los que el 50% eran chiitas, el 20% sunnita, un 8% entre judíos, cristianos, sabeas, yazidis y otomanos, y apenas un 20% de ellos eran kurdos.

II Parte: *Daniel Prado Simón recoge el presente del Partido de Baaz tras Sadam Hussein 

@MFIjournalist

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