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Por Bárbara Bécares |  Fotografías por Martina Tomova

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La República de Macedonia acaba de cumplir su 21 cumpleaños en pleno proceso de construcción de su identidad. Al menos de cara al público. ¿Y cómo se hace eso? Pues el gobierno del país, en manos del partido político VMRO, definido como conservador, nacionalista macedonio y liberal en términos económicos, cree que la creación de una identidad frente al exterior se hace reconstruyendo una nueva Skopje.

Así, en un país como Macedonia donde el dinero público no llega para reformar las carreteras, ni en ocasiones para asfaltar las calles o para pagar una pensión a muchos parados, el gobierno se gasta una cantidad que oscila entre 80 y 500 millones de euros. Sin cifras oficiales, el desembolso para llenar la capital del país de nuevos edificios y estatuas varía según las fuentes. Así, el estudio hecho en 2011 por la agencia estatal de estadística aclara que una parte del gasto viene de los impuestos directos a los contribuyentes en un país donde un tercio de la población vive por debajo de la línea de pobreza.

Ese proyecto llamado Skopje 2014 consiste, concretamente, en la construcción de diferentes estatuas y edificios en el centro de la ciudad que representan símbolos propios de la época clásica de la Macedonia antigua y otras representaciones que exaltan el sentimiento macedonio. La principal estatua es, como no, la de Alejandro Magno, que se erige en el centro de la plaza central de Skopje como una mole gigante sobre un poyo blanco y otras inmensas figuras que lo adornan. Y este gran Alejandro está acompañado en el centro de la ciudad por estatuas de todo tipo de personajes relacionados con Macedonia. Desde los famosos poetas Miladinov, hasta el Zar Samuel, un líder del primer imperio búlgaro situado en parte de la actual Macedonia, pasando por el cantante Tose Proeski, muy conocido en todos los Balcanes y un representante de su tierra que se murió en 2007 con tan sólo 26 años y que se ha convertido en un símbolo nacional actual.

Lo que al principio pudo parecer una buena idea ha acabado disgustando a los ciudadanos de este país de tan sólo dos millones de habitantes. Una encuesta reciente concluía que nada menos que un 80% de la población quería que se parara esta construcción masiva de estatuas gigantes y demasiado costosas. En el ámbito internacional, la idea se ve como una copia mala (que no barata) de un estilo ya existente. Vamos, un proyecto muy ‘Kitsch’.

El quid de todo esto se encuentra en ese complejo de inferioridad que desgraciadamente sienten los macedonios a causa de los constantes ataques de sus vecinos. En sus 21 años de vida, desde la independencia de Yugoslavia, Macedonia no ha conseguido el reconocimiento internacional que pide. De hecho, siendo políticamente correctos, este artículo estaría mal desde la primera línea ya que no sería la República de Macedonia como desde Skopje se autodenominan, sino que este país lleva como nombre, de acuerdo a muchos organismos internacionales, A.R.Y.M o Antigua República Yugoslava de Macedonia, nombre impuesto por Grecia, que prefiere distinguir la antigua región de Macedonia, que ocupa una superficie mayor, de la actual. No hay que olvidar que esta confusión viene de que con todo el paso de diferentes pueblos por esta región, desde eslavos, búlgaros u otomanos, hasta finalmente, la Yugoslavia socialista formada por diversas repúblicas, el país nunca había sido independiente con estas fronteras que tiene en la actualidad hasta el año 1991. De hecho, esta disputa por el nombre, en la que Grecia tiene más poder, puede suponer uno de los principales problemas para la entrada de Macedonia en la Unión Europea.

Además, la bandera del país con capital Skopje, esa que los mismos habitantes denominan como el ventilador y que ondea en sus edificios públicos, no es la que ellos sienten como bandera de su patria, que sería el sol de Vergina sobre un fondo rojo, algo también prohibido por Grecia por las mencionadas cuestiones de fronteras históricas.

internacional-macedonia-revista-achtung-3Por si esto fuera poco, en Bulgaria muchos se empeñan en decir que el pequeño país situado a su oeste no es más que una provincia más búlgara, a pesar de que llevan años siendo independientes. Y, para más inri, los albaneses que viven dentro de las fronteras macedonias querrían tomar parte del territorio y anexionarlo a Albania y a Kosovo para formar eso conocido como la ‘Gran Albania’. Además, coincide que en los Balcanes, al tener las fronteras tan confusas hasta el pasado siglo XX, todos los países comparten similar gastronomía, música y folklore y una lengua muy similar.

Sin embargo, cualquiera que conozca a los macedonios sabe que sí tienen una identidad, que están muy orgullosos de su tierra y de sus tradiciones y que ese complejo que les crean sus vecinos no hace más que acrecentar este patriotismo, que hasta que comenzó la creación de estatuas desenfrenada en Skopje, parecía sano. Y por ese motivo se niegan a ceder en temas como el nombre del país. Lo que no es de extrañar. Traslademos el caso a otra región: ¿Qué les parecería a asturianos y gallegos, por poner un ejemplo, que algún vecino les prohibiera exhibir sus banderas y la cambiara por otras? ¿Haría eso cambiar su amor a su patria?

Macedonia o la A.R.Y.M cuenta con ciudades mucho más bonitas e históricas dentro de sus fronteras que lo que es Skopje, la cual es probablemente una de las capitales más feas de toda Europa, después de haber sido destruida por un terremoto en 1963. Una buena opción podría haber sido la de fomentar esos otros lugares históricos como Ohrid, en las orillas del lago con el mismo nombre, protegido por la UNESCO y que es la llamada ‘perla del país’ u otras como Struga, Bitola o Prilep. Y con el dinero restante, el gobierno del VMRO podría haber llevado iniciativas de cara al aumento del empleo y desarrollo de una industria fuerte, que no vendría mal.

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