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Por Malinalli García

Imagen de una escuela pública japonesa

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En las clases de español de la escuela ‘Languajes 4 life‘ los estudiantes europeos preguntan una y otra vez sus dudas al profesor, mientras los estudiantes japoneses se mantienen callados y se quejan amargamente: tantas preguntas de sus compañeros les restan tiempo a la clase. “En Japón hay que obedecer ciegamente a los adultos, la mayoría de los maestros son mayores, por eso  los jóvenes no preguntan”, dice sonriendo Atsushi, profesor de japonés en Barcelona.

Los asiáticos en general se sienten responsables de lo que aprenden, el profesor sólo explica una vez, y los alumnos verán cómo demonios dan forma a todo ese amasijo de contenido, justo lo contrario que sucede en Europa, donde hay que explicar una, dos, tres y las veces que sean necesarias hasta  que el concepto esté bien entendido.

Ikuko, es una chica que le encanta la cultura mexicana, vive desde hace un año en Barcelona, estudia español. Cuenta que en Japón la enseñanza está enfocada a memorizar. Según ella los nipones no son capaces de tomar sus propias decisiones y la gente vive pendiente del ordenador y las nuevas tecnologías. Atsushi está de acuerdo con Iruko: “Hasta algún punto hay que memorizar, pero después para ser creativo hay que pensar”.

Hay que recordar que el sistema educativo jugó un papel fundamental para la recuperación y crecimiento de Japón después de la Segunda Guerra Mundial, era necesario el trabajo duro y constante si se quería sacar del agujero al país; tales ideales parecen haber sido añadidos al ADN de los nipones, la educación es prácticamente la misma que antaño, cuyos pilares son: la competividad, control, eficiencia y equidad. La educación hasta secundaria es obligatoria. El índice de alfabetización es del 99% y el resultado más tangible es que sus estudiantes ocupan los primeros lugares del ranking en matemáticas. Así, el sistema educativo nipón aplaude la Ciencia mientras el Arte es relegado a un segundo plano.

Desde pequeños se les enseña que sus resultados definirán su futuro, podrán ir a la mejor universidad y por tanto obtener el mejor trabajo, aunque eso signifique tener una semana de vacaciones  al año y en el mejor de los casos dos; por eso los vemos de visita a cualquier  país  subiendo y bajando el bus con guía en mano y cámara. Atsushi bromea y dice con una enorme carcajada: “Desayunan en Atenas, comen en Berlín y cenan en Barcelona”.

Atsushi viste juvenil, parece un tipo divertido, lleva 5 años viviendo en Barcelona. Dice despreocupado que no sabe si regresará a vivir a Japón, -sólo ha vuelto para hacer trámites- le sería difícil adaptarse a la vida oriental, aunque extraña la comida. Explica que allí es más barato comer en restaurantes, se gana más y se gasta menos. Bonita ecuación que compara con la situación de España: Aquí ganas menos y gastas más. Económicamente está mejor allá, aunque no soporta la idea de que sus conciudadanos piensen todo el tiempo en el trabajo. Tiene alma joven, le gusta salir, cosa difícil si eres un tokiota como él. En la gran metrópoli viven alrededor de 20 millones de personas y las distancias son muy grandes, pasan horas en el transporte público y cuando quieren salir de fiesta se dan cuenta de que sus amigos viven en lugares tan recónditos que obligan a salir directamente con los compañeros de trabajo. Y claro, el tema de conversación es el trabajo, algo que le parece absurdo e insufrible.

Ikuko es fotógrafa. En Japón hacia instantáneas de interiores para una revista dedicada al sector femenino, tenía mucho trabajo, su móvil no dejaba de sonar hasta que decidió algo insólito para los nipones: darse un año sabático, dado que no podía hacerlo en Japón porque sería el blanco de habladurías que incluirían hipótesis sobre supuestas enfermedades. Sólo eso justificaría que no trabajará y por eso decidió venirse a Barcelona y continuar sus estudios de castellano. “Vine a descansar,  porque allá no podía hacerlo”, se lamenta.

Un señor japonés de apellido Kawashima me dice que educan a los japoneses para mejorar lo hecho pero no para inventar  y repite lo que me ha dicho Ikuko y Atsushi. Parece que al decirlo se sienten liberados de no vivir en el rígido estilo de vida japonés.

Ya después de un rato Atsushi hace ver una especie de nostalgia por la capital:  “En Tokio se acepta todo, es una ciudad medio occidental y medio oriental”. Cuenta que en Osaka la gente es abierta y curiosa, aunque enfatiza que en otros lugares los japoneses son callados y si vienes de otra región de Japón casi casi eres un extranjero más.

Este profesor de japonés un buen día decidió que quería aprender una lengua romance, pensó en un lugar bonito y le vino a la cabeza Barcelona, también le hubiera gustado ir a Andalucía pero dice que allá no hay trabajo.

Las escuelas de Japón están librando una batalla para quedarse con los alumnos, sobre todo con los que obtienen mejores notan y se muestran más competitivos. Los jóvenes escasean y se prevé que para el año 2050 el 35.7% de la población sea mayor de 65 años. ¿Quiénes serán entonces los que hagan girar la ruleta para mantener a Japón como tercera economía mundial?

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