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Hace poco estuve hablando con quienes integran Buruzbera Cía. Este grupo interdisciplinar asentado en la ciudad de Sevilla, lleva  algo más de un año impartiendo clases de teatro físico y creación escénica con éxito, desde la humildad y la proactividad.

El lugar en el que imparten sus talleres es muy especial, se trata de la Casa Grande del Pumarejo. Este edificio del siglo XVIII ubicado en el casco histórico de Sevilla, “fue convertido en una casa vecinal a raíz de sufrir de sus vecinos y vecinas por parte de una empresa hotelera en el año 2000. En la actualidad ya es un edificio propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, protegido como Bien de Interés Cultural por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, y autogestionado por los vecinos del barrio a través de la Asociación Casa del Pumarejo. La misma está conformada por una diversidad de personas y colectivos que promueven una multitud de actividades…”.

Lo anterior, proviene de la web de este centro vecinal, y creo que lo que se respira allí más lo que ofrecían los espacios alternativos de Sevilla que se han ido extinguiendo en los últimos años, son un signo de que Buruzbera Cía. es un grupo de profesionales que no se resigna a irse de la ciudad en la que reside, a dejar de crear (a continuación, abordaremos lo más importante sobre su nuevo montaje, “Hasta que explote”), o enseñar como ellos hubieran querido recibir su formación en artes escénicas. La cosa está en que ellos son para mí son presente y futuro de las artes escénicas contemporáneas, y en esta media deberíamos de conocerlos y apoyarlos. Si nos aproximamos a creadores como los que integran Buruzbera Cía estamos dando pie a que haya un relevo generacional, evitando que caigamos en el riesgo de que las artes escénicas en Andalucía, estén en peligro de extinción sin apenas darnos cuenta.

Les aseguro que si no tuviese la convicción de que Ángela Yeisan, Javier Domínguez, Susana Casado y Paula Margo no hicieran un buen trabajo, quizás me hubiera acogido a otro ejemplo para tratar lo que en esta entrevista se trata. He allí que defienda que Buruzbera Cía. es un referente en muchos sentidos, para inspirarnos y entender la realidad que nos rodea. Sin más que añadir, les dejo con lo que fue mi conversación con estos cuatro profesionales de lo escénico:

Susana Casado. Foto: Ana Cayuela

Susana Casado. Foto: Ana Cayuela

 

-Tengo entendido que cada uno de ustedes tienen en común, el que han estado en alguna de las ediciones del Laboratorio de Creación del Centro TNT (Sevilla). Sin embargo ¿Cuál fue vuestra transición a iros conformando como Buruzbera Cía?

Susana Casado: Efectivamente, todas estuvimos en el Laboratorio de Creación en ediciones diferentes. Por un lado, Ángela y yo nos conocimos de la ESAD de Asturias (alrededor de cinco años), y ya estando en el Laboratorio conocí a Javi.

El impulso creativo nace de Javi y de mí, partiendo de que durante el confinamiento de la primavera de 2020 convivimos juntos. Así que empezamos a hacer vídeodanzas, investigamos con el entrenamiento físico, etc…

Al tiempo, él propuso ampliar el proyecto para crear algo más personal, y encima tenemos lenguajes en común, en donde entra la danza, el teatro físico… Entonces, ahí se generó una idea que ha evolucionado mucho.

Le comentamos a Ángela y a Jon Blanco, quienes formaron parte del proceso de conformación de Buruzbera  (en este momento Jon se está tomando un descanso del teatro). Tras la ausencia de Jon se sumaría Paula, que aunque en un principio estuvo desde un lugar externo al grupo como tal, aportándonos su visión en ensayos y demás. Pensamos que lo más lógico es que ya formase parte del grupo. La verdad, que todo se fue dando de un modo bastante orgánico.

-Me llama la atención el que a pesar de que cada uno de ustedes tienen una trayectoria diferente, han tenido la capacidad de recoger todos esos “frutos” de sus respectivas trayectorias, para transformarlos en cursos de formación escénica, de entrenamiento actoral o de creación ¿Cómo fue que ustedes empezaron a impartir vuestros cursos de formación?

Javier Domínguez: Los cursos de formación que hemos ido impartiendo, han sido un medio de autofinanciarnos de cara al montaje “decente” de un proyecto en el que llevamos trabajando desde el principio. Aún así nos encanta dar las clases, y en el que estemos impartiéndolas  en el Pumarejo, implica que tampoco es que busquemos sacar mucho dinero.

No obstante, impartir estas clases es lo único que aporta ingresos a la compañía (porque al final cobramos todas por igual, incluyendo a la compañía como si fuese una persona más).  No quisimos invertir nuestro propio dinero para la producción de la obra, ya que es necesario para  que un artista trabaje, no tenga por qué poner su propio dinero.

Ángela Yeisan. Foto: Juan Antonio Gámez

Ángela Yeisan. Foto: Juan Antonio Gámez

 

-¿Cómo organizan ustedes los contenidos que ustedes van a transmitir a los alumnos?

 Ángela Yeisan: Todos tenemos en común el teatro físico, la poética contemporánea… Asimismo, compartimos referentes como Ultima Vez/Win Vandekeybus, Peeping Tom, DV8, o Proyecto Larrua.

En lo que respecta a la elección de contenido de nuestros cursos, todo ha sido un poco bajo la lógica de ensayo/error: Ninguna de nosotras hemos nacido aprendidas, por tanto hemos ido preguntando a quienes hemos dado clase qué querían hacer, y nosotras hemos ido respondiendo a ello desde la mayor sinceridad y humildad. Lo cual también es una forma de darles importancia a quienes están recibiendo nuestros cursos.

Desde septiembre del año pasado, hemos ido impartido nuestra formación desde “bloques” a nuestras compañeras de curso (*ella se refiere a sus alumnas y alumnos). De esta manera, podemos llegar de una manera organizada a representar una muestra de fin de curso.

Esta experiencia ha sido y sigue siendo un viaje en la que estamos aprendiendo cuál es la mejor forma de enseñar. De todos modos, todo se basa en el entrenamiento físico, trabajo de voz…

-Percibo que ustedes han conseguido inculcar a vuestros alumnos valores como la puntualidad, el compañerismo o la constancia. Sin haber caído en dinámicas autoritarias de las que se pueden generan distintas violencias ¿Cómo alcanzar dicho equilibrio?

Javier Domínguez: Parto de la idea de que hay que tratar a la gente como quieres que te traten a ti.

Yo he tenido malas experiencias como alumno al igual que la mayoría, y yo no quiero ser cualquiera de esos que te gritan en clase, que te mandan a hacer flexiones si te equivocas, que te destrozan físicamente sin tener la seguridad de que lo que estás haciendo puede resultar dañino para el cuerpo. Yo no le pido nada de eso a mis alumnas, más bien les digo que son libres de llegar a dónde quieran llegar. Y para ello les facilito unas herramientas con las que ellas crean, no que yo crea a partir del “uso” de mis alumnas.

Al principio me daba cierto respeto de abordar estas herramientas en las clases, porque me preguntaba si estaba lo suficientemente formado para enseñarlas. Yo pienso que sí, dado que llevo más de diez años bailando, haciendo acrobacias… Yo sólo doy lo que me ha servido a mí, y lo que creo que a mis alumnas les vendrá mejor. Ya que no son todos los cuerpos iguales, no todas las cabezas iguales (por ejemplo: a unas les frustra que les digas que está fatal, a otras que les digas que está bien).

Por ello intentamos conocer a todas nuestras alumnas, de hecho con la mayoría hemos construido amistades con las que quedamos fuera de las clases. Yo no siento que en las clases interprete el personaje del “profesor”, sino que soy yo mismo dando una clase.

Paula Margo: Se trata mucho de escuchar, de saber que todos estamos en el mismo plano: el horizontal. En el principio de este proyecto, yo estaba viendo todo  desde fuera, y esa horizontalidad ya estaba presente: Un estar de corazón a corazón.

Ángela Yeisan: Lo que dice Paula me ha hecho recordar la residencia artística que hicimos en La Bolina (Restábal, provincia de Granada), que fue una semana antes de empezar a dar clases. En la misma nos estuvimos dando clases entre nosotras, así cada día una impartía una clase a sus compañeras. Y de esos cuatro o cinco días han surgido muchísimos ejercicios que a día de hoy seguimos usando.

La idea era ponerse en el rol de quien comparte, para afrontar cosas como el liderazgo, el famoso “síndrome del impostor”…

Susana Casado: Yo creo que es fundamental entender que quienes vienen a nuestras clases, son compañeras y compañeros. Es decir: no existe una jerarquía. A ello se suma lo que decía Paula, hay una persona que comparte y guía a la hora de transmitir lo que tiene dentro y los conocimientos que tiene a personas que han hecho algo de teatro, danza o cualquier otra cosa; y que a su vez, esas personas te están dando: es algo muy recíproco.

De todas formas, hay disciplina, rigor y compromiso, lo cual significa que estos valores pueden  convivir en medio de un ambiente sano. No hay que ser autoritario para que te respeten.

Foto: Ana Cayuela

Foto: Ana Cayuela

 

-Supongo que dentro de las personas que se han apuntado a vuestros cursos, habrá quien tiene una trayectoria con las artes escénicas más dilatada, como también habrá quien quiera probar apuntarse a clases de teatro ¿Cómo gestionáis esa diversidad?

Javier Domínguez: Para mí eso es una maravilla, porque si tuviera que regirme a un único nivel me aburriría. En esa diversidad de la que hablas, te encuentras con alumnas que cantan mucho mejor que yo (sin embargo me piden herramientas para mejorar en su respiración, dicción o proyección). Entonces da igual la trayectoria de la que parta cada una, yo daré unas herramientas con las que puedas hacer lo que quieras. Por ejemplo: a una coreografía un bailarín le sacará otra cosa que una persona que no haya hecho danza en su vida, lo que no quita que esa persona que no ha bailado no lo vaya a disfrutar.

-Estamos en un contexto donde mucha gente asocia a las artes escénicas como ocio y tiempo libre. No sé hasta qué punto ustedes se han encontrado situaciones en dónde no tanto hay que poner a una persona “recta”, pero si dejar en claro que en clases no se está “para pasar la tarde”.

Javier Domínguez: Si alguna vez levantamos la voz, significa que nosotras también estamos aprendiendo. Asimismo, nos vienen personas que nos dan el mismo respeto con el que les estamos recibiendo. Por ejemplo: yo que soy el tesorero de Buruzbera, hay quien se toma lo de pagar con mucha calma y despreocupación, y yo tengo que ir detrás de esas personas.

Ángela Yeisan: Los hay que vienen a ampliar sus conocimientos en danza y teatro, y otras personas que buscan “escaparse” de su rutina, y soltar lo que llevan dentro. Nosotros ponemos límites, aunque eso sí, cada una de nosotras tenemos una mayor sensibilidad hacia la disciplina, otras que necesitamos tener la clase muy preparada, u otras prefieren más espontaneidad. Lo cual es genial, porque estamos ofreciendo cuatro perspectivas diferentes.

Nosotras partimos de que nadie no tiene que demostrar nada. La clave es que cada una se amolde a lo que quiera sacar, y confíe en sí misma.

-¿Qué tipo de evolución habéis percibido por parte de alguno de vuestros alumnos más fieles a lo largo de vuestra trayectoria?

Javier Domínguez: Por ejemplo, en el taller que hicimos el verano pasado que tenía la finalidad de que cada alumna montase un solo, la mayoría de ellas no se habían subido sobre un escenario. De cualquier modo, nuestro objetivo no era la muestra, sino que cada una se vaya de las clases con algo aprendido, algo que le sirva para la vida.

Fue una experiencia muy emocionante, porque lo que han hecho no lo hubieran hecho hace un año. Antes tenían más miedos, inseguridades, complejos físicos, etc… Y todas son maravillosas. Aunque tuve que hacer a veces el papel de psicólogo… La cosa es decirles que no pasa nada, que lo pueden ver como un “juego”, más que algo “súper importante que tiene que salir perfecto”.

¿Las muestras finales del taller del verano fueron perfectas? No ¿Estarán perfectas algún día todas esas piezas? Seguramente no. Eso sí, yo todavía no he visto una obra que haya sido perfecta.  A dónde quiero llegar, es que cada una salga contenta de lo que ha hecho.

Yo muchas veces después de actuar me he quedado con que me salió fatal, aunque la gente me diga que lo hice bien. En definitiva, no quería transmitirles a mis alumnas la sensación de que no pueden equivocarse nunca, lo cual lleva a tener a la gente tensa y que no sean capaces de disfrutar.

Javier Domínguez. Foto: Juan Antonio Gámez

Javier Domínguez. Foto: Juan Antonio Gámez

 

-Por tanto, les estáis haciendo pasar por una serie de ejercicios de madurez, ya que cada alumno asume la responsabilidad de lo que quiere hacer con su formación.

Susana Casado: Totalmente. Además, al tiempo de haber estado dando clases, vas afianzando las cosas que tú tienes, sobre todo cuando las ves reflejadas en las demás. No sé el resto cómo lo ve, pero la evolución de las alumnas las percibo de un día para otro. Es decir: se nota de una semana a la otra cómo cambia la actitud de las personas que se han puesto un reto a sí mismas, y aquellas que están muy motivadas: están aprendiendo mucho.

-Una vez escuché a Javier Domínguez  decir algo parecido a esto: “El texto se trabaja desde la técnica no desde la emoción, de lo contrario uno puede perder el control o la concentración” ¿Me lo podrías desarrollar más? Porque uno a veces se queda con la sensación de que el trabajo de voz en artes escénicas no se ha de atender mucho, ya que “hablamos todos los días de forma natural”.

Javier Domínguez: La primera vez que trabajé con un texto ello fue desde lo físico (O sea, tras tener algo montado netamente físico, luego se le metí voz). Yo no he trabajado texto desde la tónica del “teatro naturalista”, ni al modo de cómo funciona en el doblaje o en el cine. Por tanto, mis conocimientos vienen de lo que procede del teatro físico en cuanto al trabajo de texto.

Esas palabras que citas, reflejan unos principios que a mí me han servido en tanto que saberte un texto es similar a saberte una canción con cada uno de sus detalles (letra, tipo de entonación en cada una de las sílabas, etc). Ello te da muchas facilidades porque en escena no tienes que estar preocupándote de cómo has de decir un texto, o quizás pensar en cómo te sientes, o cómo te habla tu compañera. No, una ya sabe cómo decir el texto porque lo tiene fijado.

Así el texto me sale tal y cómo lo habré trabajado, no cómo “yo me sienta en ese día”. Aunque es verdad que se puede trabajar de otra manera (ello merece mi respeto). Simplemente que no conozco otra más, ésta me viene de grandes maestras como Marga Reyes, quien me ha inculcado cosas sobre el cuidado de garganta, respiración, trabajo con el diafragma… O sea, yo antes me quedaba ronco muy rápido, pero cuando empecé a trabajar la voz con ella, me dio cosas que necesitaba ante una sociedad en la que estamos todo el día con prisas, que ya ni pensamos en respirar.

Una vez me dieron el ejemplo, de que cuando Alex Ubago o Bruce Springsteen cantan una canción muy dramática, ellos no lloran cuando la tocan (por más que provenga de algo personal). Ellos la reproducen a partir de una técnica para que le llegue al público, que en realidad es su trabajo.

A mí emocionarme en escena no me funciona, porque igual ya no sé qué estoy haciendo con mi cuerpo. De cualquier modo, yo no soy de hielo, ha habido veces que me he emocionado al ver el trabajo de compañeros estando en escena. Pero hay que saber estar en la luz de los focos que me toquen, quiero que se me escuche bien, etc… Prefiero eso, a que se diga “qué bien que ha llorado”.

-Entrenamiento actoral, trabajo de voz, trabajo con objetos… ¿Qué otro tipo de cosas consideran imprescindibles para el mantenimiento y la formación de un profesional?

Paula Margo: Entrenamiento mental. Es decir: Se trata de comprometerse, de saber estar contigo misma; y si estás compartiendo algo con un grupo, saber estar con el resto de personas.

En este mundo en el que estamos acostumbradas a recibir estímulos todo el rato, tendemos a distraernos. Por ello para mí es súper importante que estemos disponibles a “estar” todo el rato. Claro que hay veces que “nos vamos”, pero si estoy en una clase de dos horas, tengo que estar “aquí”, y lo de fuera lo olvido.

Foto: Ana Cayuela

Foto: Ana Cayuela

 

-¿Cómo gestionáis vuestras tareas como docentes, las de la producción del montaje en que estáis trabajando, otras creaciones de terceros en las que formáis parte del elenco, y seguir haciendo incidencia en aquellas cosas que habéis localizado que tenéis que seguir mejorando en lo que respecta a vuestro propio trabajo personal?

Susana Casado: Yo personalmente, nunca he dejado de entrenar. Lo que si he notado es que dependiendo de la etapa en la que esté, me interesa más dedicarme a la danza, o de repente quiero tomar unas clases de voz o de canto, o lo que fuere. La clave está en que una vez que tienes la energía para hacer lo que quieres, encuentras la formación que en ese momento necesitas.

El mundo del teatro es tan amplio que una va cambiando mucho los intereses personales. Siempre se encuentra la manera de seguir entrenado, aunque sea tú sola en tu casa. Por ejemplo: a mí este verano me ha tocado currar ochos horas al día, y me levantaba a las siete de la mañana para entrenar, y luego entrar a trabajar a las diez de la mañana.

Para que yo me siga sintiendo activa, yo no debo parar el motor (por supuesto con sus descansos, y respetando mi salud mental). Es seguir el impulso de ser alumno, de un estar siempre aprendiendo.

-¿Qué puede aportar vuestra formación a una persona de danza contemporánea, o bien a alguien que haga “teatro naturalista”?

Javier Domínguez: Simplemente caer en la cuenta de que todas podemos crear ¿Por qué tenemos esa falsa concepción de que un intérprete no es capaz de crear? Quizás porque se da la imagen de que ese intérprete sólo “acata” las pautas de la persona que le esté dirigiendo.

En las compañías en la que he estado, los intérpretes crean y luego quien dirige modifica ese trabajo para el montaje de la obra. En muchos de los lugares que tienen una línea más académica, no te enseñan a crear. Y te dicen que “imites” a Shakespeare y no te invitan a que tú hagas tus poesías con tu realidad de hoy en día.  

¿Cuántas personas habrá ahora que no llegarán a nada, porque nadie le ha animado a crear algo?  Por eso pienso que todas personas podemos crear, y para ello conviene deshacerse de complejos, miedos, vicios, etc… Aún me pasa de que me piden montar algo y me he encontrado algo perdido. Y luego pienso: “llevo catorce años no haciendo otra cosa más que esto”.

En la calle es de donde más creadores salen, porque estás ahí con tu movida. O sea, haciendo un trabajo muy personal.

Por otra parte, todo teatro es físico. La cuestión está en que el teatro físico se genera desde lo físico, mientras el “teatro naturalista” viene de un texto o de interpretar una escena. Por tanto ¿Se puede hacer teatro físico desde un código “más naturalista”? Sí, y viceversa.

Nosotras plantamos una semilla que llevará a dónde quiera ir cada una.

Paula Margo: Yo en realidad vengo de la danza contemporánea, y me di cuenta que se me quedaba corta. Y mira que cuando alguien me ha preguntado qué es la danza contemporánea, le respondo: libertad.

La danza contemporánea nació desde la necesidad de expresar más allá de las técnicas de las danzas modernas y la danza clásica, y justo esa libertad de crear fue lo que me llevó a la danza contemporánea. Lo que pasa es que el teatro físico y la manera en cómo lo trabajamos, aporta más libertad a aún, dado que le sumas voz (sean las palabras de un texto o cantar). Por tanto, lo único que hace es ampliar tu libertad.

Ángela Yeisan: Por añadir algo más a lo que han dicho las compañeras. Hay que hablar de la parte multidisciplinar, dado que incorporamos muchas disciplinas en las que pueden ir viajando y habitando las alumnas.

Justo esto es lo que caracteriza a lo contemporáneo. Antes parecía que cada una iba por su lado. Entonces en un momento determinado, puedes pasar de un trabajo más corporal, vocal o de escritura automática (lo cual también trabajamos), ofreciéndote una panorámica de todos los lugares de dónde es posible abordar a una creación.

Hace poco estuve en un taller de zancos impartido por la gente de Teatro Chapati (Italia), a través de un intercambio con los de Teatro Incandescente (*grupo al que también pertenece Ángela Yeisan). No hay nada fijo, aunque si es verdad que hay cosas que hemos visto que funcionan, hay otras que se las pasamos a nuestras alumnas.

Paula Margo. Foto: Juan Antonio Gámez

Paula Margo. Foto: Juan Antonio Gámez

 

-¿Hay “Derechos de Autor” a la hora de enseñar artes escénicas, o debería haberlo?

Susana Casado: Yo personalmente, cuando siento que hay algo que todavía no tengo afianzado digo de dónde he sacado ese aprendizaje. O incluso cuando me encuentro ante una persona interesada y ya no le puedo aportar tanto como me gustaría, le derivo a quien creo que si le aportará más en ese momento.  

Creo que si se trabaja desde el respeto y la humildad, no debería suponer ningún problema. Ha sido un orgullo cuando alumnas nuestras ha utilizado alguno de nuestros ejercicios cuando ha dado clases, y nos comentan que les fue muy bien. Así algo que hemos compartido se ha terminado multiplicado, ya que nuestro objetivo a la hora de enseñar es que ese aprendizaje crezca.

-El que ustedes estén impartiendo sus clases en el Pumarejo es un reflejo de todo lo que ustedes ha estado hablando hasta ahora ¿no?

Ángela Yeisan: El Pumarejo ha sido como nuestro hogar, nos sentimos muy agradecidas por cómo nos ha abierto las puertas, y que nos aporten lo que nos aportan.

Un lugar autogestionado, con tanta historia en lo social… Si es que nos han dado todas las facilidades del mundo para ensayar, para impartir clases…

-No hace mucho tiempo se fueron extinguiendo del todo, espacios alternativos como “El Akelarre”, “El Rincón del Búho”, “La Trompeta Verde” o “La SinMiedo”. Lugares que estaban más o menos en el centro de Sevilla, que no sólo daban la oportunidad de impartir talleres, sino que a además, se prestaban para representar pequeños proyectos.

Es cierto que se pueden recibir estupendas clases de teatro en lugares como el Teatro Viento Sur o La Colmena Teatro. Sin embargo, este tipo de formatos cada vez se encuentran menos en Sevilla.

Javier Domínguez: Yo me siento mejor dando clases en este tipo de espacios que en otro. Lo digo por cómo han subido los alquileres de sala, lo cual no es culpa, necesariamente, de aquellos que gestionan el local; sino de los dueños, que lo más posible es que no sepan qué se está haciendo en sus locales.

Lo que si puede pasar en el Pumarejo, es que por lo que fuera, se decida cerrarlo. Y ello en realidad, no está en nuestras manos, ni en la de muchos de los que trabajan aquí.

 Al final el espacio para un artista escénico es fundamental.

Susana Casado: El germen de las formaciones de Buruzbera empezaron en “El Akelarre”. Lugar donde estuve dando clases por primera vez a adultos, justo antes de lo que cerraran.

Así que nos pusimos a buscar otro espacio y dimos con el Pumarejo. Ahora que has mencionado a “El Akelarre”, me hace retomar la idea de que donde “plantas las semillas” es importante. Ya que La Casa Grande del Pumarejo es un bien de interés cultural reconocido por la Junta de Andalucía, y el año 2000 lo intentaron desalojar.

Es importante apostar por este tipo de espacios, que encima están en riesgo de que se eliminen. En las salas de teatro, o los lugares que están financiados de otra manera, tienen  menos riesgo de desaparecer. Piensa que un centro que está habitado por asociaciones como  los compañeros de teatro Atapú (hacen antropología teatral), están los de Afectados por la Hipoteca, Las Mujeres Supervivientes (violencia de género)… En fin, un montón de colectivos y asociaciones que realmente hacen una labor social muy importante (puede que más que el teatro).

Foto: Ana Cayuela

Foto: Ana Cayuela

 

-A raíz de lo que comenta Susana, es una realidad que desde principios de los noventa hasta la crisis del 2008 (aproximadamente), Sevilla fue una ciudad que estaba en permanente florecimiento de proyectos de investigación teatral, danza contemporánea, etc…

Sin embargo, con la notable reducción de inversión de las Instituciones Públicas de la Junta de Andalucía o del Ayuntamiento de Sevilla, más otros profesionales que quizás no prepararon el terreno para afrontar “tiempos de vacas flacas”. Fueron confluyendo varios de los factores que hacen que cuando vas al Teatro Central (Sevilla) a ver a Rosas, Peeping Tom o Akram Khan, quedándote fascinado por la maravilla de sus trabajos. Al acabar y sales de este teatro, vuelves a la realidad andaluza con un montaje en el que sois tres personas, y os sentís muy afortunados porque habéis sido escogidos para la siguiente edición de CINTA  en el Centro TNT (Sevilla). No siendo lo último poca cosa…

Javier Domínguez: Yo creo que si te quieres dedicar a esto, hay una de estas dos cosas que tienen que tener seguro: dinero o ganas. También pueden estar las dos cosas a la vez.

Dedicarse a esta profesión por dinero no vale la pena, porque si tienes una producción donde hay más de dos personas, hay que hacer un gran esfuerzo para ganar algo de dinero. Y ya si llevas técnico de luces y sonido, lo flipas.

Durante nuestra residencia en el Centro Cultural de la Villa (San José de la Rinconada, provincia de Sevilla), tuvimos que pagar técnico, a quien nos tomase fotos, la escenografía, a quien nos grabase el vídeo… Y ese dinero salió de las clases que impartimos. Cosa que al final nos ha hecho sentirnos orgullosas, porque de hacer lo que nos gusta hemos llegado hasta aquí.

En Sevilla uno hace una obra y hay quien se pone en la labor de destrozarla, o “voy y hago lo mismo”. En vez de apoyarnos las unas a las otras siendo todas unas “muertas de hambre”, nos ponemos a competir. Yo en una etapa de mi vida entre en ese “juego”, y ahora apoyo a gente como  Coco Villarreal y Manuela Gilabert de danza butoh, o a los Improductivos. No quiero que ninguna de esas compañías de hundan o desaparezcan.

-¿Qué le dirían ustedes a una persona que acaba de sacarse su titulación en alguna ESAD o el Laboratorio de Creación de TNT, para que continúe su trayectoria en Andalucía?

Paula Margo: Lo primero que habría que hacer es preguntarle qué quiere hacer con todo eso. En las artes escénicas, en las artes en general, existen tantos ámbitos que hasta entrarían las terapias artísticas: Hay tantas salidas y tantos procesos diferentes…

-¿Y de cara a dedicarse profesionalmente a lo que se ejerce?

Paula Margo: Yo soy terapeuta, bailarina y actriz. Y justo mis ingresos los saco de las terapias. Por tanto, desde mi experiencia en Andalucía, yo he decidido quedarme porque yo he estado encontrando estas salidas.

También estoy en proyectos pequeñitos (aunque son más precarios de lo que nos gustaría), en los que  hay que invertir, y nos va muy bien.

Ángela Yeisan: Lo de plantear talleres de creación viene por ahí. Para que cada una vaya haciéndose con su independencia: A día de hoy hay que ser pluriempleado.

-Entonces ¿Cómo uno puede desarrollarse profesionalmente en artes escénicas, si uno tiene que estar atendiendo a diversos frentes a la vez?

No sólo estoy pensando en el típico actor que se gana la vida como camarero, o quien se presenta como una modelo, cantante y actriz…

Paula Margo: Si tienes muy claro cuál es tu objetivo, al final todos esos obstáculos, esos “pluriempleos”…, lo acabarás consiguiendo poco a poco, porque  allí está tu foco de energía.  Y si no lo consigues, pues habrás dado con otras cosas.

Si tienes claro que el arte tiene que estar de alguna manera profesional en tu vida, uno ha de quedarse en ese camino porque es lo tuyo.

Ángela Yeisan: Me quedo con esa palabra que has dicho antes, apostar. Es decir: apostar por algo implica sacrificarse.

Javier Domínguez: Esto suele ir por etapas. Por ejemplo: si yo hubiera querido invertir el dinero que he ganado actuando en pagarme una casa, quizás ya me la hubiera pagado. Pero he decidido invertir por seguir estando sobre un escenario.

Yo tengo colegas que tienen sus propias casas, familias… Sin embargo, yo he preferido tener unos ingresos en los que un mes sacaba dos mil euros y al siguiente ciento cincuenta. Aún así, volver a esos trabajos que no me apetecerían hacer, son las cosas que me hacen valorar aquello que mis amigos les interesan más que a mí.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

-Estamos viviendo una época en la que la palabra incertidumbre empieza a quedarse corta.

Paula Margo: Esta incertidumbre, este “terremoto” que nos ha traído la pandemia, nos ha hecho conectar con nuestros miedos más profundos. Al mismo tiempo, nos ha hecho reencontrarnos con nuestras pasiones, nuestros propósitos de vida. A muchas personas que se dedican al arte que viven en Sevilla con las que he hablado, les ha hecho volverse a recolocarse en el arte (incluyendo a los que lo tenían un poco “olvidado”). O sea que esas apuestas están apareciendo de los momentos que se nos presentan como los más feos.

Javier Domínguez: El teatro siempre ha sabido sobrevivir a las crisis más fuertes…

Paula Margo: Todas necesitamos escuchar nuestro interior, y sacar cosas para afuera.

-Por tanto ¿Ustedes confían en la capacidad que tienen las artes escénicas como vehículo de transformación social?

Javier Domínguez: Es que yo me dedico al teatro por eso.

Susana Casado: Completamente. Es importante plantearse para qué una hace teatro, y más aún en estos tiempos de incertidumbre.

¿Yo quiero vender obras?¿Por qué hacer teatro me genera algo a nivel interno?¿Yo quiero generar en alguien algo?… Hay que tenerlo claro, y luchar por ello.

En el plano del teatro social, cabe decir que es importante trabajar con personas que no se dedican profesionalmente a las artes escénicas, siendo que todas las personas de este mundo te aportan realidades diferentes. Entonces el teatro puede ser un punto de encuentro entre un montón de realidades, puede ser una comunidad en el que compartir diversas visiones, puede ser un discurso que en un barrio concreto de visibilidad a un colectivo, puede ser muchas cosas. La clave está en que el teatro es un altavoz capaz de llegar a muchas personas, que de tener claro esto, una tiene en sus manos generar mensajes que llegarán a ser un motor de cambio.

En este sentido, en el montaje en el que estamos trabajando hablamos de la salud mental, puede ser algo que a mí me sirva como intérprete para las paranoias que yo me monto, y al mismo tiempo, estás visibilizando  una realidad, estás generando que quien vaya a ver algo a un teatro, termine haciéndose preguntas.

Generar preguntas en la sociedad es súper importante.

-¿Qué más podéis adelantarnos de vuestro nuevo montaje?

Ángela Yeisan: El montaje se llama “Hasta que explote”, el cual está basada en la obra de Sarah Kane.

Llegar hasta aquí ha sido un montaña rusa, han pasado cosas del tipo internas en donde empezamos una cosa que al final dejábamos, luego ir a por otro proyecto que no nos llenaba, y dejarlo… A continuación, vinieron problemas personales que nos condujeron a valorar la opción de trabajar el tema de la salud mental, que en realidad es el gran tema de nuestra generación.

De repente se nos vino a la cabeza la figura de Sarah Kane, que dicho sea de paso, ya Susana había trabajado cosas sobre ella en su TFG. Por tanto, estamos ante el caso de una mujer que tuvo problemas de salud mental, era lesbiana, y encima, lamentablemente, acabó con su vida.

Entonces decidimos rescatarla y basarnos en su última obra, “Psicosis 4.48”. Donde hay un ambiente de médicos, donde se siente desprotegida…

La obra ya está montada, por eso ahora estamos en pleno proceso de distribución.  De cualquier modo, estamos aprendiendo a gestionar, distribuir, a cómo comunicarnos con programadores, a todo. Nosotras en realidad lo que hemos estudiado es arte dramático, y otras danzas.

Por ello nos sentimos agradecidas por el trabajo técnico que han hecho para este montaje Sergio Santana Romero, Ana Cayuela y Jesús Ponce (éstos dos últimos, fueron quienes nos grabaron y tomaron fotos).

Lo que si tenemos claro, es que queremos estrenar la obra en Sevilla.

-¿Cómo tenéis planteada esta temporada 2022-2023, aparte del estreno de “Hasta que explote”?

Javier Domínguez: Va a ser de locos.

Ángela Yeisan: Continuaremos con los talleres: los lunes  de 10h a 12h de entrenamiento físico (a petición expresa de nuestras alumnas). Y luego, los martes y los jueves de 20h a 22h estarán las sesiones dedicadas más a la creación. Aunque también habrá trabajo  vocal, de entrenamiento físico y escritura automática.

-Cuando he hablado con algunos de vuestros alumnos/alumnas, me mostraron tal entusiasmo por lo que están trabajando con ustedes, que están dispuestos a ir a entrenar por ellos mismos o tener sesiones en cualquier día.

Ustedes han constituido un marco donde esto es posible…

Javier Domínguez: Eso que dices no es algo que viene de nosotras. Es decir: Ellas se han contagiado.

Es una suerte que ellas teniendo un espacio lo usen: Eso es un “paraíso”. También es verdad, que entre ellas se conocen. Es decir: nosotras funcionamos por “bonos de clases”, cada una coincide cada día con gente distinta que a la vez son fijas, pero no en el sentido de que vienen siempre los mismos días.

Eso está guay, porque yo me acuerdo de estar en un grupo de una academia en el que estaba muy bien, pero cuando me juntaba con otro grupo, era un poco raro porque tenía que bailar con personas que no conocía de nada.

Así se ha generado algo más familiar.

Ángela Yeisan: Por otra parte, tenemos pensado hacer de vez en cuando “clases abiertas”, en las cuales se invita a quien quiera a probar el taller. Pero sólo la daría una de nosotras, de tal manera que el resto de nosotras seríamos unas alumnas más del grupo.

Así trabajamos fuera de una jerarquía, pero manteniendo cierta “distancia”.

 

 

 

 

 

 

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