Con Un Nuevo Paseo, José Almarcha nos invita a explorar el flamenco desde una perspectiva fresca y contemporánea. Este álbum es una mezcla vibrante de tradición y experimentación, donde la guitarra flamenca del tomellosero se convierte en el eje central de un trabajo repleto de matices y colaboraciones de primer nivel. Almarcha, reconocido por su precisión técnica y sensibilidad artística, nos entrega un disco que demuestra tanto su versatilidad como su capacidad para reunir a talentos excepcionales en torno a una visión moderna del flamenco.
Desde el primer tema, Plaza de Santa Ana, el disco establece su tono distintivo. Gema Caballero, cantaora granaína de amplia trayectoria, aporta su voz a unos caracoles clásicos que se enriquecen con una instrumentación innovadora. Su presencia inaugura una colección de colaboraciones que no solo adornan, sino que elevan el trabajo de Almarcha.
En el segundo corte, Casa del Gallego, el álbum nos sorprende con una farruca poco convencional, un palo raramente explorado en el flamenco contemporáneo. La intervención del trombón de Santiago Cañada aporta un carácter cinematográfico a la pieza, mientras Lucía Ruibal con su zapateado le confiere un dinamismo emocionante.
Uno de los momentos más destacados del disco llega con El Silencio del Tiempo, una balada intimista que rompe con las estructuras tradicionales del flamenco. Aquí, la guitarra eléctrica de Víctor Guadiana y el piano de Andre Jah Jah construyen un diálogo musical que coquetea con lo onírico. Este tema, más cercano a la música de cámara que al flamenco tradicional, demuestra la amplitud creativa de Almarcha.
Otro ejemplo brillante de esta fusión es la adaptación de la Baladilla de los Tres Ríos, basada en un poema de Federico García Lorca. La milonga inicial evoluciona hacia una zambra, enriquecida por las aportaciones de dos grandes figuras: Javier Ruibal y Carmen Linares. El tema alcanza su clímax con un duelo magistral entre guitarra y violín, cerrando con un juego de texturas sonoras que dejan sin aliento.
Pese a su inclinación por la experimentación, Almarcha no pierde de vista la esencia del flamenco. En Raíz y Paloma, el guitarrista explora una soleá que resuena con ecos de los grandes maestros, acompañada por los toques orquestales del contrabajista Marco Niemietz y el pianista-percusionista Jorge Santana. Este tema muestra cómo la tradición puede reinventarse sin perder su autenticidad.
Por otro lado, en Mi Refugio, Almarcha se despoja de todo acompañamiento para entregarnos una minera en solitario. Aquí, su guitarra brilla con una técnica depurada y una emotividad desbordante, culminando en un trémolo final que es puro arte.
El álbum concluye con Almazara, una serrana que rompe moldes. Este palo, a menudo eclipsado por la seguiriya, se reviste aquí de modernidad con teclados de inspiración rock andaluz, violines y una guitarra eléctrica que evoca a Manglis. Es un final vibrante que resume la esencia del disco: respeto por las raíces combinado con una mirada hacia el futuro.